Entrevista > Domingo Ramón Menargues / Exatleta (Crevillent, 10-marzo-1958)
Domingo Ramón Menargues mantuvo durante diecinueve años el récord nacional de 3.000 metros obstáculos, marca obtenida en los Juegos Olímpicos de Moscú. Sin embargo, pocos conocen que fue gracias a unas zapatillas prestadas por el polaco Bronislaw Malinowski, posterior campeón de la especialidad.
Afincado desde hace años en San Vicente, el atleta también nos recordará su paso por Los Ángeles 1984, donde tuvo serios problemas de ansiedad. “Antes no teníamos ese tipo de ayuda médica y lo pasé realmente mal, sin apenas descansar ni comer”, confiesa.
Recientemente, en junio, recibió en su Crevillent natal un reconocimiento a su amplia trayectoria, “evento que me sorprendió, porque dejé el atletismo profesional en 1990”. Durante mucho tiempo participó en pruebas de veteranos, retirándose definitivamente en el Mundial de Torún (Polonia), en 2023.
«Por fortuna, todo ha cambiado: zapatillas, indumentaria, entrenadores, instalaciones…»
¿Tanto ha cambiado el atletismo en España?
Una barbaridad, desde que empecé a correr, sin saber exactamente qué era el atletismo. En mi época apenas teníamos nada: las zapatillas que comprábamos -muy ‘normalitas’- resultaban carísimas, ya por entonces…
Ahora todo ha mejorado, empezando por el material deportivo, instalaciones, técnicos o servicios médicos. Da gusto ver a los atletas entrenando, con el apoyo de la federación en cualquier aspecto, incluso mental.
¿En esa época ya se hablaba del doping?
Por supuesto. En Moscú acabé cuarto la final -diploma olímpico- y lo tuve que pasar, ¡el único de mi prueba! Sí es cierto que no sabíamos exactamente qué era, porque no era habitual.
Mantuviste muchos años un récord nacional.
Exacto, conseguido en la capital rusa. Los récords actuales duran menos y me gustaría recalcar, porque muchos no lo saben, que mantengo la marca nacional sub-23. Asimismo, fui tercero en el Europeo de Atenas (1982).
«Quiero remarcar que conservo todavía la marca nacional de 3.000 metros obstáculos sub-23»
¿Cómo fue estar en los JJOO de los boicots?
Los problemas políticos ya se iniciaron en Múnich 1972, con los graves incidentes que sufrió la delegación israelí, y siguieron en Montreal 1976, cuando veintidós países africanos boicotearon la participación de Nueva Zelanda por una gira anterior de su selección de rugby por Sudáfrica, país suspendido por el apartheid.
En Moscú muchos países pro Estados Unidos se negaron a ir, y cuatro años después, en Los Ángeles, los que apoyaban a los soviéticos les pagaron con la misma moneda. En Seúl 1988 no hubo boicot de milagro, pues la dictadura existente había finalizado un año antes.
¿Qué te pasó en las clasificatorias de Moscú?
Como decía mi madre, era un chiquillo distraído (ríe). Me preparé todo y al llegar al túnel previo a la pista me di cuenta de que me faltaban las zapatillas. Era imposible regresar a la villa olímpica porque estaba muy lejos. Ya me veía saliendo con las de calentamiento, que hubieran sido un desastre, sobre todo para superar la ría…
Bronislaw Malinowski, al que conocía de vista, hablaba español -debido a que había realizado entrenos en México-, resultó que llevaba otro par de zapatillas, que me prestó. A raíz de eso tuvimos cierta amistad y acudí al homenaje que su ciudad, Grudziadz, le brindó por su temprano fallecimiento.
¿De qué modo recuerdas las villas olímpicas?
La moscovita se componía de apartamentos nuevos, es decir, bien. Eran pequeños, pero para nosotros más que suficientes, en unos edificios de diez-doble plantas con todo incluido, cine, cafés, restauración…
En Los Ángeles era la Universidad de California Los Ángeles (UCLA), para estudiantes, mucho más austero. La única ventaja era que estaba a medio kilómetro del estadio olímpico. Dos sistemas distintos, dos formas de ver la vida.
«Veremos cómo lo hacen los americanos en 2028; carecen de historia, como vimos en 1984»
¿A Seúl por qué no fuiste?
Podría haber ido y entrené duro para ello. Sin embargo, después de Los Ángeles, en 1985 sufrí una operación en la rodilla y dos años más tarde, en el pubis. Me recuperé a tiempo -gracias a Joaquín Ferrándiz, preparador físico del Hércules-, hice una serie de competiciones, pero no logré el estado de forma adecuado. Tampoco pude conseguir la marca mínima exigida.
¿Cómo ves el nivel del atletismo nacional actual?
Ha subido bastante en algunas pruebas. En ochocientos metros lisos, por ejemplo, se ha mejorado muchísimo y a día de hoy estamos entre los mejores del mundo. En otras disciplinas siguen las carencias, véase pértiga, donde nadie de los nuestros ha competido en París.
Quisiera destacar que a la cita olímpica han ido más mujeres que hombres, ¡ya era hora de que despertara el espíritu femenino! Me alegro mucho y es bueno que la gente lo visibilice. En Moscú no acudió ninguna atleta nacional.
¿Pudiste seguir los Juegos?
Sí, como siempre. Vi sobre todo el atletismo -semifinales, finales y las carreras con españoles-, además de algún partido de baloncesto, balonmano y waterpolo. Veremos cómo lo hacen los americanos, porque ellos carecen de historia, como comprobamos en 1984.