Entrevista > Antonio Mas / Coleccionista (Crevillent, 15-enero-1965)
En las siguientes líneas les presentaremos a Antonio Mas, uno de los vecinos más populares de nuestra localidad, al contar con todo tipo de colecciones y objetos, muchos vinculados con Crevillent, “municipio que amo”.
Entre sus preferidas, las más antiguas, normalmente las más complicadas de conseguir. También reconoce haber hecho ‘locuras’, como pagar trescientos euros por “algo que consideré una ganga, eso sí”, o cincuenta por una postal.
Ahora prejubilado, su puesto de libros en la plaza Mayor de Alicante -todos los domingos- lo va a legar en sus hijos. Sonríe al explicarnos que “allá donde va, me llaman Antonio, el de los libros de Crevillent”. Razones no les faltan.
¿Cuál es el origen de todo?
Mi padre, igualmente Antonio, además de trabajar en una fábrica de alfombras, se dedicaba a la venta de libros y tebeos, pasión que heredé y he procurado transmitir a mis hijos. Les he inculcado el valor de la cultura, del conocimiento.
¿Por eso comenzaste a coleccionar?
Así es, hace casi cuarenta años. Antes de casarme ya reunía servilletas de los bares, calendarios o mecheros, y paulatinamente fui creando una pequeña colección. Seguidamente me fue entrando el gusanillo de ir encontrando más objetos.
Mis primeras colecciones fueron de tebeos, de todo (‘El guerrero antifaz’, ‘Mortadelo y Filemón’…). Dispongo en la actualidad de más de 20.000 tebeos y otros tantos libros.
¿Su valor es incalculable?
Sentimentalmente, sin duda. Después, a la venta hay libros que me gustan mucho que valen cinco euros, y otros que no tanto y cuestan treinta.
Amante de Crevillent, ¿cómo es nuestro pueblo?
Es un pueblo con mucha historia, a nivel cultural. Industrialmente teníamos numerosas empresas de alfombras, que se han ido perdiendo, debido al bajo coste de otros lugares.
Asimismo, parte de nuestras costumbres se van dejando, como la Semana Santa, tan seguida, sobre todo los famosos pasos. Los jóvenes de hoy, muchos, en lugar de quedarse a presenciarlo, optan por marchar. Antes había menos facilidad para desplazarse…
«Antes de casarme ya reunía servilletas, calendarios o mecheros, creando una pequeña colección»
Volvamos a tus colecciones, ¿cuál es la más singular?
Diversos documentos que conseguí sobre la Guerra Civil, la posguerra o los exiliados que tuvieron que marchar a Argelia, huyendo del bando rojo. Se trata de certificados únicos, escritos a mano o máquina.
¿Es tu preferida?
Tengo muchas. Las que más me gustan son las antiguas, sin olvidarme de planos de fincas, escrituras de compra o las cartas de Álvaro Magro -hijo de empresarios- a Mariano Benlliure, compuesto por unos cuarenta escritos.
Otros objetos, igualmente singulares, son el Estatuto de Caja de Ahorros y Socorros, un libro de cuentas de la Cooperativa Eléctrica de la Luz, y otro, de 1600, sobre un pleito que sucedió después de que Isabel la Católica otorgase la Villa de Elche al Duque de Maqueda en lugar de Crevillent.
«Lo guardo todo en cajas situadas en dos casas, tan llenas de objetos que no podemos ni pasar»
¿Tus amigos y familia no te llaman ‘raro’?
Sí, porque he llegado a coleccionar objetos muy extraños, como los de Crevillent. A lo largo de muchos años me he dedicado a recoger todo lo vinculado con mi pueblo: bolis, lápices, facturas o sobres de azúcar, entre otros. Ha llegado un momento en el que tengo cajas y cajas, todas llenas.
¿Has hecho alguna locura por conseguir algo?
También, como pagar más de lo que debía. He adquirido por Internet el libro del pleito de Elche por trescientos euros, o una postal por cincuenta. Ese libro opino que fue una ganga, pues tras investigar supe que únicamente hay dos en el mundo: el mío y otro ubicado en una casa de antigüedades, en Granada.
«De las más singulares, documentos de la Guerra Civil, de la posguerra y de exiliados a Argelia»
¿Qué anécdotas te han sucedido?
Muchas, como pujar una importante cantidad por algo y tener que dejarlo al ver que el otro no paraba. Fue por Internet: estuvimos luchando por un catálogo de alfombras, situé mi límite en cien euros y él llegó a 103. Entonces abandoné la puja.
En ocasiones los propios vendedores online -que nos conocemos todos- se hacen pasar por falsos compradores para aumentar el precio.
¿Lograste exponerlas?
Lo he pedido en varias ocasiones, sobre todo a diferentes concejalas de Cultura, y me dicen que es interesante, pero sin acabar de concretar nada. Se lo comenté asimismo a la archivera municipal, Viviana Candela, pero ella carece de los medios suficientes.
¿Dónde tienes puesto el ojo ahora?
Realmente no tengo nada mirado: voy a salto de mata. No busco, porque todos me conocen, exactamente como ‘Antonio, el de los libros de Crevillent’, y cuando acudo a los rastrillos no paran de ofrecerme cosas.
Por cierto, ¿dónde tienes ubicadas las colecciones?
En dos casas que poseo. Ambas están llenas, en el sentido de no poder entrar.