Estamos en plenas fechas navideñas en las que todo se convierte aparentemente en paz, amor y armonía. ¿Todo?
Pues la realidad es que desgraciadamente no. Por un lado, queda mucho por hacer en nuestra propia Comunitat para que todos puedan llegar a retomar una cierta normalidad. La DANA ha provocado en una parte del territorio lo mismo que un accidente grave a una persona. Ocurre en unos minutos, pero la recuperación puede llevar meses e incluso años.
Catástrofe natural
En este caso es una catástrofe natural que no se puede evitar. Bien es cierto que se podría haber minimizado en la brutalidad, si se hubiesen realizado las inversiones necesarias en la presa de Cheste, en la limpieza de los barrancos o en la generación de zonas inundables, por ejemplo.
Y por supuesto en el después. Si, por seguir con el ejemplo, es como un accidente, que llega ya sea por culpa de una imprudencia del accidentado o por culpa de un tercero, hay que actuar como tal, urgentemente. En el ejemplo del accidente: avisado el 112 no hace falta la decisión de nadie para que acuda al instante la policía, los sanitarios y hasta los bomberos si es necesario.
Eso ha fallado. El ejército esperando órdenes y el resto de los servicios de emergencias colapsados ante la situación. No cabe duda de que hay que poner remedio a todo ello y una emergencia debe tener un protocolo de actuación rápida, sin importar quien gobierne ni necesidad de decisiones políticas para salvar las vidas de los ‘accidentados’.
Las noticias nos ‘comen’
Pero las noticias se van solapando, la actualidad nos ‘come’ y las novedades van dejando todo atrás. Si no, veamos el ejemplo del volcán de La Palma en donde “no dejaremos a nadie atrás”, según decía el presidente del Gobierno. Otra catástrofe natural que provocó la mayor evacuación de personas habida en España, con unos 10.000 desplazados de sus hogares y 1.300 viviendas destruidas.
Han pasado ya más de tres años y sigue habiendo decenas de familias sin vivienda o en las ‘casas contenedor’ provisionales que se crearon. Pagando hipotecas por casas que han perdido y sin recibir las ayudas.
Actos terroristas
Entre esas noticias a las que cada vez se les dedica menos tiempo están los brutales asesinatos, los actos terroristas (RAE: Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror) de un país, Israel, por la locura de su primer ministro Benjamín Netanyahu. Un personaje que tiene la desfachatez, por ser finos, de pedir la condena de cualquier amago de ataque en su territorio, pero los que él comete a diario y sin cesar lo llama defenderse.
Lejos quedó el acto atroz y condenable sin paliativos de Hamas en el festival Nova. El mundo se calló, lo que es mostrar complicidad, ante la respuesta israelí atacando a la población civil en Gaza (perdón, que siempre está la disculpa fácil de que entre niños y la población en general hay algún presunto terrorista). Pero aquello quedó atrás, Israel recibió los apoyos, que sigue teniendo especialmente de los EE.UU., y su voracidad no ha tenido límites.
No creo que nadie entendiera, cuando estaba ETA, que la respuesta a sus bombas y muertes hubiera sido un ataque al País Vasco matando de forma indiscriminada.
45.000 asesinatos en Gaza
Según la ONU son ya más de 45.000 muertos, casi un tercio de ellos niños, y 1,9 millones de personas desplazadas (9 de cada 10 ciudadanos) de sus hogares, que lo han perdido todo y que viven en la hambruna. Se impide por Israel incluso el paso de ayudas para algo tan básico como el agua y algún alimento que poder tomar.
Los que no mate Israel morirán por inanición. Y al que no muera, después de ver como poco a poco van muriendo gente a su alrededor, y aunque la violencia nunca es justificable ¿alguien le podrá acusar si quiere vengarse cuando ya no tiene nada que perder?
Estado de demencia
Pero cuando una persona entra ya en un estado de demencia, como es el caso de Netanyahu, ocurre lo inevitable. Se cree invencible, con todo el derecho a seguir matando por un lado y por otro, sin necesidad de más, solo con decir que en la zona había un terrorista. Ya ha atacado también a los ciudadanos del Líbano, Irán, Yemen y Cisjordania.
Tras él quedará un odio que tardará generaciones en desaparecer. Y lo peor es que quedarán muertos por el camino, aunque nos pillan muy lejos y que casi algunos disculpan, en su ignorancia, porque “en el fondo están acostumbrados, es otro tipo de vida”.
Nadie, en ninguna parte, está acostumbrado a que le destrocen su vida de la noche a la mañana, que maten y mutilen a sus seres queridos, que les echen de sus casas y las destruyan en bombardeos, que les impidan incluso tener los cuidados médicos necesarios, y que no les dejen ni tan siquiera poder alimentarse.
Más odio y violencia
Que decir que después de la ironía de echarles de sus casas y generar un éxodo casi total “por su bien” (que bonito queda esto siempre en cualquier contexto), porque han decidido machacar tu casa con bombas, tampoco te dejen en paz en los campos de refugiados a los que te han mandado a intentar sobrevivir, algunos incluso desplazándolos de sitio hasta 10 veces.
Todo esto acaba siempre solo en algo que no debería existir, y que es bueno recordar en estas fechas: más odio y más violencia.