Volar entre rascacielos, rozando sus altas cumbres o sus verticales fachadas, es algo que, al menos por el momento, sólo los efectos especiales del cine o, en todo caso, las imágenes de algún dron autorizado, puede poner a nuestro alcance. Sin embargo, en Benidorm, como sucede en otros puntos del planeta donde la construcción en altura es la norma, una enorme población de visitantes de estancias más o menos prolongadas, disfrutan de ese placer cada día.
Son muchas las especies de aves las que encuentran, en esas altas agujas que nacen casi en el seno del Mediterráneo y se disparan hacia el cielo, un refugio ideal para sus nidos, un punto de observación privilegiado en busca de comida o, sencillamente, un alfeizar perfecto para descansar entre vuelo y vuelo. Entre ellas, además, diversas especies protegidas cuya población y frecuencia de paso es estudiada y monitoreada por técnicos municipales.
Los altos edificios de la ciudad son un cobijo ideal para la construcción de nidos
Más que gaviotas y gatos
Muchos de esos ejemplares, eso sí, nidifican en los acantilados del muy cercano Parc Natural de la Serra Gelada o en la isla de Benidorm, donde encuentran un hábitat perfecto para ellos. En cualquier caso, desde hace ya muchos años, la capital turística lleva a cabo un seguimiento continuo de la fauna urbana, poniendo especial énfasis en aquellas especies que han sabido adaptarse al hábitat urbano y a la presencia del ser humano.
Sin necesidad de ser experto, cualquier observador apuntaría a gaviotas, palomas o gatos como los animales más comunes o, al menos, más reconocidos en el ‘skyline’ más famoso del Mediterráneo. Pero desde la Administración también presta especial atención a la protección de aves más vulnerables.
‘Cazas’ naturales
Entre esas especies que han encontrado aquí un espacio seguro para la reproducción, destacan el vencejo común o la golondrina, especies migratorias que cada año, como tantísimos turistas británicos (no sólo) surcan los cielos de medio mundo para regresar a los nidos que en su día instalaron en las paredes de cemento y cristal.
Fuera del casco urbano, en un paraje natural como el que ofrece la isla de Benidorm, conocida en su momento como ‘isla de los pavos reales’ por los ejemplares que en ella se introdujeron de forma artificial para deleite de los turistas, los ornitólogos disfrutan de la observación del paíño europeo o del halcón peregrino cuyo vuelo en picado, cuando caza, alcanza velocidades superiores a los trescientos kilómetros por hora.
El Parc Natural de la Serra Gelada o la isla también ofrecen un hogar para los pájaros
Visitas que son noticia
Ellos son los visitantes más habituales, pero la ciudad también recibe, de vez en cuando, a ejemplares que, por su rareza o la manera en la que llegan, se hacen un hueco en los titulares del día. Fue el caso, el pasado verano, de un flamenco que, agotado y perdido, se paseó en pleno verano (curiosamente el mismo día en el que desovó una tortuga boba en el mismo arenal) por la playa de Poniente.
También, más atrás en el tiempo, Benidorm fue lugar de parada de una de las rapaces más grandes y majestuosas del Viejo Continente: un buitre negro. Como en el caso del flamenco, aquel buitre se encontraba agotado y, en su caso, optó por posarse en plena calle, obligando a un llamativo despliegue policial para evitar daños sobre el animal y accidentes de tráfico.
Reintroducción en la naturaleza
El protocolo habitual en estos casos marca que esos ejemplares sean trasladados a un centro de recuperación especializado en un trámite similar al que se sigue, por ejemplo, con los delfines o tortugas que varan en las playas.
Allí, además de tratar sus posibles enfermedades o lesiones, se cataloga a los ejemplares y se los anilla para poder hacer un seguimiento de sus costumbres y viajes en caso de que puedan ser recapturados en otros puntos del mundo. Posteriormente, se los reintroduce en un entorno adecuado, no necesariamente cerca de la ciudad, para facilitar su reincorporación a su hábitat.
Flamencos o buitres se han hecho un hueco en los titulares diarios por sus visitas
Proteger nidos
La adaptación de los animales y, más concretamente, de las aves a los entornos urbanos no es un fenómeno nuevo y ya ha creado diversos problemas en muchos lugares, tanto por el desequilibrio que puede producir en el ecosistema como por los efectos que, por ejemplo, sus excrementos pueden tener sobre las estructuras.
Especialmente complicada es la coexistencia de los propietarios (humanos) con los nidos que las aves construyen en fachadas y balcones. Por ello, desde el área de Medio Ambiente se realizan diferentes programas de educación ambiental para concienciar a la población sobre la importancia de proteger esos nidos y, de esa forma, a sus moradores.
Observación urbana
La observación de aves en entornos urbanos también se ha convertido en una actividad de interés creciente para naturalistas y turistas, quienes encuentran en los cielos de Benidorm un espectáculo fascinante de la naturaleza en armonía con la arquitectura moderna.
Una observación de la que los aficionados a la ornitología dan buena cuenta en las redes sociales especializadas, dando así una imagen muy diferente a la que suele ser habitual en otros foros de la capital turística de la Costa Blanca.