Entrevista > Pascual Montaner / Cultivador (Gandia, 11-diciembre-1955)
Entre cenizas de naranjo, semillas guardadas con mimo y recuerdos de infancia, este agricultor valenciano cultiva tomates rosas como quien defiende una herencia emocional y gastronómica, cultivados sin productos químicos y con el mismo cariño con que lo hacían su madre y su abuelo.
No busca negocio, sino compartir sabores auténticos con su familia y sus amigos. “He nacido bajo la tomatera”, dice con orgullo, convencido de que el verdadero valor está en la calidad y no en la cantidad.
Es el tomate rosa más premiado de forma consecutiva en la Comunitat Valenciana, y este año ha renunciado a presentarse para dejar que se premie a otros que viven de sus cultivos.
¿Cuándo empezó a cultivar sus propios tomates?
Desde pequeño. Mi madre me inculcó el amor por las plantas y las flores. Mi abuelo tenía una finca en Gandia, en la posguerra, donde cultivaba de todo: tomates, berenjenas, hortalizas… Yo pasaba allí los veranos, así que puedo decir que “he nacido bajo la tomatera”.
Mi abuelo producía en cantidad, aunque eran otras variedades. Hoy, gracias a internet y a amigos que traen semillas de fuera, puedes probar tomates de cualquier parte del mundo. Pero el tomate rosa tiene algo especial y un sabor único.
En su casa nunca habrá faltado el tomate en la mesa.
Nunca, y pan con tomate era algo de cada día. Mi madre y mi abuela hacían las mejores recetas con tomates.
¿Su cultivo es ecológico?
Sí, lo que me como no quiero que lleve pesticidas. Prefiero perder algunas plantas antes que recurrir a químicos.
«El tomate rosa tiene algo especial y un sabor único»
¿Es más difícil cultivar de esta manera?
No, solo distinto. Si quieres diez tomates, plantas veinte tomateras. Lo que se estropea, se estropea. Utilizo mucho la ceniza de la poda de los naranjos, la esparzo en cantidad y ahuyenta las plagas. Es tan eficaz como un insecticida, pero natural y además gratuito.
Además también nutre la tierra y aporta potasio, aunque siempre la combino con estiércol de animales. El mejor es el de oveja, aunque hay que saber usarlo con cuidado porque es muy fuerte.
¿Qué hace tan especial al tomate rosa?
El agua. Si se le da demasiada, pierden sabor. Hay que dar con el punto justo, que la planta no sufra, pero que no se empape. Además, la variedad de tomate rosa es muy especial y de mucha calidad, y tiene una pulpa carnosa que resulta muy jugosa y que los hace deliciosos.
Creo que los tomates y otros productos ecológicos no tendrían que venderse tan caros. Al final, son alimentos básicos, y lo ideal es que cualquier persona pueda acceder a ellos. Cultivar ecológico significa trabajar con cuidado, respetando la tierra y los ciclos naturales, pero no por eso debería volverse un producto de lujo.
¿De qué manera influye el clima?
Muchísimo. Cuando la temperatura pasa de 34 o 35 grados, el polen se seca y ya no fecunda la flor, y entonces la planta no cuaja. Para protegerlas, a veces sombreo o utilizo una vez más ceniza como capa protectora.
«Prefiero perder algunas plantas antes que recurrir a productos químicos»
¿Cuántas tomateras suele plantar?
Unas doscientas, aunque la producción es básicamente para consumo propio y para los amigos. En cualquier comida siempre me piden: “Trae tomates”. Esa es mi mayor satisfacción, compartirlos y comprobar cómo gustan.
¿Cultiva otras frutas o verduras?
Me gustan los retos. Tengo papayas, chirimoyas y ahora quiero probar con mangos. El clima lo permite y en un par de años podré regalar mangos a los amigos.
¿Qué siente al ver que chefs con estrellas Michelín, que participan en concursos como jurado, valoran y premian sus tomates?
Un orgullo personal. Es señal de que haces las cosas bien. Además, llevo toda la vida guardando semillas, cruzando variedades con pincel en mano, intentando mejorar poco a poco cada variedad de mis cultivos.
«Mi madre me inculcó desde pequeño el amor por las plantas y la naturaleza»
¿La tierra también es determinante?
Sí, pero más que la rotación, lo importante es prepararla bien. En diciembre quemo los restos de las tomateras, añado estiércol y la dejo reposar hasta marzo o abril, cuando vuelvo a plantar.
¿Usted insiste en que en València la clave no es la cantidad?
Eso es. Aquí no debemos luchar por producir más, sino por hacerlo mejor. Nuestros productos deben ser gourmet, excelentes, con sabor. Esa es la clave, menos volumen, y más excelencia.
Está claro que usted cultiva por placer.
Exactamente, por puro placer. No lo comercializo ni busco negocio, busco sabor, naturaleza, la satisfacción de hacerlo bien y poder comprobar que es así cuando lo comparto con la familia y los amigos.
Ya estoy jubilado y dediqué mi vida profesional a algo muy distinto como técnico del Ayuntamiento de Gandía, y ahora disfruto mi tiempo en el campo y con mis cultivos que han sido siempre mi pasión.