Entrevista > Ana Belén Rico / Flautista de la Banda Sinfónica Municipal de Huelva (Sant Joan, 14-septiembre-1972)
Ana Belén Rico es un claro ejemplo del talento musical que atesora nuestro municipio. Lleva la música en la sangre y a su pueblo en el corazón, aunque el destino la llevase a desarrollar su carrera a cientos de kilómetros. Desde 1993, es flautista profesional en la Banda Sinfónica Municipal de Huelva, convirtiéndose en una embajadora de Sant Joan en Andalucía.
Lleva más de tres décadas en Huelva. ¿Cómo acaba una música de Sant Joan en la banda sinfónica de la otra punta de España?
Mi madre tenía un amigo que se enteró de que salían plazas aquí. Ella empezó a insistirme y, más que nada para que se quedara tranquila, nos vinimos las dos a Huelva. Me presenté a las pruebas sin esperar nada, pero la suerte fue que aprobé. De eso hace ya más de treinta años, fue en 1993, cuando tenía veintiuno.
«Sigo siendo una santjoanera más»
Siendo tan joven, ¿cómo fueron esos primeros veintiún años de vida ligados a la música en Sant Joan?
Fueron muy buenos. Entré en el mundo de la música con diez años, y todo fue gracias a mi hermana. Tenía un pianito de juguete y ella insistió a mi madre para que me apuntara, aunque mi madre temía que lo dejara en dos días. Pronto empecé en la banda, recorriendo los pueblos en fiestas con mis mejores amigos. Fue una época muy bonita.
Se marchó muy joven. ¿Qué recuerdos son los que más echa de menos de la vida aquí?
Recuerdo las fiestas, echo muchísimo de menos no poder estar en las Fiestas del Cristo, a las que llevo treinta años sin ir. También las tradiciones gastronómicas, como la ‘coca amb tonyina’ de Hogueras o la mona de Pascua. Esas cosas que parecen tonterías, como reventar el huevo en la cabeza de un amigo, se echan mucho de menos cuando estás fuera.
Nacer un 14 de septiembre en Sant Joan debe marcar mucho. ¿Se hace duro pasar ese día tan señalado lejos de casa?
Se hace duro, sí. Además, yo estaba en una peña y celebraba mi cumpleaños allí. Siempre tengo presente mi foto del Cristo ese día. Era también el cumpleaños de mi abuelo, así que son fechas muy señaladas. Me encantaría poder volver alguna vez, pero es complicado por mi trabajo, necesitaría que coincidiera en fin de semana y sin actuaciones.
«Cuando llegué a Huelva no concebía que se pudiera vivir de la música»
La vida del músico es muy sacrificada, con ensayos diarios y actuaciones los fines de semana.
Mi mes de vacaciones suele ser agosto, que es cuando voy a Sant Joan, y a veces en Navidad. Pero incluso así es difícil, porque aquí puede surgir una actuación en cualquier momento; parecemos bomberos. Te avisan de un día para otro y tienes que estar disponible. Irme al pueblo requiere una planificación que no siempre puedo tener.
Supongo que notaría un gran contraste cultural, pasando de la ‘terreta’, con tanta tradición de bandas, a Huelva.
Al principio era muy gracioso. Cuando llegué, la gente me preguntaba en qué trabajaba. Yo les decía que era músico de la banda municipal y me respondían: “Ah, vale, ¿pero en qué trabajas?”. Pensaban que era un hobby, no concebían que se pudiera vivir de la música. En València eso sería impensable. Ahora, por suerte, esa percepción ha cambiado y hay mucha más cultura musical.
Usted no viene de familia de músicos, pero su madre y su hermana fueron su gran apoyo. ¿Qué importancia tiene la familia en una carrera así?
Es fundamental. Mi madre era una forofa de la banda. Cuando estudiaba la carrera en Barcelona, ella se venía conmigo en el tren, se sentaba en un banquito a esperarme mientras daba las clases y nos volvíamos el mismo día. Hizo un sacrificio enorme y siempre se lo he reconocido.
«Siempre tengo presente mi foto del Cristo el día de mi cumpleaños»
Tras treinta años de carrera, ¿con qué tipo de repertorios se siente más cómoda tocando?
A mí me gusta toda la música. En Huelva hacemos repertorios variadísimos, desde zarzuelas enteras o conciertos con cantantes de ópera hasta espectáculos con un DJ. Eso es lo bueno, que no estamos encasillados y no nos aburrimos. Hemos hecho conciertos para gente de veinte años y para gente de sesenta, y todos son divertidísimos.
Sigue manteniendo una fuerte conexión con Sant Joan a pesar de los kilómetros.
Sí, sigo manteniendo el contacto con mis amigos de toda la vida, los de la banda y los de fuera. Cada vez que voy en agosto, quedamos para una cena o una comida, nos ponemos al día. La relación no la he perdido nunca y sigo siendo una ‘santjoanera’ más, aunque a veces ya no sepa ni de dónde soy.
Para terminar, ¿qué mensaje le daría a esos jóvenes que, como usted, sueñan con vivir de la música?
Les diría que días malos tenemos todos, y todos hemos querido tirar la toalla en algún momento. Pero en esa situación, se guarda el instrumento y al día siguiente se vuelve a coger. Esto es una carrera de fondo, es cuestión de constancia, como un atleta. Pero si es lo que realmente te gusta, todo el esfuerzo y el sacrificio valen la pena.





















