Imaginemos, por ejemplo, un gran partido de Champions entre un equipo español y un inglés. Buen fútbol, análisis serios, jugadores comprometidos, afición que anima a su equipo… y al final del partido un análisis inteligente de sus entrenadores haciendo balance y autocrítica.
¿Qué puede salir mal? La aparición de los hooligans. Estos salvajes pueden hacer de un día especial de fútbol y del disfrute de un deporte una batalla campal, desde antes de empezar el partido hasta mucho después de su finalización. Y, por supuesto, impiden que todo transcurra tranquilamente, alterando al resto.
Al spa a tranquilizarse
Pues ahora mismo estamos viviendo algo muy parecido en la política. La situación es evidentemente muy atípica. En esta página editorial han sido varias las veces en las que he opinado que habrá elecciones nacionales como muy tarde en la primavera del 2026, porque apurar al 2027 podría perjudicar seriamente a los alcaldes y candidatos del PSOE en toda España.
Que esos comicios nacionales se celebrasen junto, o muy cerca, de las municipales, haría que al votar los ciudadanos estén pensando en los partidos a nivel Estado y no en el trabajo realizado en cada localidad por sus dirigentes, que poco o nada pueden intervenir en la política del Estado, pero sí en la de nuestro día a día.
Si en su momento eran asfixiantes los casos investigados de corrupción que rodeaban al PP, ahora lo son los que rodean al PSOE, viendo como incluso dos de los hasta hace poco máximos responsables del partido han acabado entrando en prisión.
Sin contar con la sentencia al Fiscal General del Estado sobre la que se puede discrepar -aunque no se sepa aun la argumentación del Tribunal para la misma-. Pero esa discrepancia se lleva a si los jueces son más de una tendencia que de otra, y se presume de un recurso en el Constitucional donde ahí los jueces son más de la otra tendencia.
No seamos hooligans
Dicho todo esto es evidente que ‘hay partido’ y del duro. Y evidentemente los ciudadanos estamos siendo los espectadores del mismo. El problema es cuando nos quieren convertir en hooligans, y en cierta manera lo están consiguiendo.
La sociedad avanza entre el hartazgo del día a día político y de escándalos, del ‘y tú más’, de insultarse en el Parlamento en lugar de contestar a las preguntas, del yo habré matado a uno pero tú a dos -como si fuera menos delito lo uno que lo otro-, y al final de no enterarnos realmente de nada.
Porque todo este juego de trileros no conduce a esclarecer. Todo lo contrario. El cuestionar el Estado de Derecho, diciendo según el interés de cada momento que la justicia está al servicio de alguien en concreto, el no poder aprobar leyes y que eso no parezca importante, o no votar a favor de propuestas pensando en los intereses partidistas y no de los ciudadanos, es una barbaridad.
La voz de los ciudadanos
Y quizás lo que realmente más nos influye a todos: que no se cumpla el mandato constitucional -por tercer año consecutivo- de presentar los Presupuestos Generales del Estado, para poder fiscalizar las cuentas y que todos sepamos el rumbo previsto.
Las urnas es el poder que tenemos la ciudadanía -aunque sea limitado porque votamos a listas cerradas- para poder opinar lo que nos parece que está bien y lo que está mal. Y nadie debería aferrarse al poder si, como siempre se llenan la boca, están ahí como servidores públicos, no por intereses particulares.
Pero en lugar de ‘jugar limpio’ prefieren crear ‘aficionados salvajes’, que no piensen, sino que solo defiendan ‘a su equipo’ con las herramientas que sean. Y así es como llega la peligrosísima polarización a nuestras calles.
Polarización: inhibición del pensamiento
Es un problema mucho más importante de lo que a simple vista puede parecer. La polarización hace que las personas ya no puedan debatir ideas, comentar opiniones y ser libres, porque si dices algo malo del ‘equipo’ del otro lo va a defender con uñas y dientes. Si no opinas lo que los responsables de esta polarización quieren, el hooligan te va a agredir insultándote, como si fuera su responsabilidad.
El símil con el fútbol tiene mucha lógica. Hemos visto muchos Madrid-Barça extraordinarios en el campo, pero también otros muchos que se han empezado a jugar antes del partido, calentando el ambiente y a los aficionados, posicionándolos fuera de lo que es realmente: un partido de fútbol. Así, si pasa algo, esos aficionados ya están preparados para que la culpa sea del árbitro o de cualquiera, menos de su propio equipo. Aunque cuidado, eso también se puede volver en contra.
Prensa rosa
De hecho estoy teniendo mucho cuidado en el momento de escribir esta editorial, porque cualquier palabra que alguien pueda sacar del contesto real significa que me tachen de algo, sin más. Y que me crucifiquen por ello en las incendiarias redes sociales, que son el equivalente a las bengalas de los hooligans, pero sin estar prohibidas.
Es cierto que estamos en un momento con muchas decisiones judiciales, y que a la ‘prensa rosa de la política’ le está viniendo muy bien porque es el culebrón perfecto para mantener el interés. Pero para dirimir todo ello está la justicia, que además con lo lenta que suele ser y todos los recursos posibles, etc. irá para mucho tiempo. Las personas necesitamos soluciones en el tema sanitario, educativo, de transportes y tantos y tantos otros.
Mientras estamos entretenidos, opinando y discutiendo por los temas más mediáticos, no estamos luchando, reclamando y exigiendo los derechos de las cosas que de verdad nos influyen en nuestro día a día.
Y, por cierto, no olvidemos que entrar en esa polarización es crear extremistas -de un lado y del otro-. No vayamos luego a quejarnos de que existe la ultraderecha y la ultraizquierda siendo quienes la hemos fomentado.

















