En Villena, el paso del ritual funerario y del espacio de los descansos finales ha atravesado notables transformaciones a lo largo de los siglos. La evolución desde el enterramiento en el interior de iglesias y ermitas hasta la construcción de un cementerio extramuros impresiona por los cambios de mentalidad, de higiene pública y de urbanismo.
Repasamos la historia del cementerio municipal que abrió sus puertas hace más de dos siglos y recorremos una historia funeraria que es tan antigua como el ser humano.
Ya en el Paleolítico Medio hay constancia de enterramientos por parte de los neandertales en lugares de paso, que evitasen el olvido de los antepasados. Una tradición heredada que en Villena vivió etapas de enterramientos en iglesias, o junto al colegio Salesianos hasta la construcción del camposanto municipal de la calle San Sebastián, que conservamos hoy en día y cuya historia merece la pena conocer.
Entierros en templos y ermitas
Hasta finales de 1804, los fallecidos de Villena eran inhumados dentro de iglesias parroquiales como las de Santiago y Santa María, o en los espacios adyacentes a ellas, en diferentes tipos de tumbas conocidas en los libros de óbitos como ‘de fábrica’, ‘en vaso’ o ‘en losar’. Además, se documentan también enterramientos en ermitas como las de San José, San Benito, Santa Bárbara, San Antonio Abad y San Sebastián.
En estas localizaciones los criterios de enterramiento variaban. En el Santuario de la Virgen de las Virtudes, había situadas algunas sepulturas en el altar mayor o en capillas contiguas, reservadas a gente notoria, así como de la nobleza local o yeclana. Por el contrario, encontramos ermitas como las de San José o San Benito donde se enterraba con mayor frecuencia a párvulos, personas no vecinas de la población o pobres que accedían a la sepultura por limosna.
Una orden de Carlos III en 1786 prohibía enterrar a los muertos en las iglesias por motivos de salubridad
La Real Cédula y el cementerio
Una orden de Carlos III en 1786 prohibía enterrar a los muertos en el interior de las iglesias por motivos de salubridad e higiene. En Villena no fue hasta el 10 de diciembre de 1804 que se realizó el primer sepelio en el nuevo cementerio “extramuros”. Ese día se enterró a una niña llamada Joaquina, en el terreno que hoy ocupa parte del Colegio Salesianos.
Este nuevo emplazamiento fue el primero empleado fuera de los límites de los templos y funcionó hasta el 31 de diciembre de 1880. La ubicación junto a Salesianos pronto quedó demasiado próxima al núcleo residencial de la población y las quejas por los hedores provocados hicieron buscar una nueva ubicación.
Durante el siglo XIX el cementerio estuvo junto a los terrenos del actual colegio Salesianos
Construcción del Cementerio Municipal
Durante 1868 se aprobó la construcción de un nuevo cementerio fuera de la población, siendo el terreno adquirido al señor Alfonso Herrero Fernández. Las obras se adjudicaron en 1879 y la inauguración oficial tuvo lugar el 1 de enero de 1881, tras la celebración de una ceremonia de bendición el 29 de diciembre de 1880 a la que asistieron autoridades civiles, militares y eclesiásticas.
En este recinto destacan características arquitectónicas propias de su tiempo como el pórtico de entrada con la leyenda ‘Cementerio Municipal’ y la fecha de 1880 y un patio inicial con lápidas y panteones que en 1925 duplicó su extensión.
Lo que ahora se conoce como ‘cementerio viejo’ fue ampliado tras la donación de unos terrenos adyacentes de más de dos hectáreas. Allí se construyó un nuevo cementerio que fue inaugurado en 1997, en el que existe capilla, columbario, jardines y una organización más amplia que la de su predecesor decimonónico.
El 1 de enero de 1881 se inauguró el ‘cementerio viejo’ que fue ampliado en el año 1997
Inhumación de un protestante
Aunque hoy día pueda sonar a parodia, la influencia de la Iglesia y el dogma católico que imperaba en nuestro país provocó situaciones surrealistas como la vivida con Juan Sotero Barceló. Este hombre impulsó en 1875 la clausura temporal del cementerio por su negativa reiterada a recibir los Santos Sacramentos días antes de morir, declarando públicamente que era protestante.
El cura dispuso que se suspendiera su enterramiento en el cementerio católico, mientras consultaba el caso a la autoridad eclesiástica. Antes de recibir la respuesta, los amigos del difunto invadieron el cementerio y dieron sepultura al cadáver, probablemente en la tumba familiar del difunto. El cementerio quedó inhabilitado para dar sepultura a los católicos hasta que no se realizara una nueva bendición de este, la cual no podía producirse hasta que no se realizara la exhumación del vecino protestante.
Un paseo por la memoria
Como curiosidad, la portada, la puerta y parte de la mampostería de los muros del cementerio pertenecen al convento franciscano, de estilo renacentista, que estuvo ubicado en el actual parterre. En la puerta se conservan los escudos de la orden y de la Custodia de San Pascual Bailón. Un convento que fue desamortizado y abandonado por los frailes en el año 1876.
Son muchas las historias que aún hoy se recuerdan sobre este enclave, como fue la decapitación de una de las figuras junto al panteón de la familia Requena. Una figura situada junto al muro occidental del ‘cementerio viejo’, de cuya mutilación fue acusado el sepulturero de la época, Francisco Cerdán.
Sin embargo, la tradición oral adjudica este hecho a un pastor que con su honda lanzó una piedra creyendo ver a una persona que corría en mitad de la noche por el muro del camposanto, dejando una curiosa imagen de una figura decapitada, que aún hoy se conserva.

















