Lo cierto es que la estación de autobuses de València ha sido uno de los talones de Aquiles de la ciudad. Realmente, de cualquier ciudad. Desde su creación ha yacido al otro lado del río, en una zona de Campanar que décadas atrás resultaba bastante inhóspita. Rodeada de vagabundos y cierta delincuencia, en la década de los ochenta y principios de los noventa su estética no invitaba a ser visitada.
Los últimos años su aspecto ha mejorado. Tanto a nivel exterior, beneficiándose de la puesta en marcha de varios hoteles de cierta categoría que la flanquean, como de una reciente hostelería de calidad que ha permitido que el entorno deje de degradarse. Diríase que la hostelería y la restauración del entorno están recuperando su imagen.
Las conexiones
El entorno de la estación de autobuses no sólo ha cambiado merced a la iniciativa privada, con restaurantes de calidad como El Gulliver, así como varios hoteles de cuatro estrellas. También las propias conexiones respecto a las infraestructuras han mejorado sustancialmente; tanto en lo que atañe a los viales como a la diversidad de servicios ofertados.
En ciertas horas puede verse una larga cola de taxis esperando la salida de viajeros de la estación. Esta imagen tiempo atrás no existía, pues puntualmente se detenía algún taxista que circulaba junto al río tan solo si percibía por casualidad a alguien con maletas. Ahora la previsión por parte de los taxistas ya es sistemática en el lugar.
Por otro lado, junto a la adecuación de un carril bici, separado entre la zona de taxis y la EMT, la línea de autobuses púbicos ha establecido una marquesina donde el 95 se detiene y permite conectar con la estación de trenes, Joaquín Sorolla, facilitando los transbordos de los pasajeros y ofreciendo una alternativa al taxi.
Desde la EMT han colocado una marquesina donde la línea 95 se detiene y facilita conexiones
Servicios interiores
En el interior de la estación de autobuses aparece una amplia cafetería con mesas y sillas suficientes repartidas por el vestíbulo central, entre las escalinatas de la entrada y la zona de acceso a las escaleras mecánicas que descienden a los autobuses y sus diferentes zonas de espera.
Además, conforme se entra en el recinto y se deja a la izquierda esta gran cafetería, se reparten multitud de taquillas donde el usuario puede dejar a buen recaudo sus pertenencias sin temor a que sean sustraídas. También hay puntos de servicio y entrega de paquetería de varias empresas conocidas, así como un cajero de banco junto a una de las dos puertas de salida al exterior de la estación.
Varios empleados, tanto de limpieza en los aseos públicos, como de información en la zona central de la estación, así como de la empresa de autobuses, pueden verse desempeñando sus tareas a lo largo del recinto.
Ofrece puntos de recogida de paquetería así como taquillas, cafetería y un cajero de banco
Parado o en reforma
No obstante, no todo se encuentra a pleno rendimiento y en perfecto estado de revista. Pese a que se ha intervenido en las infraestructuras del exterior, y a nivel interior se ha mejorado la luminotecnia y la techumbre, parte del interior de la estación de autobuses todavía permanece en estado de desarrollo y mejora.
La zona inferior, a la que se accede mediante unas escaleras antes de alcanzar el vestíbulo desde la calle, suele estar vallada y con sus negocios cerrados. Y a la altura del vestíbulo, si se mira de cara al acceso a las escaleras mecánicas a la izquierda, buena parte de los mostradores permanecen cerrados ‘sine die’ a la espera de recobrar su actividad.
Lamentablemente en la fachada exterior apenas existen negocios en funcionamiento
Opinión de los vecinos
José Ombuena, uno de los valencianos que pasaba regularmente por este barrio de Campanar, recuerda los inicios de la estación de autobuses: “No he caminado yo ni nada por esa estación cuando llegaba de Xirivella e iba andando a las Escuelas San José; en aquella época todo ese barrio era un ‘socarrat’ y campos de chufas”.
Claudio Baldacci también señala las zonas oscuras de décadas pasadas ya indicadas al inicio de este reportaje: “Los servicios estaban llenos de chaperos”, a lo que añade Pedro Santafé: “Y el peligro que había en el túnel que iba desde la estación hasta el río o viceversa”.
María Isabel Escudero recuerda el motivo de su construcción y se muestra mucho más crítica con el estado actual que, aunque distinto al de décadas pasadas, entiende ella que es todavía mejorable: “La hicieron provisional y ya lleva cuarenta años. La estación que tenemos parece tercermundista, sucia y vieja. La sala de espera está llena de excrementos de palomas, es una pena que València tenga una estación así”.
Negocios del exterior
Los aledaños de la estación de autobuses han mejorado. Así como el interior, los servicios e infraestructura. Quedan, sin embargo, muchos negocios por volver a activarse. No sólo en el interior, en especial la parte derecha junto a las taquillas, con casi todos los locales vacíos o con carteles de inmobiliarias, sino sobre todo en el exterior.
Pese a un local de subastas y pequeños negocios de alimentación, el grueso de los negocios que dan al exterior permanecen cerrados. Una reactivación de los mismos terminaría de armonizarse con la gastronomía de los portales vecinos.




















