Vida nueva. Que lo pide el año nuevo, o así ha sido siempre, dicen. Solo que hasta principios del XVII en Occidente podíamos empezar nuestra tanda de doce meses en 1 de enero (Circuncisión del Señor), 25 de marzo (Anunciación), 1 de abril (equivalente a la Pascua) o 25 de diciembre (Navidad). Por estos lares, solía ser por la Anunciación.
Desde 1582, el calendario gregoriano, con sus ajustes (como suprimir aquel año, como quien no quiere la cosa, los días del 5 al 14 de octubre), iba a cambiarlo todo. Aunque en los reinos, ducados y demás de la Corona de Aragón el asunto tardo poco en asentarse. Por estas tierras, entre 1600 y 1601 tocará enero. Y festejos.
Pasado francés
Inspirándose en los cotillones (enaguas o faldas, de ‘cotte’, túnica) franceses, bailes sociales aristocráticos con bolsas de accesorios festivos incorporados, llegarían los fines de año actuales, más populares; algunos, botellones sin más. Los cotillones nacieron con el siglo XIX y, a finales de este y comienzos del siguiente, se establecieron como modelo de celebrar la Nochevieja.
No tardaron en traspasar fronteras y, acompañados de la cena y desde comienzos de la centuria (muchas referencias marcan el 1909) lo de tomar doce uvas, del Valle del Vinalopó, por doce campanadas, instaurarse hasta cumplir un panorama nochevejense de por aquí, cuando en València ciudad, en las dos primeras décadas, cafeterías y teatros llenaban, y se improvisaban charangas callejeras para saludar el nuevo año.
Cafeterías y teatros llenaban en València ciudad a comienzos del XX
Músicas festivas
Alicante ciudad no le iba a la zaga. Zarzuelas, sainetes, bailes. Todo parecía alegría en aquella España que desde diciembre de 1874 vivía, en lo político, bajo la restauración borbónica (Alfonso XII, 1857-1885; la regente María Cristina, 1858-1929, y Alfonso XIII, 1886-1941), hasta el 14 de abril de 1931, al declararse la Segunda República. Eso lleva, claro, a sus mareos: republicanos y monárquicos se tensarán con las elecciones municipales de enero de 1901.
Bueno, la música amansa a las fieras: en enero del siguiente año se interpreta por primera vez el himno de la capitalina Alicante con letra, cantada por el Orfeón Alicante. Por cierto, que el 6 de enero de 1901 fue la fecha elegida por Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) para publicar su relato sobre el dragón del Patriarca, o sea, el cocodrilo que el rey del Perú regaló a San Juan de Ribera (1532-1611).
Tomar doce uvas del Valle del Vinalopó se añadió al francés cotillón
Entradas borrascosas
Pero no todos los eneros, los Años Nuevos, saludaron a la hoy Comunitat Valenciana amablemente. Así, el 21 de enero de 1911, un devastador temporal de levante desatado contra las costas españolas segó la vida de al menos 140 marineros, 56 en nuestras orillas. Y es que esto de las tempestades nos saludó más de una vez. Siempre a lo espectacular, como el 11 de enero de 1960.
València ciudad, su zona metropolitana y buena parte del resto de la provincia amanecieron de blanco, con nieve cuajada. Lo del Belén, que había llegado después de Reyes, y la última vez, por cierto, que se recuerda una nevada así en la ciudad del Túria. En Alicante capital esto se había dado el 26 de diciembre de 1926, la ‘nevà grossa’ (nevada gorda).
Un temporal en nuestras costas en 1911 segó las vidas de 56 marineros
Celliscas sorpresivas
Nevar lo que se dice nevar, que se queda su tiempo ahí, en calles, plazas y patios, también nevó en enero por tierras alicantinas, el 22 de 1914, pero no con esta magnitud. Vale, salíamos en casi todas las fechas desde la Navidad (en una, en diciembre, entrábamos) y, pese a cebarse en la gente, esto queda hoy en una anécdota que, desde las fotos, hasta resulta entrañable.
Con otros hechos los asuntos no fueron así. Los Años Nuevos de 1937 al 1939 pillaron a la ciudadanía española, y la de estas tierras no fue excepción, con una Guerra Civil (del 17 de julio de 1936 al 1 de abril de 1939), a la que siguió una posguerra con cartillas de racionamiento hasta abril de 1952. Esto nos retrajo a los hogares, pero persistieron, hasta donde se podía, las costumbres.
Campanadas a medianoche
Doce campanadas, doce uvas. Feliz Año Nuevo, que, desde el desarrollismo de finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta, se potenció. Para el Año Nuevo de 1983, ya teníamos Estatuto de Autonomía, que había entrado en vigor el 10 de julio del 1982. Y unas costumbres bien trabadas, con campanas resonando desde la Puerta del Sol madrileña y retransmitidas desde hace tiempo.
Vía radiofónica oficialmente (antes hubo al menos una en 1922) desde 1933, televisiva desde 1962, aquella ceremonia se instaló en nuestras vidas: plazas de ayuntamientos, calles importantes, nos sirven si no queremos quedarnos en casa… Bueno, menos desde 2020 a 2022, que tuvimos que ser pandémicamente hogareños. ¿Y este mismo Año Nuevo? Como todos, se presenta bien cargadito de noticias para que trabajemos los periodistas.




















