Decía recientemente el reputado sociólogo noruego -y vecino de la Marina Baixa- Johan Galtung, que buena parte de la culpa de esa creciente sensación de crispación que se está extendiendo por toda la sociedad proviene de la pérdida de uno de los puntos de encuentro que, de forma literal y metafórica, han tenido las ciudades desde tiempos de los romanos: la plaza del pueblo.
Sociedad más individualista
Lo cierto es que los estándares sobre los que se ha venido proyectando el desarrollo urbano y urbanístico de aldeas, pueblos y ciudades de todo el mundo han permanecido inmutables desde los ya muy lejanos tiempos de los emperadores. Sin embargo, y por muchos motivos que no viene al caso analizar ahora, ese paradigma saltó por los aires hace ya algunos años, dando paso a una sociedad cada vez más individual e individualista que le ha dado la espalda a la vida en comunidad.
Al menos, al contacto físico con esa comunidad. Las nuevas tecnologías nos han regalado una era en la que el contacto con cualquier persona, esté donde esté, no sólo es fácil; sino también inmediata. Sin embargo, o precisamente por ello, da la sensación de que esas relaciones digitales han sustituido, casi por completo (y la pandemia ha acelerado mucho el proceso) al contacto físico. Que el ‘like’ es ya más importante que el abrazo.
El Ayuntamiento declaró desierto el concurso de ideas al que se presentaron 25 propuestas
Concurso desierto
La plaza a la que se refiere Galtung es, sobre todo, un concepto etéreo al que recurre para explicar una realidad mucho más compleja; pero también al propio espacio físico, tangible, que ha sido punto de reunión, manifestación, celebración o protección colectiva durante tantos siglos. Unos espacios que, en mayor o menor medida, van a tener que transformarse profundamente en los próximos años para seguir cumpliendo una función destacada en la vida diaria del municipio.
Por ello, y teniendo en cuenta el reto que supone -por su posible onda expansiva hacia el resto de la localidad- rehacer un elemento tan importante del entramado urbano, no es de extrañar que Altea esté actuando con enorme cautela y tomándose su tiempo a la hora de evaluar las opciones que se le han presentado para remodelación de su casa consistorial y su plaza.
El concurso de ideas que lanzó la Villa Blanca hace ya algunos meses se ha saldado con la presentación de 25 propuestas que, pese a abarcar un amplísimo abanico de soluciones posibles para el propio edificio del ayuntamiento y su zona de influencia, acabó desierto; pero todas ellas han sido puestas a exposición pública y no se descarta que se pueda optar finalmente por una solución que incorpore partes de distintos documentos.
La actual casa consistorial data de 1968 y se ha quedado pequeña y obsoleta para las necesidades presentes
Base para el futuro
De hecho, de las 25 propuestas presentadas al concurso, el jurado, que emitió su veredicto a principios de año, acabó por seleccionar cinco de ellas, aunque, como se argumentó en su momento, “ninguna responde de forma completamente satisfactoria a las necesidades planteadas en los pliegos del concurso”.
De ese ‘póker’ de propuestas que sí se tuvieron en cuenta, los responsables del consistorio alteano han destacado que cada una de ellas sí aporta una solución a uno o varios de los retos planteados y que, por lo tanto, pueden ser tomadas como base para el inicio de los trabajos que deben de dar con ese documento definitivo que no sólo modernice la casa consistorial, sino también su plaza y la propia avenida de Valencia.
Conexión urbana
De nuevo, tras la exposición pública de estas propuestas para una de las zonas más concurridas por los alteanos en su día a día, ha aparecido un consenso casi unánime de que la solución que finalmente se adopte, sobre la que sí que hay una amplísima disparidad de criterios, deberá afrontar el eterno problema que, sustanciado (no sólo) en la vía del tren, implica la conexión física con la ‘Altea de Dalt’ y la ‘Altea de Baix’.
No se trata sólo de conseguir la cuadratura del círculo que supone salvar el trazado del Tram, integrándolo por completo en el ecosistema urbano; sino también solucionar la “conexión transversal entre la avenida de Valencia, ayuntamiento y el paseo marítimo a través del Pasaje Constitución y la dotación de aparcamientos”.
El proyecto final deberá solucionar el problema que implica la conexión física con la ‘Altea de Dalt’ y la ‘Altea de Baix’
Un reto histórico
El actual ayuntamiento, que data de 1968 euros (su presupuesto entonces fue de poco menos de 25.000 pesetas, equivalente a poco 3.500 euros actuales según el IPC acumulado), es el tercero que ha tenido Altea desde el otorgamiento de su Carta Pobla en enero de 1617 y, por lo tanto, es lógico que se haya quedado pequeño y desfasado para dar respuesta a las crecientes necesidades de una administración cada vez más compleja que, a su vez, debe atender cada vez a un mayor número de personas.
Los alteanos, en base a las conclusiones obtenidas tras el desierto concurso de ideas, valoran en mayor medida la calidad paisajística del conjunto formado por la casa consistorial y la plaza José María Planelles, incluida su accesibilidad, que la conexión con las otras zonas aledañas, que suele ser considerada regular o mala.
En este sentido, es bien valorada la posibilidad de peatonalización de toda o parte de la avenida Jaime I y la transformación del tren en Tram urbano a su paso por Altea. Para la respuesta definitiva, habrá que seguir esperando.