Si las mediciones no desbarran, hay exactamente 45,43 km de distancia entre Elda y Orihuela, 64 por carretera (ya se sabe: meandros, cruces y paradas). Unos 45 minutos o así en automóvil, con buen tráfico y el depósito o las baterías sin sustos. Puede parecer poco o mucho, según (obviamente, antaño, en carro o andando, más bien mucho), pero hubo un tiempo en que a alguien le pareció tan poco como para crear toda una institución con ánimo autoprotector.
La conversión al cristianismo sí o sí impuesta en la Península por los Reyes Católicos el 14 de febrero de 1502 en la Corona de Castilla, y a partir de 1526 en la de Aragón (había sido retrasada por las Cortes), pretendía acabar con lo que se consideraba un problema maquillándolo. La realidad es que algunas comunidades moriscas se tornarán muy rebeldes, como la de Elda, lo que llevará nada menos que a la fundación de la actual Diócesis de Orihuela-Alicante.
Una población islámica
¿Tan importante fue esta comunidad? Los moriscos, es decir, aquellos árabes que sí, de puertas afuera, ya constaban como acristianados, pero de puertas adentro aún continuaban siendo fieles a su religión original, el islam, abundaron por costumbre en toda la provincia. No se trataba de inmigrantes, por cierto, como las imágenes cinematográficas nos pueden hacer creer, sino de personas nacidas y criadas aquí mismo. Desde el 711 hasta 1492, el año en que la reconstituida Hispania romana inicia su expansión, el sur de la Península fue islámico.
El valle del Vinalopó se convertirá en frontera entre poblamientos cristianos y árabes, cultura que se asentará reutilizando abandonadas alquerías y rodeando los reocupados o recién fundados castillos, creándose así multitud de ciudadelas o alcazabas (la ‘casba’, ‘casbah’, ‘kasbah’ o ‘qasbah’), básicamente la fortificación más la zona urbana de intramuros, o sea, la directamente protegida por el alcázar.
A partir de 1526 llegó a la zona la cristianización
Los rescoldos del pasado
En Elda, hoy, las huellas árabes, a simple vista, se concentran especialmente en el castillo, construido entre los siglos XII y XIII (plena Alta Edad Media, siglos V al X), donde por lógica, por quiénes habitaban en la época, también habrá piqueta morisca. Pero repárese en el trazado de callejuelas y recovecos varios en algunas partes del casco antiguo, al que se le adivina un pasado aún más laberíntico y una concepción de casas volcadas vivencialmente en sus patios.
Recorrer las calles, con cuidado, nos permite el juego de asociar mentalmente esta estampa, en lo físico, a la que hoy podría encontrarse, aún viva, en las abigarradas medina blanca de Tetuán o la un tanto más desconchada de Túnez. En lo humano, entre gritos de chavalería y conversaciones, cabe fantasear con lo que debió de ser el día a día de una comunidad que había poblado Elda supuestamente (los textos históricos que lo afirman son posteriores) desde el mismo pacto de Tudmir.
La cultura árabe dejó infraestructuras y costumbres
Cesiones y adquisiciones
El tal Tudmir no es otro que el noble visigodo Teodomiro (nacimiento y muerte quedan eclipsados por la misma Historia a la que ya pertenece), quien allá por abril del 713 decide, a cambio de que se le respeten posesiones (domina prácticamente Alicante y Murcia) y hasta unas siete poblaciones, que permanecerán cristianas, ceder el resto a Abd al-Aziz ibn Musa ibn Nusair, quien como valí (gobernador) desde Sevilla logrará la islamización del sur peninsular. Sus descendientes administraron estas tierras durante los siguientes seis siglos.
Para cuando llega la Reconquista, simplemente el islam forma parte de lo cotidiano en el modo de vida de la población del sureste. No habrá que extrañarse ante la resistencia de las sociedades vinaloperas, especialmente tras el trágala de la conversión religiosa. Cunde el descontento en una sociedad que, aislada en comunidades rurales al servicio de señores cristianos, queda reducida a una serie de guetos. Y no son pocos: en el Reino de Valencia se contabiliza, por lo bajo, más de un tercio de la población como morisca.
En 1564 se crea la Diócesis con afán catequizador
Nace la Diócesis
Tal problemática llevará a que se cree, por bula papal de Pío IV (1499-1565) y desmembrada de la de Cartagena (activa desde 1250), la Diócesis de Orihuela, oficialmente el 14 de Julio de 1564. Actuaba sobre un amplio territorio perteneciente al citado Reino de Valencia, a su vez integrado en la Corona de Aragón (aunque en el ámbito interno religioso dependía del Obispado de Castilla). La función catequizadora de la Diócesis, sin embargo, fracasará. Felipe III (1578-1621) pondrá la puntilla al decretar la expulsión de los moriscos.
De 1609 a 1610, el ultracatólico Felipe ‘El Piadoso’ expulsará de la nación a un importante contingente humano que dejaba aquí cultura, técnicas, infraestructuras y urbanismos, aparte de un rica toponimia y bienes que serán administrados por Estado e Iglesia. Dañó económicamente, pero se tuvo como un triunfo. Y como señala José Vicente Cabezuelo, en ‘Elda medieval, el dominio cristiano’ (en ‘Historia de Elda’, 2006), dejaron aquello y también “aspectos de vida cotidiana y costumbres que nos identifican como sus herederos”.