Estornudos, picor de garganta, congestión nasal, hinchazón de los ojos, tos, falta de respiración… seguro que estos síntomas nos resultan familiares. El cambio en el modelo de vida ha hecho que las alergias respiratorias hayan aumentado de manera considerable en los últimos años, siendo muchas las personas que las padecen.
Los datos hablan por sí solos; en los países desarrollados la mayoría de la población pasa muy pocas horas al aire libre, permaneciendo en lugares cerrados cerca del 95% de su tiempo. Esto provoca que el aire que respiramos tenga sustancias alergénicas mucho más concentradas, facilitando así la aparición de la alergia al polvo en las personas. A día de hoy se sabe que los ácaros del polvo doméstico son la principal fuente de alérgenos en una casa y que uno de cada dos casos de rinitis alérgica está provocada por estos arácnidos.
¿Qué son los ácaros?
Son unos insectos que no son visibles al ojo humano (miden entre 0,2 y 0,5 mm) que habitan en viviendas y almacenes. La humedad relativa y la temperatura influyen en su desarrollo. Se sabe que en España afecta con más virulencia a Cantabria, Galicia y Canarias, donde los datos señalan que un 30% de la población es alérgica a los ácaros. Si hablamos de personas con enfermedad asmática, las cifras de alérgicos al polvo aumentan hasta un 90%.
En las viviendas tienen sus zonas favoritas, donde se instalan para alimentarse principalmente de las descamaciones dérmicas que el hombre pierde. Fundamentalmente suelen estar en colchones, almohadas, sofás o muebles tapizados, alfombras, cortinas o juguetes de peluche. Sobre todo es en los dormitorios donde más ácaros hay, por lo que es necesario realizar acciones que reduzcan la cantidad. Se estima que sólo en un colchón puede haber un millón y medio de ácaros.
¿Qué medidas se pueden tomar?
Aunque la eliminación de los ácaros es prácticamente imposible, sí se pueden tomar medidas que mejoren la convivencia en la vivienda, como:
- Eliminar las alfombras y moquetas, para evitar que se acumule el polvo en estas zonas.
- Lavar cortinas y peluches de manera asidua y prescindir de la mayoría de ellos.
- Comprar ropa de cama que esté hecha con tejido antialérgico.
- Poner fundas antiácaros a los colchones y almohadas. Asimismo se deben aspirar durante unos 10 minutos una vez al mes y exponerlos al sol, si es posible, un par de veces al año.
- Lavar con agua caliente sábanas y mantas de manera regular (a unos 50º).
- Intentar que la humedad del dormitorio y de la vivienda no supera el 50%.
Diagnóstico y tratamiento
Cualquier persona que tenga síntomas que le hagan pensar que puede tener alergia al polvo debe acudir al alergólogo para verificar el diagnóstico. El médico, como en cualquier proceso alérgico, hará un interrogatorio y realizará una exploración física, que generalmente incluye una auscultación respiratoria y una observación de la mucosa nasal mediante una rinoscopia anterior.
También es muy útil el test de Prick, una prueba cutánea de punción o de escarificación que busca identificar la sustancia o sustancias que provocan la reacción alérgica en el paciente.
Se realiza introduciendo en la piel (el antebrazo o la espalda) una cantidad pequeña del agente que causa el alérgeno. Es indolora, rápida y sencilla, aunque puede provocar enrojecimiento y prurito, y permite diagnosticar a alergia a los ácaros, así como a fármacos, pólenes, hongos, látex, alimentos, insectos o tejidos, entre otros.
La alergia a los ácaros es un proceso crónico que puede provocar brotes bruscos periódicos. Esto puede hacer que el paciente la confunda con simples catarros u otros procesos infecciosos.