La comarca de la Marina Baixa vivió el pasado mes de marzo uno de los episodios de lluvia más cuantiosos de los que se tienen registros. No fueron, salvo en algún momento puntual, precipitaciones torrenciales, pero sí muy duraderas. Llovió durante casi dos semanas de forma ininterrumpida.
El momento crítico para Altea se vivió en el último sábado del mes. Varios factores se alinearon para que ese día y, sobre todo, esa noche, la Villa Blanca entrara en su momento de mayor tensión.
Fue esa jornada cuando, al fuerte aguacero que cayó sobre la localidad durante todo el día, con cerca de 100 litros por metro cuadrado en algunos puntos del municipio, se unió la apertura parcial de uno de los dos aliviaderos del pantano de Guadalest, provocando una importante crecida en el río Algar que se hizo muy evidente en su zona más baja y en la desembocadura de Garganes.
Una fuerte tromba de agua y la apertura de un aliviadero del pantano de Guadalest propiciaron la crecida
Momento crítico
Por fortuna, la situación no llegó a descontrolarse por completo, aunque faltó poco. El propio portavoz del gobierno municipal, Diego Zaragozí, reconoció que “a media tarde del sábado hubo un momento crítico en el que estuvimos preocupados por el daño que hubiese podido ocasionar el agua en algunas zonas del casco urbano si hubiese seguido lloviendo con la misma intensidad”.
Finalmente, la mejora de la situación meteorológica experimentada durante la noche y, sobre todo, a lo largo de todo el domingo, ayudó a mitigar la situación y “la mayor parte del daño se centró en zonas de campo y en la sierra, donde ha caído algún muro”, aunque Zaragozí destacó que “para lo que ha llovido y cómo ha llovido, no hemos sufrido muchos daños”.
Río bravo
Efectivamente, la cosa se saldó con daños menores en zonas muy puntuales, el corte preventivo de alguna carretera y unos días de mucho trabajo para los equipos de limpieza, que se vieron obligados a implicarse a fondo para deshacerse lo más rápido posible del barro y objetos que el agua, en su viaje desde el interior hacia el mar, arrastró a su paso.
En cualquier caso, donde más evidente se hizo el impacto del temporal de lluvia fue en el cauce del río Algar y, en especial, en su desembocadura de la zona de Garganes, donde durante días el lecho habitualmente seco se convirtió en un río bravo.
Las autoridades municipales reconocen que se vivió un «momento crítico» que, por fortuna, no fue a mayores
Imágenes para el recuerdo
Allí, centenares de vecinos de Altea y del resto de la comarca se dieron cita en la mañana de aquel último domingo del mes de marzo de 2022, una fecha ya para la historia meteorológica del municipio, para contemplar la insólita imagen del cauce a rebosar de agua, una situación a la que contribuyó, además del aguacero del día anterior, la apertura de uno de los aliviaderos del pantano de Guadalest, decretada por la Confederación Hidrográfica del Júcar poco después de las siete de la tarde.
Eso provocó, como explicí Diego Zaragozí, “que se produjese una punta de muchísimo paso de agua que, por fortuna, no provocó problemas graves”. Afortunadamente, las medidas preventivas puestas en marcha por la Policía Local y las autoridades municipales propiciaron que las únicas consecuencias, de esa avenida de agua, fueran la acumulación de cañas por los márgenes de las carreteras de la zona y algunas barandillas de puentes dobladas por la presión de la corriente.
Medidor disparado
Como fiel testigo del espectacular incremento del caudal del río en esa tarde tan complicada, quedan los registros recogidos por el medidor situado en la zona conocida en Altea como ‘els dos rius’, por ser el punto de unión de los ríos Guadalest y Algar.
Se trata de una estación por la que durante buena parte del año no se registra el paso de ningún metro cúbico de agua, y que durante la semana previa a esas tensas 24 horas marcó registros de entre diez y veinte metros cúbicos por segundo, que se dispararon a un pico de 125 metros cúbicos por segundo en la medianoche del sábado.
La principal consecuencia para los vecinos se tradujo en la prohibición del uso del agua del grifo
Turbidez del agua
Más allá de esas espectaculares imágenes, el otro principal problema -arrastrado ya desde hace años- que sufrió Altea, como su vecina localidad de l’Alfàs del Pi, fue la prohibición del uso del agua del grifo para consumo humano debido a los altos índices de turbidez que presentó durante más de una semana.
El motivo, como en ocasiones anteriores, hubo que buscarlo cuenca arriba, en el propio pantano de Guadalest. Allí, los intensos aportes que llegaron durante todo el temporal, venían cargados de sedimentos. Altea, al no contar con una estación potabilizadora, no pudo filtrar todos esos sólidos en suspensión y no quedó más remedio que recomendar a los vecinos que no se usara el agua del grifo.