Darse un agradable paseo por cualquiera de las calles y plazas de nuestra localidad, además de ser una muy recomendable actividad para nuestra salud, puede servir también para descubrirnos rincones escondidos, lugares con encanto y sitios emblemáticos aún desconocidos.
Aunque sumergidos de lleno en el ajetreo diario, a poco que nos fijemos podemos aprender algunas cosas interesantes sobre acontecimientos históricos y culturales presentes y pasados, dado que una gran parte de ellas están dedicadas a personalidades ilustres o eventos destacables.
Profundos cambios
Durante los últimos meses, varias calles de la población han sido objetivo de una completa reforma a cuenta del Plan de Acción para la revitalización del centro urbano, que ha traído consigo cambios en el sentido de la circulación en algunas vías y obras de remodelación en otras. Precisamente, una de las que más profundamente ha sufrido estos cambios ha sido la de Gabriel Payá.
Sin embargo, ¿alguna vez se nos ha ocurrido preguntarnos quién era esta persona que prestó su nombre a una de las más transitadas arterias de la zona centro y qué méritos contrajo para que el Ayuntamiento decidiera inmortalizarlo para siempre en el callejero municipal?
Urbanista y propietario de fincas, fue varias veces alcalde de Petrer
Visionario urbanista
Gabriel Payá Payá (1831-1905), fue uno de los hombres clave para el desarrollo de Petrer, la localidad que le vio nacer hace casi dos siglos. Urbanista, alcalde en diversas ocasiones y gran propietario de fincas, su visión de futuro fue decisiva para el despegue y modernización de la villa allá por finales del siglo XIX y comienzos del XX.
Según sus coetáneos, una de sus principales preocupaciones era lograr el bienestar de su pueblo, lo que le sirvió para granjearse el cariño y la admiración de los que le rodeaban y que se vio reflejado en los últimos años de su vida, con la inauguración en 1900 de una calle que a partir de entonces llevaría su nombre: la que arranca en la avenida Joaquín Poveda y muere en la intersección entre José Perseguer y Cánovas del Castillo.
Hijo de Antonio Payá y Micaela Payá, recibió de joven la considerable herencia que le correspondía, una notable cantidad económica que le convertiría en ‘propietario’, es decir, en dueño de una gran fortuna que le haría pasar el resto de sus días disfrutando de una vida desahogada y sin estrecheces.
Desde joven era contrario a las ideas absolutistas
Contrario al absolutismo
Desde edades muy tempranas era próximo a las ideas liberales en una España que en aquella segunda mitad de siglo XIX se debatía en luchas dinásticas y políticas en bandos opuestos entre carlistas e isabelinos, liberales y progresistas, que mantendrían sumido al país en reyertas intestinas durante las décadas siguientes.
En 1860 contrajo matrimonio con Mª Josefa Payá y Beviá, natural de Agost, fruto del cual nacerían siete hijos. Seis años más tarde, en 1866, perdería a su esposa víctima del cólera, aunque poco después se casaría de nuevo con la petrerina María Josefa Payá y Amat, con la que esta vez no tuvo descendencia.
Gabriel Payá amasó una gran fortuna en fincas urbanas y rústicas por todo Petrer. Ese gran patrimonio, unido a su carácter y celo familiar, le valió el apodo del “Tío Moro” por el que se le conoció popularmente tanto a él como a sus descendientes, los cuales llevarían con orgullo este sobrenombre y perpetuarían su estirpe hasta nuestros días. Los que tuvieron la ocasión de tratarle hablaban de él como de un hombre de gran carácter, cercano y accesible, generoso con los demás y empeñado por hacer de Petrer un pueblo próspero y moderno.
Construyó un casino, el teatro Cervantes y la Bassa del Moro
Construcción del Teatro Cervantes
Parte de la fortuna que acumuló la emplearía en adquirir nuevas propiedades, que no harían más que acrecentar su patrimonio y que utilizaría en beneficio de sus conciudadanos. Además de promover la apertura de la calle que lleva su nombre, hizo levantar también edificios emblemáticos como un Centro Recreativo en la calle Prim, y el Teatro Cervantes, uno de los primeros centros escénicos edificados en la comarca y que a día de hoy continúa siendo un referente cultural en nuestra localidad.
Otra de las obras por las que se le recuerda es la construcción en 1903 de la Bassa del Moro en la partida del Guirney, para el riego de las tierras que dicha partida comprendía. Además, fue también un activo urbanista, promoviendo el adecentamiento de calles y alumbrado, así como llevando a cabo mejoras en el trazado de los caminos de comunicación con los municipios vecinos.
Político de largo recorrido
Su carrera política fue larga y fructífera y siempre ocupando diferentes cargos municipales. Estuvo al frente del Partido Liberal local y llegó a ser alcalde de Petrer en varias ocasiones, la última de ellas tres años antes de morir.
El tramo final de su vida los pasó disfrutando del respeto, la admiración y el cariño de sus vecinos y allegados hasta su fallecimiento el 23 de octubre de 1905 a causa de una gastroenteritis infecciosa. Su desaparición causó un hondo dolor entre familiares y amigos.
Hoy, la calle que lleva su nombre, continúa perpetuando su memoria y, a pesar de los cambios que la han transformado a través de todas estas décadas, aún conserva fresco el recuerdo de este hombre cuyo mayor anhelo, tal y como él mismo manifestó el día de la inauguración en medio de una gran expectación ciudadana, “siempre fue la prosperidad y engrandecimiento del pueblo que me vio nacer”.