El pasado mes de marzo fue uno de los más lluviosos de cuantos se tienen registros en la provincia de Alicante. El agua caída sobre la región alejó, veremos por cuanto tiempo, el fantasma de la sequía que se había convertido ya en una amenaza real, dejando el nivel de los embalses de la zona con unas reservas que hacían prever la vuelta de restricciones para ciertos usos durante los meses más secos del año.
En cualquier caso, los expertos avisaban de que para que se pudiera hablar de un periodo de sequía real, la primavera, una de las estaciones más lluviosas en el histórico alicantino, debía de seguir la misma tendencia que se había registrado desde el pasado verano, algo que, como quedó patente durante los largos días en los que apenas se pudo ver la luz del sol, no sucedió.
Embalses llenos
En esta ocasión, al contrario de lo que sucedió en episodios pretéritos, la lluvia no cayó de manera torrencial, sino que lo hizo de manera continuada durante muchos días, algo que provocó que apenas se produjeran daños de consideración en el campo o sobre las infraestructuras.
Además, los continuos aportes de agua que recibieron los dos pantanos de la comarca de la Marina Baixa, el del Amadorio y el de Guadalest, llenaron ambas reservas hasta el punto de que el segundo, que es el que abastece a La Nucía, se viera en la obligación de abrir parcialmente uno de sus aliviaderos para evitar que el nivel de agua llegara a límites peligrosos.
La gran cantidad de sedimentos que transportaba el agua del pantano de Guadalest puso a prueba la planta nuciera
Agua turbia
Pero, como suele suceder en estos casos, el mismo fenómeno que trajo el alivio a los pantanos con su llenado, provocó serios problemas para la red de agua potable comarcal. Como ya sucediera en el pasado, el repentino e importante aporte llevó hasta los embalses no sólo agua, sino que también cayó en los mismos una gran cantidad de sedimentos arrastrados por el paso del líquido a través de las laderas y los acuíferos, así como por el hecho de que se removieran los lodos que conforman los fondos de los pantanos.
Todo ello causó, como se ha apuntado, un importante contratiempo para la red de agua potable de la Marina Baixa, que bebe de forma principal del embalse de Guadalest. A los depósitos de los distintos municipios comenzó a llegar un agua con altos grados de turbidez que, de no ser tratada convenientemente, obligaría a prohibir o, al menos, recomendar que no se utilizara el agua del grifo para el consumo humano.
Restricciones
De hecho, eso es lo que sucedió en las vecinas localidades de Altea y l’Alfàs del Pi. Allí, y durante un periodo de dos semanas, los usuarios no pudieron beber ni cocinar con el agua del grifo, que incluso llegó a pedirse que no fuera utilizada para la higiene personal.
Mientras que Altea no cuenta con una planta potabilizadora en su depósito de agua municipal, especialmente llamativo fue el caso alfasino que, tras registrar problemas similares tras la Dana de hace ya algunos años, construyó una planta potabilizadora que no fue capaz de filtrar la enorme cantidad de sólidos en suspensión que arrastraba el agua del pantano.
El Ayuntamiento realizó en 2018 una inversión de 1,5 millones de euros en la potabilizadora
Inversión millonaria
Sin embargo, y también tras efectuar importantes mejoras en su infraestructura tras aquella misma Dana, la planta potabilizadora de La Nucía fue, junto a las más amplias instalaciones de Benidorm, la única que consiguió garantizar un agua de buena calidad para sus vecinos. De hecho, y pese a que el líquido elemento llega a La Nucía desde el mismo pantano que a sus municipios vecinos, las autoridades locales no tuvieron que activar ningún tipo de restricción sobre su uso.
Tal y como subraya el alcalde de La Nucía, Bernabé Cano, esto ha sido posible gracias a las importantes mejoras que se han venido realizando en la potabilizadora local a lo largo de los últimos años. Unas intervenciones que “han supuesto una inversión de 1,5 millones de euros en la Planta Potabilizadora en 2018 para eliminar para siempre los problemas de turbidez” y que, “como se ha comprobado en 2022 tras este episodio de lluvias torrenciales de marzo”, han dado el resultado esperado.
El agua del grifo de La Nucía se sirvió con niveles de 0,5, muy por debajo del límite de 5 que marca Salud Pública
Por encima de lo exigido
La planta potabilizadora de La Nucía fue, por lo tanto y como recuerda Cano, capaz de “eliminar la turbidez del agua proveniente del pantano, lo que permitió suministrar agua a todos los vecinos de La Nucía con unos estándares de calidad por encima de los exigidos por las autoridades sanitarias y que marca la ley, incluso en episodios extraordinarios como esa semana de lluvia”.
En este sentido, Salud Pública marca como máximo 5,00 unidades de turbidez en el agua (NTU) para que la misma sea apta para el consumo humano, unos límites que coinciden con los marcados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que añade que la misma estará idealmente por debajo de 1 NTU.
Tal y como explicó el munícipe nuciero, la Planta Potabilizadora de La Nucía suministró, durante aquel momento crítico, un agua con 0,5 NTU pese a que “el agua llegaba a las instalaciones con una turbidez de 27 NTU y picos de 40 NTU”.