Entrevista> Laura Fabregat Duréndez / Maestra y escritora (Orihuela, 15-febrero-1955)
La oriolana Laura Fabregat ha ejercido la docencia durante décadas, tanto de forma particular como en centro escolar. Sus especialidades eran Geografía e Historia pero, con el tiempo, decidió profundizar en la asignatura de Religión, una rama que le atraía particularmente y que le animó a regresar a la universidad para licenciarse en Ciencias Religiosas.
Hoy es ya una mujer jubilada que tiene su propio programa de entrevistas en la televisión comarcal, y aparte dedica su tiempo a la escritura compartiendo sus conocimientos.
Desde AQUÍ en Orihuela la hemos entrevistado para conocer mejor su trayectoria, sus libros y qué consejos educativos puede ofrecer tras haber compartido media vida con los niños.
«Siempre he querido ser docente, nunca me planteé otra profesión»
¿Cómo recuerda su época de alumna?
Fui una niña alegre, querida y responsable en lo esencial, lo cual no quiere decir que no fuera traviesa, pero sabía mis límites.
¿En qué momento decidió dedicarse a la docencia?
Fue algo instintivo, nunca me planteé otra profesión, y durante las prácticas de Magisterio me auto reafirmé en mi elección.
¿Le gustan los niños?
Mal lo llevaría si no fuera así. Como maestra han sido mi objetivo, desde infantil hasta secundaria.
Los niños deben de ser nuestro centro y su formación nuestro objetivo. Los adultos tenemos una gran responsabilidad con ellos y, a veces, parece que no lo sabemos.
¿Hasta qué punto cree en la influencia del profesorado en la educación de los alumnos?
En todas las etapas de la enseñanza los maestros y profesores dejamos huella en los alumnos, no en todos claro, pero si en un número considerable.
Somos una influencia sin proponérnoslo, pero así ocurre. Lo he notado, sobre todo, a lo largo de los años cuando te encuentras con exalumnos y en la forma en que se dirigen a ti; pero no olvidemos que el porcentaje mayor de influencia es la familia, y también el entorno que rodea al niño.
«El maestro es un guía en determinadas parcelas a las que los padres no pueden llegar»
Tras 30 años trabajando con niños, ¿cuáles son los cambios que ha ido observando como educadora en sus alumnos?
Que el poco amor daña y el exceso también. En muy poco tiempo ha habido cambios en nuestra sociedad a los que hemos tenido que adaptarnos de forma rápida e intuitiva. Estos cambios han hecho que nuestros alumnos hayan crecido sobreprotegidos.
Hoy tenemos miedo de todo porque tenemos más información y nos llegan noticias que nos aterran. Pero debemos esforzarnos en darles autonomía y enseñarles a gestionarla.
¿Es más fácil educar hoy o hace treinta años?
Debería ser más fácil porque tenemos más medios, pero es más difícil porque tenemos que luchar contra la influencia de los medios a los que tienen acceso y contra la inmediatez, nuestros niños lo quieren todo y ya.
El papel de la familia es trascendente y duro hoy día. Hemos llegado a un punto en el que es necesaria una buena educación y respeto, y ambos se están perdiendo por esa inmediatez a la que hemos contribuido todos al querer satisfacer enseguida los deseos de nuestros hijos, que cuando no lo obtienen se rebelan y volvemos a las faltas de respeto. No ocurre en todas las familias, pero sí es muy habitual.
¿Qué valores ha intentado inculcar a los alumnos durante su extensa trayectoria?
El esfuerzo, el trabajo, la constancia, el respeto a todos y la valoración de aquellos que nos aportan algo valioso para ser ‘personas’.
¿Cuáles son los aspectos que considera usted como indispensables para ser profesor?
Pedagogía y, dentro de ésta, la didáctica. Pero no hay que ser rebuscados, lo sencillo y simple, a veces, es lo más efectivo.
Sobre todo hacer que los niños se sientan escuchados, hablarles con claridad, tratarles como lo que son, personas, que no por ser pequeñas o jóvenes dejan de entendernos, no son tontos. Es más, hoy día con lo motivados que están con los medios en algunas cosas nos llevan ventaja.
«Debemos dar más autonomía a los niños»
¿Cree que, desde hace años, la figura del profesor como autoridad se está degradando?
Antes, el mero hecho de ser maestro o profesor ya era un plus de respeto por parte de los padres e hijos, pero ahora son los propios padres los que no respetan, a veces, la función del maestro y los hijos los imitan.
¿Cómo considera que debe ser la relación entre el profesor y el alumno?
De respeto y confianza. Puedo decirte que muchas veces los alumnos nos cuentan cosas que a los padres no les dicen, se sienten mejor entendidos. Yo comprendo que los padres tienen mucho temor al mundo y a lo que les pase a sus hijos, pero éstos necesitan ser entendidos y poder expresarse.
El maestro es un guía en determinadas parcelas a las que los padres no pueden llegar, por eso lo ideal es la complicidad entre padres y maestros.
¿Y entre el profesor y los padres?
Existe una parte de padres y madres que respetan y valoran la acción del maestro, y no tiene que ver la clase social ni su nivel económico. Simplemente son inteligentes y saben que ambos colaboran estrechamente, cada uno tiene su misión.
Esos hijos serán exitosos porque aprecian coherencia en la relación y aprenden. Pero cuando ocurre lo contrario, es muy perjudicial en la educación del niño.
«La autoridad del maestro se está degradando porque algunos padres no respetan su función»
A su parecer, ¿qué debería cambiar?
En primer lugar, los padres deben valorar adecuadamente a los maestros. También creo que ha de cambiar la formación del maestro, debe ser especializada pero siempre acompañada de un manejo en todas las áreas para trabajar de forma interdisciplinar, desde infantil hasta bachillerato e incluso en la universidad.
Por otro lado, la escritura manual es básica en los estudios, hacer esquemas, trabajar con papel y lápiz… No debemos perder los hábitos tradicionales y básicos de aprendizaje, aunque adoptemos otras formas más modernas de acceso a la información, pero basarlo todo en las tablets… no.
¿Qué consejos daría a los padres de hoy para educar a sus hijos?
Que se dejen guiar por los profesionales, que dialoguen sobre sus hijos y consensuen una estrategia común y, sobre todo, que aspiren a que sean buenas personas más que otra cosa.
El éxito de un ser humano no está en ganar más dinero o prestigio social, el éxito es ser ‘buena gente’, como dicen los más jóvenes.
Hablemos ahora sobre sus libros. ¿Por qué publicó su obra, ‘¡Este libro es para ti! Lo que necesitan tus hijos’?
Este libro es producto de la experiencia, de errores y aciertos míos y de otros. Intento convencer a los padres de la importancia de la inteligencia emocional en la formación de sus hijos. Si nuestra inteligencia emocional está equilibrada, la vida de nuestros hijos, tengan el trabajo que tengan y les ocurra lo que les ocurra, lo sabrán gestionar y serán más felices y eficientes.
Tengamos en cuenta que la Inteligencia emocional es el 50% de nuestra personalidad.
¿Desde qué momento podemos empezar a trabajar la educación emocional en los niños?
Pues fíjate que te diría que desde el vientre materno. Todas las emociones que siente la madre se transmiten al feto, y éste nacerá ya con ‘algo’ que queda en el subconsciente pero que influirá en su vida.
Luego tengamos por cierto que los cinco y seis años de la vida del niño son trascendentales en la conformación de su personalidad. Es una etapa en la que lo experimentado, bueno o malo, perdurará para siempre.
«Los cinco y seis años de vida son trascendentales en la conformación de la personalidad del niño»
Entre niños educados emocionalmente y niños que no han desarrollado esta inteligencia emocional, ¿qué cambios podremos notar?
La actitud ante situaciones de tensión, desconocimiento, etc. La forma de expresarse, la serenidad con la que se desenvuelven…
No tienen cambios bruscos de humor, saben verbalizar lo que les ocurre, saben lo que quieren y lo que no, no tienen rabietas cuando no alcanzan sus objetivos, se adaptan fácilmente y no se dejan influir para hacer lo que no quieren.
¿Te llegan comentarios de los lectores?
Lo publicité poco, pues soy novata en estas lides, pero quien lo ha leído le ha gustado y le aporta a nivel personal.
Recientemente has publicado tu segundo libro, ‘¿Pero es que de Nazaret puede salir algo bueno?’ ¿Tiene algo que ver con el primero?
En principio no. Uno es de educación emocional y el otro es de formación histórico-crítica. Dos temas diferentes, pero que uno puede ayudar al otro.
¿Cuál es la historia que relata este libro?
En él pretendo dar la información, tanto para un creyente como para un ateo, sobre la situación política, social, religiosa y antropológica de Jesús de Nazaret y su entorno, así de cómo perviven costumbres, hasta culinarias, de la cultura judía en la cristiana.
El libro también aclara ciertas narraciones que todavía se toman al pie de la letra sobre el Génesis, y desde que nace el cristianismo hasta el siglo I. Ahí concluye este trabajo de investigación que nos permite entender algo mejor la llamada cultura cristiana.
¿Qué te animó a escribirlo?
Las lagunas que yo tenía y he visto que otros también. El libro explica, cómo me hubiese gustado a mí que me explicaran, desde el punto de vista histórico, qué es el cristianismo, como surge, quién es el Galileo, por qué su trascendencia, etc.
«En mi primer libro recalco la importancia de la inteligencia emocional en la formación de los niños»
¿Cómo está siendo su acogida por los lectores?
Bastante buena, o al menos eso me dicen, aunque mi despiste me jugó una mala pasada. Os cuento la anécdota y es que soy muy despistada. Resulta que, a la hora de mandar el archivo a editar, mandé el que tenía alguna errata, y me quedé con el bueno del todo. ¡Me equivoqué! Así que volveré a editarlo otra vez limpio. Pero quien lo ha leído dice que le encanta. Ojalá así sea.
¿Cuáles son tus próximos proyectos profesionales y literarios?
Pienso continuar entrevistando en mi programa a personalidades de nuestra comarca, a esas personas que suman y que tienen cosas que ofrecer.
También tengo en mente continuar escribiendo sobre las parábolas del Galileo Jesús. Pero contadas desde el contexto social e histórico en las que fueron descritas. Esto permitirá que sean entendidas en la profundidad que tienen, pues son de gran belleza cuando se comprenden en su contexto.