Si hay un alicantino que haya sabido hacerse notar por tierra, mar y aire… sin duda ese es Julio Guillén Tato. Hablamos de un ilustre marinero que también fue pionero en el ámbito de la aerostática y que destacó a su vez en otras muchas facetas, a priori dispares, como la investigación histórica o el arte.
Quizás la adolescencia sea la época en la que somos más influenciables, y por eso habitualmente nos da por imitar a aquellos que convertimos en nuestros ídolos como futbolistas, cantantes, actores, etc. Algo así le ocurrió a este chaval cuando descubrió la figura del navegante Jorge Juan, hasta el punto de que se pasaría el resto de sus días persiguiendo sus pasos. Un sueño que le llevó a vivir una vida realmente agitada.
Pilotó el primer dirigible aéreo que sobrevoló el cielo de Alicante
Nacimiento
A finales del siglo XIX los Guillén y los Tato eran dos de las familias más distinguidas de Alicante. Heliodoro Guillén (padre de nuestro protagonista) fue un distinguido artista local y uno de los pioneros constructores de las Hogueras de San Juan. José María Tato (el abuelo materno) fue un importante constructor y a la vez sobrino de Tomás Tato, el fundador del barrio de San Blas.
Así pues, desde que Julio nació en la calle San Fernando el 5 de agosto de 1897 disfrutó de una buena educación fruto de la boyante situación económica familiar. Fue alumno de los Agustinos y luego del College de l’Alliance Française.
Sueños de adolescente
Durante su adolescencia soñó con ser actor e incluso llegó a participar en alguna obrilla de teatro. También demostró grandes dotes artísticas como su padre, por lo que trabajó como discípulo del escultor local Vicente Bañuls (el mismo que esculpió los monumentos a Maisonnave y Canalejas que todavía hoy imperan en nuestra ciudad).
Ambos trabajaron juntos en la realización de un busto a la figura de Jorge Juan. Así fue como el joven alicantino descubrió las hazañas de aquel navegante noveldense que, dos siglos atrás, formó parte de la primera expedición científica que logró medir con exactitud el meridiano de la Tierra. Desde entonces Julio lo tuvo claro… él también quería ser marinero.
Reconstruyó una réplica de la carabela Santa María en la que navegó Cristóbal Colón
Sobrevolando los cielos
A los 17 años se matriculó en la Escuela Naval de San Fernando. Gracias a sus excelentes calificaciones muy pronto logró ir ascendiendo puestos como guardiamarina, alférez de fragata y de navío. Más adelante ingresó en la recién fundada Escuela Aeronáutica de Barcelona, la primera de este tipo que se abría en España.
Eran los primeros años de la aviación, y en 1922 Julio Guillén regresó a su ciudad natal desde el aire comandando el primer dirigible aéreo que los alicantinos vieron volar sobre sus cabezas en nuestro cielo.
Cuando estalla la Guerra del Rif fue destinado como parte de la tripulación del primer buque portaaeronaves que tuvo la Armada Española. El alicantino protagonizó varias acciones de mérito por las cuales fue condecorado en persona por los Reyes de España. Dado que nunca había dejado su vena artística de lado, aprovechó este encuentro para regalarle a Alfonso XIII un retrato dedicado.
Tras la guerra fue llamado a representar a España en la Copa Gordon Bennett, competición internacional de globos libres celebrada ese año en Bruselas y que todavía hoy se disputa. Se casó y tuvo cuatro hijos, uno de ellos de nombre Jorge Juan.
Director del Museo Naval
Gracias a todas estas sonadas acciones su fama creció tanto que en 1933 fue nombrado director del Museo Naval en Madrid. En una de sus primeras labores diseñó una réplica exacta de la famosa carabela ‘Santa María’ con la que Cristóbal Colón descubrió América.
Durante los siguientes años Julio Guillén se involucraría en diversas investigaciones sobre historia naval, hasta que la Guerra Civil interrumpió violentamente su labor. Por razones poco claras se le consideró “desafecto a la República” y fue detenido hasta que logró escapar hacia Polonia.
Lo más curioso (o absurdo) del caso es que al regresar a España el régimen franquista le tacharía de “republicano y afecto al Frente Popular”, razón por la que fue oficialmente expulsado del ejército. Es decir, sufrió la situación de que ambos bandos le consideraran como enemigo.
Durante la Guerra Civil ambos bandos le consideraron enemigo
La última voluntad de Elcano
Por algún tiempo estuvo trabajando como cronista del ayuntamiento de Cádiz, hasta que su nombre desapareció de las listas negras y pudo recuperar su trabajo en el Museo Naval. Más adelante también se convertiría en el primer director del Instituto Histórico de la Marina y en miembro de la Real Academia de la Historia y de la Real Academia Española de la Lengua.
En una de sus muchas investigaciones históricas, descubrió un documento inédito firmado por el célebre marinero Juan Sebastián Elcano, en el cual pedía como última voluntad que se donaran 24 ducados de su herencia al Monasterio de Santa Faz. Fue Julio Guillén quien cumplió, de su propio bolsillo, este deseo cuatro siglos después.
Fallecimiento
El 27 de noviembre de 1972 falleció en Madrid, dejando atrás un inmenso legado de trabajos de investigación. Llegó incluso a ejercer de asesor cinematográfico para una película peruana sobre travesías navales llamada ‘Alba de América’.
Por desgracia se quedó a solo un año de poder celebrar el segundo centenario del fallecimiento de Jorge Juan, tras trabajar en la organización de los actos conmemorativos hasta casi su último día. Tal vez allá donde estén, aquel adolescente al fin haya podido conocer al ídolo que tanto le inspiró durante toda su vida.