Sus restos reposan sobre el lecho marino, a poca distancia de la costa de La Vila Joiosa, desde hace casi 2.000 años. Tiene treinta metros de eslora y un porte de unas 230 toneladas. Fue, en su tiempo, un enorme velero que transportaba un cargamento de unas 2.500 ánforas que contenían, cada una de ellas, cuarenta litros de salsa de pescado elaborada a base de boquerón, caballa y jurel.
Muchos siglos olvidado
Y allí, bajo el mar, permaneció olvidado desde que naufragó, a mediados del siglo I de nuestra era, hasta 2001, cuando fue descubierto por José Bou y Antoine Ferrer, que le dieron nombre. Es el pecio Bou Ferrer.
Hace ahora diez años, en 2012, la Universitat d’Alacant, junto a la dirección general de Patrimonio Cultural y Vilamuseu, pusieron en marcha un proyecto vanguardista de investigación y difusión del patrimonio cultural subacuático con la realización de una campaña de excavación arqueológica, enfocada a obtener más datos sobre unos lingotes de plomo que iban a bordo del barco.
El barco, hundido en el siglo I de nuestra era, transportaba ánforas y plomo propiedad del emperador Nerón
Lingotes imperiales
Los resultados de las investigaciones, en las que han participado varios expertos internacionales, han conferido a este yacimiento un valor patrimonial que ahora es ya difícil de cuantificar. Una serie de marcas estampilladas (IMP. GER. AVG) permiten a los especialistas asegurar que los lingotes de plomo del pecio Bou Ferrer no tienen un propietario anónimo, sino que pertenecían al propio emperador de Roma, Nerón.
El pasado mes de noviembre, además, el documental ‘El pecio Bou Ferrer de la Vila Joiosa: un yacimiento extraordinario’, se alzó con el premio al mejor documental con temática de la provincia de Alicante en el festival Docs Alc 2022 del Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, volviendo a poner de moda esta inacabable fuente de conocimiento que el director de Vilamuseu, José Antonio Moya, califica como “uno de los yacimientos más importantes del mundo”.
Se sabe que, por algún problema de navegación, se separó de su flotilla y buscó cobijo en el puerto de Allon, al que nunca llegó
De viaje a Roma
Moya justifica esa rotunda afirmación explicando que el pecio Bou Ferrer se trata de la “mayor nave imperial romana que se puede excavar en el Mediterráneo. Era un barco de más de treinta metros de eslora que hacía repetidamente el viaje entre el puerto de Gades, la actual Cádiz, y Ostia”, la ciudad que servía como puerto para Roma, “los dos puertos más grandes del Imperio”.
El director de Vilamuseu ilustra la historia del barco explicando que “cuando se hunde frente a La Vila, va cargado de toneladas de plomo de Sierra Morena y unas 3.000, aunque no podemos saber el número exacto, ánforas de salsa de pescado, que creemos que como en el caso de los lingotes de plomo, que sí sabemos que eran de Nerón, también iban directamente a su palacio en la capital del Imperio”.
Hoy en día se encuentra a unos veinticinco metros de profundidad frente a las costas de La Vila Joiosa
Los barcos más grandes
El pecio Bou Ferrer es el único vestigio que ha llegado a nuestros días de lo que Estragón llamó ‘las naves de la Bética’ que, como ilustra Moya, eran barcos “extraordinarios. Eran los mayores barcos del mundo y cuando llegaban a Roma despertaban una expectación como si fueran una atracción turística”.
El valor de este pecio, además de por todo lo dicho, radica en que “es el único que se hundió a una profundidad, de unos veinticinco metros, que nos permite excavar y trabajar en él”, subraya el director de Vilamuseu.
Un hundimiento providencial
Para entender cómo llegó el pecio Bou Ferrer a hundirse tan cerca de la costa vilera, donde nunca debería de haberse acercado, José Antonio Moya explica que los científicos han podido determinar que la nave “navegaba a unos cien kilómetros de la costa cuando tuvo un problema. La bomba de achique no fue capaz de evacuar toda el agua que estaba entrando en el barco por motivos que desconocemos y eso hizo que se separara de su flotilla”.
Tomada esa decisión, “trató de salvarse en la ciudad de Allon, que es una de las cuatro ciudades romanas de la actual provincia de Alicante y el último puerto del Mediterráneo en la ruta hacia Roma. Era la oportunidad más cercana para salvarse”. Por desgracia, “cuando les quedaba sólo un kilómetro para llegar, se hundieron. Ellos tuvieron mala suerte, pero nosotros no la pudimos tener mejor porque tiene las respuestas a muchas preguntas que nos hacemos sobre estas naves de la Bética de las que, salvo esta, ninguna se ha podido excavar”.