Faltaban apenas dos días para celebrar la Nochevieja de 1980. España no lo sabía, pero aquellos convulsos meses del primer año de la década que debía cambiarlo todo tras la aprobación de la Constitución del 78 iban a desembocar, sólo dos meses más tarde, en el famoso intento de golpe de estado cuyos responsables últimos siguen protegidos por el sello de ‘alto secreto’ de documentos no desclasificados.
Quedaban, decíamos, pocas horas para el cambio de año y en Altea, como en el resto de las ciudades de la Costa Blanca, de la Comunitat Valenciana, de España y del mundo, las mujeres -estamos en el año 80, recuerden- llenan los puestos de los mercados haciendo acopio de las últimas viandas con las que llenar a rebosar las mesas en las que todos estarían pendientes del especial ‘Mañana será otra década’, presentado por Alfredo Amestoy en La1, que entonces no se llamaba La1 porque no había otra.
Un temporal devastador
Sin embargo, sobre las cabezas de todos los españolitos se estaba formando una profunda borrasca, que iba a arrasar la Península Ibérica y las islas Baleares con una virulencia pocas veces vista en una tierra acostumbrada a gotas frías y fenómenos extremos.
Aquel temporal fue especialmente destructivo en el litoral levantino, concentrándose su furia en algunas de las playas más expuestas de la provincia de Alicante, como las de Altea, donde se registraron olas de hasta nueve metros de altura, vientos de hasta ciento cincuenta kilómetros por hora y cuantiosas pérdidas materiales debido a la destrucción generada por el mar, el viento y la lluvia.
En Altea se registraron olas de hasta nueve metros de altura y vientos de ciento cincuenta kilómetros por hora
Dos personas muertas
Pero si los daños materiales fueron importantes, nada hubo más trágico aquellos días que las dos vidas humanas que se perdieron y que el mar escupió, como un cruel recordatorio de lo que es capaz de hacer cuando se encabrita, en la Villa Blanca, convirtiéndose así el municipio alteano en el centro de atención -indeseado esta vez- de los medios de comunicación nacionales e internacionales.
Junto a los dos cadáveres, la costa alteana -y el resto del litoral levantino- amaneció el día 30 de diciembre moteado de embarcaciones varadas que habían sido escupidas desde alta mar o arrancadas de sus amarres en los puertos y clubs náuticos cercanos.
Dos hombres de nacionalidad alemana perdieron la vida en Altea. Uno de ellos apareció en la playa vestido con un traje de buzo
Dos días de temporal
Uno de los cadáveres encontrados en aguas de Altea era el del súbdito alemán Hans Ceurg Treges, de cincuenta y tres años, que apareció flotando en Altea con traje de buceador. Murió también otro alemán, George Karl Gustav, de cincuenta y cuatro años, que falleció mientras intentaba poner a salvo su embarcación.
El boletín mensual que entonces editaba el Ayuntamiento de Altea recogía en sus páginas de diciembre de 1980 que “desde el sábado 27 por la noche hasta el lunes 29, un fuerte temporal azotó Altea, dejando como salto cuantiosos daños en el campo y en la costa, donde tanto las embarcaciones como las instalaciones deportivas sufrieron el embate del mar”.
También en el mes de diciembre de 2017 se repitió un fenómeno similar
Daños en mar y en tierra
Una de las imágenes más recordadas de aquellos días no fueron solo las numerosas embarcaciones que se soltaron de sus amarras y acabaron encalladas en las playas alteanas al perder el abrigo del puerto, sino, como escribía el cronista entonces, la del “buque Sam Alex, cuya silueta ya va haciéndose parte de nuestra bahía” y que, añade, “se desplazó y embarrancó en las peñas del Albir”.
De aquel temporal de 1980, quizás el más devastador de los vividos en la Villa Blanca, no se salvó tampoco el interior, donde cítricos y algarrobos fueron los ejemplares más maltratados por la fuerza del viento. El aire no sólo dejó muy pocos árboles en pie, sino que hizo perder la totalidad de la cosecha de naranjas debido a la caída de los frutos que “constituían, sin exageración, una auténtica alfombra”, tal y como recogía la prensa de la época.
Una tormenta histórica, pero no única
En ese mismo ejemplar del boletín mensual del Consistorio alteano, se echa la vista atrás, como siempre que suceden este tipo de calamidades, y se afirma que ese “embate del mar” fue de tal magnitud que “no se había observado, según se recuerda, desde el año 1946”, es decir, treinta y cuatro años antes.
Casi con puntualidad británica, el siguiente temporal de un calado similar llegó treinta y siete años después, en diciembre de 2017 -hace ahora casi cinco años- cuando, según informó en su momento el Club Náutico de Altea, “el viento de gregal de NNE sopló con fuerza hasta alcanzar intensidades de fuerza once con una mar gruesa de olas que llegaron a los seis metros”.
En aquella ocasión, la estación meteorológica local del Club Náutico registró vientos constantes de entre cuarenta y sesenta kilómetros por hora con rachas puntuales, que oscilaron entre los noventa y los ciento once kilómetros por hora y precipitaciones acumuladas, entre el veintiuno y el veintidós de aquel año, de 128 litros por metro cuadrado.