El agua está viva. Y la vida se abre camino. El Segura y las escasas lluvias impregnan una tierra que, en vez de desierto, es fértil vergel. Gota a gota, fue infiltrándose en las entrañas de la Vega Baja hasta lograr milagros como la cueva del Perro, en el tuétano de la sierra de Callosa, cuyos escasos sombrajes cobijan, además de a Callosa de Segura o Redován, a la veterana Cox, alquería musulmana (poblada desde la Edad de Bronce, desde el 3300 y el 1200 a.C.) que Alfonso X incluyó en sus dominios en 1226, aunque en 1304 pasaba al Reino de Valencia.
Juan Ruiz Dávalos (nacimiento y defunción los ubican entre 1387 y 1507, pero no fue un matusalén) compraba la localidad hacia el XIV, convirtiéndose en el primer señor de Cox, que poblarán los moriscos (musulmanes forzosamente convertidos al cristianismo) en el XV. Se independizaba de Orihuela en 1572.
Quizá ya jugaba entonces la chavalería en las un tanto agobiantes interioridades de la gruta: para acceder, hay que hacer algo de espeleología, unos 30 metros adentro cuerpo a tierra. Cortinas de estalactitas (de arriba abajo) y estalagmitas (desde el suelo) señalan la huella del líquido elemento en el vientre calizo de la serranía. El acceso está restringido para proteger la rica fauna quiréptira (murciélagos). Pero el viaje nos acerca ya a la misma ciudad.
Cuevas y almacenes
La ermita de San Isidro (mediados del pasado siglo), miniatura sacra de mampostería adornada con mortero y pintada, alma de las fiestas de mediados de mayo, nos sitúa en un paisaje de chalés familiares con piscina y almacenes desde donde surtir los comercios de frutas, verduras, aves…
Ubicada Cox (mayormente llana, a 16 metros sobre el nivel del mar, aunque el alto de Cruz de Enmedio se eleva 561 metros) en las relativas cercanías de Elche y Torrevieja, y de allí a puertos como el de Alicante (la autovía del Mediterráneo está a un paso sobre ruedas, cogiendo la CV-900 Orihuela-Callosa) o aeropuertos como el ilicitano, este municipio sembrado en la vertiente noroeste de la sierra, que linda al norte con Catral y Granja de Rocamora, al este con aquella y Callosa de Segura, con esta y Redován al sur, y al oeste con Benferri y Orihuela, transpira agricultura.
Ya en 1970 presentaba una superficie cultivada del 49’6%, con cereales y algarrobos como cultivo secano; y cáñamo, hortalizas o patatas en regadío. Quedaban entonces unas 21 hectáreas de palmerales (orgullosa representante de ellos, la urbana ‘culebra’, casi 20 metros tumbados y cinco erguidos, trasplantada aquí en 2006 desde el Huerto del Marqués).
La fértil economía
Donde además se produce calzado, también textil (hasta se fabrican redes) o cualquier industria de la construcción, la huerta sigue muy al frente, alimentando, en lo local, lo nacional y hasta paneuropeo, mercadillos, comercios tradicionales y baldas de hipermercados. Verduras varias (como alcachofas o alcauciles, ‘alcasiles’ por estas tierras), frutas que pretendemos verduras (berenjenas, tomates) y casi cualquiera de las otras (en especial los cítricos), más flores.
Un singular fruto de esta vega, popularmente ‘la huerta de la huerta’, es un visitable molino (calificado antaño de ‘macho’ por sus dimensiones) construido a principios del XVII (no el XVIII, como aseguran unos azulejos) por colonos castellanos para la molienda del cereal y hasta como noria. Tras la restauración de 2006 transmutó en jugoso museo etnográfico de tres plantas.
Si es que lo hortofrutícola se señorea incluso en unos Moros y Cristianos en honor a la Virgen del Carmen, a mediados de julio, en cuyos vistosos desfiles, con carrozas, cabe desde lo histórico a lo carnavalesco, quizá a los sones de la Sociedad Musical La Armónica (1975), con primer concierto el 8 de diciembre de 1976.
Entre calles y castillos
Todo está cerca en Cox, cuyos 7.431 habitantes en 2022 ven a su población (con la sierra como telón de fondo) conurbada con Granja de Rocamora (2.626 registros), cada vez más avecindada, bordeando la sierra, con Redován (8.123) y no muy lejos de hacerlo con Callosa de Segura (19.315), por el Portichuelo, que une los municipios cojense (antes, covero) y callosino. Quizá fruto de estas cohesiones, su rica gastronomía, que comparte, por ejemplo, con Callosa las almojábenas; o ese arroz caldoso con verduras (además puede haber habichuelas, lentejas, más acelgas, ajos, alcachofas, ñoras, patatas, pimentón, tomates) que aquí llaman ‘arroz del burro’ (viene a ser el de ‘los tres ‘puñaos’ o ‘de vigilia’).
Cabe disfrutarla (mientras se debate de dónde viene el nombre Cox, pronunciado ‘coj’, o si es correcto, en tierras castellanohablantes, denominarla en valenciano, Coix) entre una generosa oferta restauradora, junto a plantas bajas o de pocas alturas. Algunos edificios alcanzan cinco pisos, pero todo parece razonablemente controlado, incluso en una avenida de aires urbanitas como la del Carmen. Por allí destaca, presidiendo la plaza Glorieta, el Santuario de Nuestra Señora del Carmen, alcaldesa honoraria y perpetua (a su lado, el Ayuntamiento). En realidad su iglesia, lo único que queda en pie del complejo religioso fundado el 25 de octubre de 1611 sobre el ánima de la ermita de Nuestra Señora de las Virtudes.
En la plaza, un monumento al poeta oriolano Miguel Hernández (1910-1942) y a su esposa, la jienense Josefina Manresa (1916-1987). Al casarse, el 9 de marzo de 1937, vivieron aquí. La familia mudará a Elche en 1950. Tomamos la avenida por donde se convierte en calle Ramón y Cajal, luego Vicente Aleixandre, y nos acercamos a la iglesia de San Juan Bautista (1776), restaurada en 1912. Una de las pocas construcciones cojenses que, sin ‘ningún daño’, sobrevivió al terremoto de 1829.
Ya en la inmediata zona del Portichuelo, podemos acceder, desde la calle del mismo nombre, al castillo (abierto desde las ocho y media, cierra, según época, a las siete o nueve de la noche). Baluarte antiquísimo con muros de mampostería, restaurado por Ruiz Dávalos en 1466, separado de la serranía por la carretera a Callosa, la antigua Alicante-Murcia, permite, elevado a 80 metros sobre la inmensa vega, otear elementos como la rambla de Cox (unos cuatro kilómetros), que la cruza de oeste a este. Comprobar, en suma, las huellas del agua.