Hoy en día, cuando todo está tan politizado que parece que nada puede escapar a una explicación meramente partidista de unos y otros, hay quien piensa que esa querencia de los habitantes de la Marina Alta de ‘mirar’ más hacia València como gran ciudad de referencia, y la de hacer lo propio hacia Alicante por parte de sus vecinos de la Marina Baixa, tiene un trasfondo político, pero no es así.
La cosa, en realidad, tiene una lógica mucho más aplastante y que tiene su origen en la orografía y, más en concreto, en el paso del Mascarat, donde los túneles de la N-332, el del tren y los de la autopista nos han hecho olvidar que hubo un tiempo que, para transitar entre Altea y Calpe, había que dar un enorme y nada sencillo rodeo.
Conectados en el siglo XX
El monte del Mascarat fue durante siglos una barrera casi infranqueable para los habitantes de uno y otro lado del mismo. Y es de ahí de donde viene esa idea, muy extendida en las dos comarcas, que más allá de lo que dicta el actual mapa autonómico de España, es ese punto el que, al menos sociológicamente, separa las provincias de Alicante y Valencia.
Y eso que ya ha llovido desde que en 1869 se construyera el primero de los viaductos, que en la actualidad se encuentra cerrado y tapiado, aunque es claramente visible en un lado del actual trazado de la carretera. Más tarde, ya en 1915, se instaló el puente metálico del ferrocarril, que todavía está en servicio, para, finalmente, y ya en pleno ‘boom’ del turismo (1967), inaugurar los dos túneles de la carretera nacional.
Tras la expulsión de los moriscos apareció en los alrededores un hombre de extraña apariencia que gustaba de vagar en solitario
Expulsión de los moriscos
Cada día miles de conductores y ciclistas y algún que otro senderista (también los amantes de las emociones fuertes aprovechan la zona para hacer ‘puenting’) cruzan ese punto fronterizo entre Altea y Calpe, pero pocos conocen el motivo por el que, en su día, recibió el nombre de ‘Mascarat’ o, en castellano, ‘Enmascarado’.
Cuenta la leyenda, que como toda leyenda algo de verdad debe tener, que después de que Felipe III firmara el decreto de expulsión de los moriscos el 9 de abril de 1609, apareció en los alrededores de aquel complicado accidente geográfico un hombre de extraña apariencia, que gustaba de vagar en solitario y que no mediaba palabra con aquellos que intentaron comunicarse con él.
Su desaparición coincidió con el ahorcamiento de ‘Turiji’, un cabecilla moro que se escondía junto a sus guerreros en las sierras de Aitana y Bernia
Un loco o un jefe moro
En una época en la que al populacho le gustaba aquello de inventar historias que dieran algo de ‘salsa’ a las cosas, los vecinos de las localidades más cercanas no tardaron en apodar a aquel hombre como el ‘Mascarat’, o sea, el enmascarado.
De hecho, muchos apuntaban a que el verdadero motivo de su ostracismo se encontraba en su estado de salud mental; aunque, por su indumentaria, hubo quien no tardó en alertar sobre la posibilidad de que se tratara de algún cabecilla morisco que pudiera estar huyendo para que no lo apresaran o, peor aún, esperando el momento perfecto para organizar un desembarco enemigo.
Una tormenta habría hecho naufragar a Judas en las proximidades del Mascarat
Desaparecido sin dejar rastro
Finalmente, y después de rondar la zona durante meses, el Mascarat desapareció tan misteriosamente como había aparecido. Y eso, por otra de esas casualidades (o no) de la historia, abrió otra interesante teoría sobre su verdadera identidad.
Aquello sucedió más o menos al mismo tiempo en que las autoridades de la época ahorcaran a ‘Turiji’, un cabecilla moro que se escondía junto a sus guerreros en las sierras de Aitana y Bernia, por lo que mucha gente pensó que podría tratarse del enmascarado.
Todo eso, claro, es leyenda; y hay que apuntar que algunos historiadores creen que el término está en realidad vinculado con la palabra íbera ‘maka-as’, que significa piedra cortada.
La muerte de Judas Iscariote
Más allá de la toponimia y mucho antes de todo esto, el Mascarat podría haber sido también escenario de la muerte de una de las figuras clave del cristianismo: Judas Iscariote. En ese sentido, la leyenda cuenta que, tras entregar a Jesucristo y condenarlo a la cruz, trató de huir zarpando en un barco.
El destino final de su viaje se desconoce, aunque todo apunta a que había puesto rumbo a Roma. Si creemos esta leyenda, de camino a la Ciudad Eterna un fuerte temporal azotó de tal manera la embarcación en la que viajaba, que terminó con ella por completo.
En un intento desesperado por no morir, Judas habría conseguido alcanzar la costa de Dénia nadando, desde donde siguió huyendo de los fieles que trataban de capturarlo. Años después, se encontraron unos huesos en la zona del Mascarat y la gente pensó que podían ser del propio Judas.