Formado por Pepe Payá (Elda, 7-junio-1965), Francisco Albert Ricote (Petrer, 25-junio-1967), Marco Smaili (Argel, 1-octubre-1967) y Miguel García Ferrer (Castellón, 4-agosto-1966), QuarteTomás ha paseado su arte por multitud de festivales nacionales e internacionales desde su creación como cuarteto de guitarras en 2019.
Su espíritu de grupo, muy alejado de egos personales, les lleva a explorar toda la tesitura musical con instrumentos del mismo timbre para abordar un repertorio variado, que abarca desde grandes clásicos hasta otros más modernos.
Recientemente han vuelto de una “aventura total” en Nuakchot (Mauritania), invitados por la embajada española del país africano para celebrar la presidencia española del Consejo de la Unión Europea, y ya están pensando en próximos proyectos. El más inmediato será el viernes 26 de enero en el Gran Teatro de Elche donde además de su proyecto musical, quieren ofrecer una propuesta estética con la inclusión de baile, narración y juego de luces.
Después, viajarán a la vecina Portugal para participar el 11 de febrero en el Festival Internacional de Guitarra de Faro. Y todo ello con la previsión en el horizonte de grabar su primer disco en 2024.
«Cuando Miguel entró a tocar con nosotros dijo que somos un matrimonio a cuatro» (P. Payá)
¿Cómo y cuándo surgió QuarteTomás?
Pepe Payá (PP) – Fue en el año 2019, a raíz del Festival de Guitarra de Petrer, como un homenaje al conocido compositor y guitarrista argentino Jorge Cardoso. Hablando con él sobre qué se podría hacer en ese homenaje, surgió tocar con un cuarteto su obra ‘Póker de ases’, así que enseguida pensé en amigos muy vinculados al festival desde sus inicios como Paco Ricote, Marco Smaili y Miguel Ángel Rodríguez Mendes, que tiempo después dejó el grupo y fue sustituido por Miguel García Ferrer.
Tras ese concierto nos juntamos y nos planteamos seguir adelante. Los cuatro éramos alumnos de José Tomás y de ahí surgió el nombre del grupo.
En vuestro repertorio cabe guitarra antigua, clásica y hasta incluso el ‘Bohemian Rhapsody’ de Queen. ¿A qué tipo de gente van enfocados vuestros conciertos?
Francisco Ricote (FR) – Los estilos son variados y siempre vamos buscando que sean del agrado de todo el público en general. Tocamos música del Renacimiento; de Vivaldi, que es barroco; de ahí pasamos a Sort, que es un autor clásico; y también música contemporánea. Ofrecemos una diversidad interesante para la gran masa de público, porque tocamos tanto en festivales de guitarra como en conciertos de todo tipo de actos.
Marco Smaili (MS) – ‘Póker de ases’ de Jorge Cardoso y ‘Bohemian Rhapsody’ siempre están en nuestro repertorio y luego, según el público, tocamos otras. Ahora estamos más centrados en mejorar lo que estamos haciendo buscando un trabajo más refinado.
Miguel García (MG) – Cuando salimos fuera de España el público nos pide un repertorio que tenga que ver con el tópico y con el sabor de lo español. Por eso tenemos varios programas. Uno, el destinado a tocar fuera, y otro más híbrido con el que buscamos mezclar los estilos para hacer una propuesta interesante para un público muy variado.
Yo siempre digo que el que viene a un concierto nuestro no va a quedar defraudado jamás porque abarcamos tantos estilos diferentes que, o le va a gustar todo, o al menos una de las piezas. Buscamos que nuestro sonido no sea un sonido cualquiera, por eso trabajamos el grupo como si fuera una única cosa y buscando constantemente un sonido que nos defina como grupo.
PP – El 90% del nuestro repertorio son arreglos propios que hacemos nosotros.
«En un cuarteto el ego no tiene que existir» (F. Ricote)
Sois músicos que contáis con una dilatada trayectoria en solitario, ¿cómo hacéis para dejar de lado vuestros egos personales y adaptaros para tocar en un grupo formado por cuatro guitarras en el que hay que funcionar de manera unitaria?
MS – Eso ha sido lo más difícil de entender, porque no es lo mismo estar tú solo en el escenario que hacer música de grupo. Son cuatro energías que se tienen que reconducir hacia una sola. Es un trabajo muy interesante y yo me atrevería a decir que es más difícil que tocar a solas. Tocar con tres personas más es equilibrar, es decir, si uno sube, tú tienes que subir, y si uno baja, tienes que bajar.
FR – En un cuarteto el ego no tiene que existir porque es un espíritu de grupo. Cuando hacemos una adaptación pensamos en nuestros compañeros.
Por lo tanto, el nivel de compenetración entre los cuatro tiene que ser máximo, ¿no es así?
MS – Somos cuatro instrumentos tímbricamente idénticos, así que en todo momento tenemos que decidir a qué vamos a jugar; si en un momento dado uno va a hacer la labor percusiva, otro la melodía y el otro el acompañamiento. Eso es la riqueza que tiene este grupo, que nos permite tanta variación y músicas versátiles.
PP – Cuando Miguel entró a tocar con nosotros dijo que somos un matrimonio a cuatro (risas).
«La riqueza de este grupo nos permite tener mucha variación musical» (M. Smaili)
¿El hecho de tocar en un grupo os ayuda luego a la hora de vuestras actuaciones en solitario?
MS – En mi caso yo creo que no son vasos comunicantes. Por ejemplo, tú puedes estar medio sordo y ser un buen solista, pero en un cuarteto no puedes estarlo porque empleas una técnica más melódica y necesitas el oído sí o sí. Para mí son dos parcelas bastante incompatibles.
Habéis actuado tanto en España como en el extranjero, ¿os ha sucedido alguna anécdota destacable?
MS – Hemos tenido muchas, pero Mauritania fue una aventura total. Allí tocamos en la embajada con motivo de la presidencia española del Consejo de la Unión Europea. Fue un viaje de lo más peculiar. Primero, tuvimos un retraso en el vuelo que salía desde España que nos hizo perder el enlace con Mauritania, así que tuvimos que hacer noche en un hotel en Casablanca, en Marruecos, hasta que pudimos salir al día siguiente.
Cuando llegamos a Nuakchot, la capital de Mauritania, nos encontramos con mínimas de 28 grados y una humedad altísima porque estábamos al lado del mar. El día que dimos el concierto, en el que estaban presentes varios embajadores de otros países, llovió. Pero al final todo estuvo muy bien y cuando terminamos el recital tuvimos una ‘master class’ con músicos.
FR – También tuvimos la oportunidad de ver las dos caras de África. Por un lado, la pobreza más total y absoluta y por otro, la riqueza de algunos de allí.
MG – Al día siguiente dimos un concierto más íntimo y a mí lo que más me llamó la atención fue que no había ni un solo músico, todos eran militares y gente relacionada con la embajada. Una de las cosas que también me llegó fue que todos terminaron llorando de la emoción.
PP – Con estas cosas te das cuenta de que la música mueve fronteras. Fue un momento fabuloso. Desde luego a mí ese país me cautivó.
MG – Tenemos otra anécdota de otro concierto en Francia. Cuando salimos al escenario a tocar, nos encontramos con un público muy serio y muy distante, como muy contenido. A medida que pasaba el tiempo empezamos a notar que se iban animando, hasta el punto de que en la última pieza terminaron poniéndose de pie y gritando ‘olé’.
«No me interesa la calidad si no soy feliz en el proyecto en el que estoy tocando» (M. García)
¿Qué buscáis como cuarteto?
MS – En mi caso, calidad. En los conciertos ponemos al público de pie y eso también es por nuestra manera de tocar. Aunque quede mal decirlo somos cuatro artistazos (risas) y cuando digo artistazos quiero decir gente con mucha personalidad y con una buena formación. Tenemos muy claro lo que queremos hacer cada uno individualmente con el instrumento y eso se nota.
PP – No hay ningún alumno que toque igual a pesar de tener el mismo maestro, porque cada uno tiene su personalidad. Lo que es bastante complicado y lleva mucho trabajo es llegar a ese punto culminante en el que escuches prácticamente una guitarra cuando en realidad tocan cuatro.
MG – Somos cuatro personalidades forjadas durante toda una vida. Todos hemos viajado por nuestra cuenta a dar conciertos por todo el mundo y si no consigues un mínimo de calidad no estás satisfecho. Es una lucha y una insatisfacción perpetua. El músico clásico se diferencia en que siempre está buscando ese ideal tan alto. Hay mucho clásico insatisfecho por esa búsqueda del Santo Grial, y todo lo que no sea eso le parece poco.
Y a esa calidad yo le añadiría la felicidad. Yo quiero ser feliz y si no soy feliz en un proyecto en el que estoy no me interesa la calidad. Ambas cosas se retroalimentan. Pero intrínsecamente la calidad me hace ser feliz.