Las 1.309 hectáreas (13,9 kilómetros cuadrados) de la sierra de Santa Pola no solo dan para unas vistas fabulosas tanto del interior como del Mediterráneo, y recorrernos un ecosistema singular (montado sobre un antiquísimo atolón coralino, obviamente) por su fauna y -aunque pudiera parecer escasa- rica flora. Se ha convertido en objetivo de muchos senderistas, y no solo autóctonos.
Se comprende así que protagonice seis de las ocho rutas propuestas por el propio consistorio local, o que participe en muchos de los recorridos imaginados por las asociaciones andariegas, como aquella, bien sencilla, que pide recorrerse el puerto para subirse luego a la Torre Escaletes, a través del camino prolongación de la pendiente conocida como avenida Torre de Pep (que, por cierto, nos lleva también, a través de la sierra, al faro).
Sencillez general
No suponen los senderos santapoleros especiales dificultades, de sencilla a moderada, cuando triscamos por las alturas que fueron bajuras madrepóricas. En todo caso, hay más posibilidades de darnos de bruces con algún escorpión resguardado del sol bajo una piedra que de rular monte abajo. Pero eso no quiere decir que no haya que andarse con cuidado. Tampoco poseen una duración enorme. De media a dos horas y pico, salvo una.
Lo que fue entrada al Sinus Ilicitanus o Golfo de Elche ya lo recorrieron nuestros mayores en carro o a pie enjuto. Sigamos sus huellas. Citamos las rutas propuestas por el ayuntamiento, que conviene ya conocerlas. Primero la salvaje, la revienta pies: diez horas para la circular homologada GR (gran recorrido) 232 ‘vuelta al término’. En total, unos cincuenta kilómetros distribuidos en dos jornadas de poco más de veinticuatro y veintiséis kilómetros, respectivamente.
La sierra de Santa Pola protagoniza muchas de las rutas
Preponderancia serrana
Aporta, por otra parte, el encanto de incluir varios caminos rústicos, como el del Cap, el del Saladar, el de la Costera de Boix. O la vía pecuaria (de trashumancia, pastoreo) ‘assagador’ (o sea, sendero para el ganado) del Castell o castillo. Nos sirve de buen ejemplo del modelo de vial paseable santapolero. Después tenemos unas cuantas circulares: como las de la sierra, una de ellas más facilita, 11,4 kilómetros andables en dos horas y media.
La otra, homologada, es la conocida como PR-CV (pequeño recorrido en la Comunitat Valenciana) 61: con 12,68 kilómetros, se hace en unas tranquilas tres horas. O la del Salt, paralela al barranco de Paco el Mañaco. Nueve kilómetros y medio deambulables en un par de horas que también vienen con visita a la urbanización pedanía de Gran Alacant. Añadamos además una semicircular: la de las fortalezas.
Por caminos ganaderos nos lleva también la circular 232
Construcciones pretéritas
Pese al plural, en este caso nos dirigimos directamente al faro, erigido en 1858 reutilizando la torre cuadrangular de la Atalayola o Talaiola, levantada como parte del entramado que a partir de 1552 llenará nuestras costas de un sistema de vigilancia y transmisión de noticias (de torre costera a otra marítima, o iniciando un recorrido someramente interior). Eso sí, otras construcciones, como el restaurado búnker militar montado por el ejército republicano, jalonan el recorrido.
En total, 10,11 kilómetros que pueden hacerse en poco más de dos horas. Después ya se nos ofrecen otros dos itinerarios más cortos (de apenas cincuenta minutos o una hora) y fuera de la sierra. Uno es el circular de la playa Tamarit, con vistas a las montañas de sal de la firma Bras del Port. El otro deviene semicircular: el de la playa del Pinet, la santapolera.
El municipio ofrece paseos por sus parques naturales
Paraíso del biólogo
Este último nos viaja hasta el extremo meridional del municipio, introduciéndonos en un cacho del Parque Natural de las Salinas de Santa Pola, para alegría de ornitólogos y en general gentes aficionadas al mundo aviar: águilas calzadas, canasteras, carriceros y charranes comunes, cercetas pardillas, espátulas, garcillas cangrejeras, garzas imperiales, pagazas piconegras. Se recomienda, claro, un especial respeto al medio ambiente en este recorrido.
Respectivamente, 3,27 y 3,87 kilómetros, o tales son las medidas oficiales. Como se ve también, se trata de rutas puramente locales. Hay que dirigirse a las asociaciones senderistas para encontrar trazados entre diversos municipios. Como, por ejemplo, el marcado entre Santa Pola (solo ida, si se parte desde aquí): diecisiete kilómetros y pico en coche (de veinte minutos a media hora conduciendo), pero más de dieciocho kilómetros si se va andando, o sea, sobre las dos horas y media de paseo.
La línea costera
Santa Pola, en todo caso, no le ofrece a este deporte con su punto contemplativo muchos escarpes, y menos bosque montaraz, pero a cambio regala paisajes de excepción, con parques o parajes naturales como el descrito o el Clot de Galvany, que también posee vestigios de la lucha alicantina en plena Guerra Civil.
Y está Santa Pola tan cerca de la Alicante capitalina que incluso se permite el lujo de que se le diseñe hasta una ruta por la costa metropolitana: casi 43 kilómetros y más de diez horas, solo ida, salvo que seamos personas ‘superhumanas’. Desde Santa Pola hasta El Campello, bordeando la costa. Porque aquí senderear es vivir el Mediterráneo.