Entrevista > Jaume Benaloy / Sacerdote y misionero (Benidorm, diciembre-1974)
El pasado mes de diciembre, Benidorm reconoció al sacerdote Jaume Benaloy con su medalla corporativa. En aquel momento, no pudo recoger ese galardón porque se encontraba en Perú, donde lleva años como misionero. Ahora, cuando está a punto de cumplir cincuenta años, ha vuelto a su ciudad durante un tiempo prolongado para, entre otras cosas, organizar una gran fiesta de la solidaridad y, como reconoce, reencontrarse con muchas personas que llevaba décadas sin ver.
«Me he encontrado con personas que hacía veinte o veinticinco años que no veía»
Tiene usted cincuenta años y la mitad de ellos dedicados al sacerdocio.
Sólo cabe gratitud por estos maravillosos años que Dios me ha regalado y la mitad de ellos, como dices, al servicio del pueblo.
Ahora ha podido disfrutar de un tiempo de descanso de su misión en Perú, de la que hablaremos ahora, pero ¿qué está haciendo estos cuatro meses aquí?
Esto es un auténtico regalo, porque cada día me estoy reencontrando con personas muy importantes para mí, familiares, amigos, compañeros de estudios… Me he encontrado con personas que hacía veinte o veinticinco años que no veía.
Estoy saboreando esos reencuentros, porque al final la vida es una colección de encuentros, de personas, de relaciones… No importan tanto ni el lugar ni lo que uno hace, sino las personas con las que la vida te cruza. Está siendo un auténtico regalo.
No sé si promoción es el término correcto, pero ¿celebrará esos veinticinco años en el sacerdocio con sus compañeros de promoción?
Son compañeros de ordenación y precisamente acabo de venir de Roma, donde junto al obispo de Orihuela-Alicante, Monseñor José Ignacio Munilla, y los compañeros, hemos tenido una peregrinación a la Ciudad Eterna, tan bella, pero sobre todo como memoria agradecida de estos veinticinco años y volver a renovar con entusiasmo esta entrega, con el broche de oro de habernos encontrado también con el papa Francisco en audiencia. Y bueno, bromeando, nos ha dicho: “veinticinco más, por lo menos”.
«No importan tanto ni el lugar ni lo que uno hace, sino las personas con las que la vida te cruza»
¿Cómo ha visto al Papa?
Le he visto bien y lúcido. Evidentemente, sus piernas ya no son tan ágiles, pero él llega en silla de ruedas, camina desde el papamóvil hasta el lugar donde toma asiento. Lo he visto caminar porque estaba a diez metros de él y con dificultad, evidentemente. Por cuestiones prácticas, va en silla de ruedas y lo hace con humildad, y se deja querer en ese sentido. Pero, como te decía, le he visto muy lúcido.
Por poner una anécdota muy simpática, cuando nos vio a los sacerdotes de aquí, de Alicante, cuando el obispo Munilla nos presenta se nos quedó mirando con ese humor que tiene el papa Francisco y dice: “yo de Alicante, lo que conocía hasta ahora, era el turrón, pero ahora veo que hay otra cosa buena que son sus sacerdotes”.
¿Tuvo ocasión de hablarle de Benidorm?
(Ríe) De Benidorm no ha habido conversación explícita, pero sí lo hemos podido saludar personalmente. Ya digo, ese tipo de saludo cordial, protocolario que se tiene. Nos alentaba a seguir adelante, sirviendo a su pueblo, al pueblo de Dios, con alegría y con fidelidad.
Desarrolla su labor principal a más de 8.000 kilómetros de Benidorm, en Chimbote, Perú, ¿qué es lo que más se echa de menos cuando lleva allí tiempo?
Se echa de menos a la gente que quieres, porque la distancia pesa mucho. Es verdad que ahora, con los medios de comunicación, eso se facilita y con el WhatsApp puedes hacer una videollamada, que acorta las distancias, pero no es lo mismo.
Hay momentos, cuando pierdes a un ser querido o hay un evento importante y no puedes estar físicamente y sentir un abrazo, que pesan.
«Hay momentos, cuando pierdes a un ser querido o hay un evento importante y no puedes estar físicamente y sentir un abrazo, que pesan»
¿Y más allá del plano emocional?
El tema de la seguridad, poder salir a la calle sin temor a que te asalten, a que te roben, a que tengas un accidente, porque la forma de conducir es diferente. Ese tipo de cosas que uno, cuando está aquí, no las valora. O cuando te pones enfermo y te vas y te atienden rápidamente en un hospital.
Esas cosas que aquí a veces no valoramos, tan cotidianas, cuando estás en un país como el que yo estoy ahora, en Perú, no es tan habitual. Eso lo empiezas a valorar más porque no lo tienes.
Va allí de misión hace ya quince años. ¿Por qué Perú?
Bueno, Perú es un destino misionero al que me envía la Diócesis de Orihuela-Alicante, con la que tiene un hermanamiento la Diócesis de Chimbote.
Los obispos de entonces, Pablo Barrachina y Monseñor Bambarén, hicieron un hermanamiento y desde entonces, ya más de cincuenta años, hay sacerdotes de Alicante que estamos sirviendo en aquella iglesia.
Muchos de sus conocidos y compañeros de la prensa siempre destacan de usted que comunica muy bien. Al final, esa cualidad también es importante para un sacerdote.
Es la mejor noticia. Yo no quiero desmerecer las de ustedes, pero tenemos la mejor noticia: que es que Dios nos ama tanto que ha dado su vida por nosotros para que tengamos vida abundante y eterna.
Si un sacerdote no es un buen comunicador, es porque o se ha olvidado de la mejor noticia que tenemos o no ama a su pueblo. Pero cuando amas a Dios y a la gente, te quema por dentro y quieres transmitirlo. Entonces, evidentemente, el medio de comunicación es muy importante.
«Creo que la Iglesia de hoy tiene que ser un poco más testimonial»
En ese mismo sentido, ¿dónde cree que se quiebra la conexión con la juventud?
El conflicto intergeneracional es habitual. Pasa en la familia, pasa en todos los ámbitos. En la comunicación de igual a igual hay una complicidad. Hay como unos resortes, unos lenguajes que son difíciles de comprender. Creo que con la juventud actual falta más autenticidad, más testimonio; porque no quieren palabras, quieren hechos, quieren testimonio.
Pienso que la Iglesia de hoy tiene que ser un poco más testimonial. No es tanto la forma, como si fuera marketing, de vender un mensaje, sino que los que anunciamos el Evangelio realmente seamos santos, o sea, que seamos testigos de un Evangelio vivo, de una buena noticia, no simplemente de una ideología o de una moral, que evidentemente el cristianismo tiene doctrina y tiene forma de vida, pero no es sólo eso, es mucho más.
¿Tiene algo de eso, no lo sé, la fiesta de la solidaridad que se celebró el 4 de mayo?
Pues sí, porque nuestra tierra es muy festera. Nosotros la arreglamos todo con eso. No pasa un fin de semana en el que no haya fiesta. Lo nuestro es la fiesta y eso está bien. Y es una de las cosas que yo he aprendido, incluso en Perú.
La gente celebra; la gente, incluso la más pobre, le da un valor muy grande al cumpleaños, que aquí a veces pasa un poco desapercibido. Allí no, allí se para, no se trabaja ese día. Incluso, a lo mejor, no tienes para comer, pero ese día se invita a los amigos.
Se saca de donde no hay para una mínima celebración.
Porque se celebra la vida. Cada día se vive con intensidad. Y yo creo que eso es el espíritu festero, que tanto nos caracteriza a nuestra tierra, también de aquí, en Benidorm. Pero la fiesta tiene que ser una fiesta también de la solidaridad. Ese es el mensaje que quería compartir con esta fiesta que se está organizando, promovida por la Asociación de Solidaridad Benidorm-Chimbote (Asbech). Y me decían: “por tus veinticinco años hay que hacer algo y aprovechar que estás aquí estos días”.
Yo dije que fuera una fiesta, pero de la solidaridad, para agradecer a este pueblo su solidaridad. Siempre digo que Benidorm es un lugar maravilloso, es un Edén en la Tierra.
«Conozco muchos lugares del mundo, pero, al final, si tengo que elegir uno me quedaría en Benidorm»
¿Ejerce de embajador de su ciudad por el mundo?
Conozco muchos lugares del mundo, pero, al final, si tengo que elegir uno, me quedaría en Benidorm. Eso no lo digo porque sea de aquí, sino porque estoy convencido de ello.
Además de maravilloso, es un lugar solidario, porque he visto que su gente es solidaria, no sólo conmigo, sino con otros tipos de proyectos a nivel local y a nivel internacional.
El sábado 4 de mayo, en la ermita de Sanz, usted juntó muchos de esos proyectos. Veo en el cártel a Anémona, al Club Rotary, Manos Unidas… Es decir, ha querido congregar todos esos ejemplos de solidaridad que mencionaba en una fiesta, en un día, con una colaboración y una misión.
Así es. Todas las organizaciones de servicio que han querido participar o que hemos conseguido hacer que colaboren, vamos a estar juntos en una sola dirección, haciendo sinergia. Y es muy concreto: a favor del Asilo San José de Casma, que es un proyecto en el que ya varias asociaciones de Benidorm han venido colaborando a lo largo de estos años.
Por ejemplo, el Club Rotary con una nueva cubierta, y una serie de mejoras en la lavandería de aquel centro de mayores.
Sí, ha sido el último proyecto de colaboración internacional que ha hecho Rotary, pero anteriormente también lo había hecho el Club de Leones de Benidorm y otras asociaciones. Asbech, todos los años, también está colaborando con este proyecto. Además, la subvención que se recibe del Ayuntamiento de Benidorm también se suele dar a este proyecto del Asilo de San José de Casma, porque es, para mí, una obra formidable.
Incluso ahora mismo, cuando yo estoy aquí, hay otra persona de Benidorm, el presidente de Asbech, Luis Bañó, que está en Casma.
Se han dado el testigo durante esos días.
Me parece que esto es importante contarlo, porque a veces cae la sospecha de que las ONG se enriquecen, se lucran. No; aquí no hay trabajadores, no hay intermediarios, toda la ayuda llega de manera directa. Eso quiero destacarlo.
También estoy muy ilusionado con otro proyecto que hemos empezado el año pasado, un poco más sencillo que el del asilo, que es de Cáritas Juvenil, de la parroquia Santo Toribio, de Mogrovejo, en Chimbote, donde ahora soy el párroco. Trabajamos con niños, porque con la pandemia hemos detectado que muchos de ellos no iban al colegio y tampoco tenían medios digitales para poder aprender desde casa. Y cuando han vuelto al colegio, esos niños no saben leer ni escribir y ya deberían saber.
¿Y qué han hecho al respecto?
Los convocamos por las tardes en la parroquia y ahí tienen clases de refuerzo y merienda nutritiva, porque claro, si no están bien alimentados, si no hay un desarrollo, no se puede estudiar. Uno no se concentra. Hay altos índices de anemia infantil en Chimbote.
Entonces, a través de Cáritas Juvenil, con el voluntariado de la parroquia y los jóvenes del Colegio Inmaculada, estamos haciendo este proyecto y nos ha ido muy bien el año pasado.
El pasado mes de diciembre, aunque no la pudo recoger, se le concedió la medalla corporativa de su ciudad.
Eso fue una gran sorpresa. Cuando me llamó el alcalde y me dijo que habían pensado en ello y que todos estaban de acuerdo, me dejó asombrado. Y me preguntaba qué he hecho. Yo no me veía, pero lo agradezco.
Para mí es un reconocimiento a tantas personas de Benidorm que, como yo, tratamos de hacer un mundo más humano, más fraterno, más sostenible, a través de la ayuda solidaria y también del cuidado del medioambiente. Es un reconocimiento no solo a mi persona, sino a tantos otros que tratamos de eso.