El café calentito, cargado o aguado, según habilidades o sueño. La mesa de raelite. Algún cenicero de latón o baquelita repleto de colillas, a la ponzoñosa tapa de aperitivo. Los trofeos, en las vitrinas. Paredes forradas de madera. El calendario. Fuera, tormenta. Una cascada. De pronto, unas luces se perfilan en el cielo. ¡Por fin llega la avioneta! “¡Vamos, vamos!”.
La estampa resultará un tanto cinematográfica, pero quizá no haya dejado de repetirse en nuestro derredor. Ahora modernizada. Lo de volar no es solo cuestión de nuestros tres aeropuertos, el Internacional de Alicante-Elche Miguel Hernández, el Internacional de Valencia-Manises o el de Castellón-Costa de Azahar. Sobre todo para avionetas (o también acoger helipuertos), la Comunitat Valenciana cuenta además con aeródromos.
Nuestros ejemplos
Al requerir información sobre estos, en principio la lista resulta un tanto magra. Dos, tres. Hay algunos más, claro. Todos privados. Así, por orden alfabético, el de Albalat de la Ribera (Ribera Baixa), formando pilotos desde 1982; el Aeroclub Balica-Campo de Vuelo de Benicolet, en la Vall d’Albaida, desde 1.989; el de El Rebollar, en Utiel-Requena, de 2001 y sede del Club Aéreo Valencia y la Fundación Aérea de la Comunidad Valenciana.
También el de Fuenterrobles (Utiel-Requena), surgido tras discrepar varios socios del anterior; el de la Llosa (Plana Baixa), uno de los castellonenses, como precisamente el veterano (1958) Aeroclub de Castellón; el de Mutxamel (l’Alacantí), de 1981, que cubre el cupo alicantino junto al de Alcosser (El Comtat) y Biar-Beneixama (Alto Vinalopó); y el de Olocau (Camp de Túria), de emborronados comienzos a principios del nuevo siglo (con club de vuelo constituido en 1996).
Aquí tenemos los acuartelamientos aéreos de El Vedat y Aitana
Uso militar
Ahora bien, ¿bajo qué criterios distinguimos aeródromo de aeropuerto? Para la Real Academia Española de la Lengua (RAE), un aeropuerto es un “área destinada al aterrizaje y despegue de aviones dotada de instalaciones para el control del tráfico aéreo y de servicios a los pasajeros”. ¿Y un aeródromo? “Terreno llano provisto de pistas y demás instalaciones necesarias para el despegue y aterrizaje de aviones, generalmente de carácter militar y más reducido que el aeropuerto”.
Nos aclara bastante: el primero incluye la palabra ‘pasajeros’ y el segundo la expresión “más reducido que el aeropuerto”. Introduce un elemento curioso, al definir aeródromo: “generalmente de carácter militar”. Aquí hablamos de espacios civiles, pero no hay que olvidar que en la Comunitat tenemos los acuartelamientos aéreos El Vedat, en Torrent (l’Horta Sud), creado en 1998; y el Aitana, en Alcoy (l’Alcoià), de 1957. El primero, escuadrilla de transmisiones, y el segundo, escuadrón de vigilancia aérea.
Cuando comenzó la Guerra Civil solo había tres aeródromos en la Comunitat
En la Guerra Civil
Por el camino, se nos quedaron fuera la base aérea de Manises (l’Horta Sud, 1944-1999) y la de Rabassa (l’Alacantí, 1919-1978, justo donde hoy la Universidad de Alicante). La realidad es que, cuando comenzó la Guerra Civil (1936-1939), en la hoy Comunitat Valenciana solo había tres aeródromos, todos de uso civil, en Rabassa (subsidiado con unos terrenos adquiridos en El Altet, Vinalopó Bajo, origen del actual Aeropuerto de Alicante-Elche Miguel Hernández), Manises y Castellón.
Se dieron prisa: hasta 1938, se construyeron entre 38 y 47. La disparidad de cifras atiende al hecho de que muchos de ellos se levantaron con las instalaciones más básicas. Prácticamente no existen apenas rastros de ellos. Ni siquiera desde el que en la pedanía monovera de El Fondó (Vinalopó Medio) embarcó, hacia el exilio, el último gobierno republicano. Tras el fin de la contienda, simplemente fueron desmantelados.
Los aeródromos no pueden recibir vuelos comerciales
Otros usos
En la actualidad, en España, además de las veinte bases aéreas militares, aparecen reflejados oficialmente (descartando aquellos marcados en este momento como cerrados) unos 54 aeródromos, buena parte de ellos asociados a escuelas de vuelo, incluidos 36 aeroclubs (es decir, para seguir con las definiciones de la RAE, sociedades recreativas interesadas “por el deporte aéreo”). Podemos aquí abrir la manga a los amantes del aeromodelismo.
Quienes construyen “pequeños modelos de aviones” también necesitan pistas para volar sus creaciones o recreaciones con seguridad, o las competiciones. Aquí la cuenta se nos dispara: en la Comunitat Valenciana aparecen 41 clubs. Los aeródromos no pueden recibir vuelos comerciales, pero, aparte de las actividades propias, como servir para despegar y aterrizar aeronaves, es obvio que el abanico resulta muy amplio.
Las dificultades
Con tales mimbres, y reparando además en el hecho de que los aeródromos también suman en la detección de incendios y la lucha contra estos, aparte de ser las pistas para, por ejemplo, avionetas de fumigación, podría hacer pensar que estamos ante el negocio redondo. Pero eso es algo en lo que no parecen estar de acuerdo los respectivos promotores.
Elegir el sitio, comprobar si se puede allí (por motivos técnicos, legales, de seguridad, por intereses de las promotoras del lugar, oposición o no -fundada o inducida- de los habitantes del sitio), encontrar respaldo económico y ponerse con la obra necesaria sería lo mínimo. El problema, como ha ocurrido en más de uno de los citados, es que los asuntos de la Administración parecen a veces quedarse allí eternamente. Aunque sigamos volando.