Entrevista > Miguel Anta / Alpinista (Valladolid, 21-agosto-1978)
Miguel Anta siempre ha sido un aventurero, desde bien pequeño, cuando su padre le enseñó todos los secretos de la montaña. Ahora, plenamente instalado en la zona de Alicante, ha trabajado en diversos puestos, tras estudiar forestales y conservación del medio ambiente. “Fui motosierra en Galicia y después hice trabajos verticales, los que se realizan en suspensión, algunos de riesgo”, expone.
Hace unas dos décadas, tras volver de un viaje por la Cordillera Blanca de Perú, debía buscar trabajo y decidió hacerlo fuera de Valladolid, “porque la mía es la única provincia de España que carece de roca para escalar y debía trasladarme constantemente”. Le llamaron entonces de una empresa alicantina y no lo dudó.
La Federación de Deportes de Montaña y Escalada de la Comunitat Valenciana (FEMECV) le acaba de otorgar, junto a sus compañeros, Jesús Romero y Javier Palomares, un premio en la modalidad de Alpinismo Extraeuropeo por una brillante expedición realizada en el norte de la India, en pleno Himalaya.
¿Eres alpinista desde cuándo?
Toda la vida, debido a que mi padre (Jesús) ya lo es, además de escalador. Empecé a hacer cualquier tipo de actividades de montaña con él. Recuerdo que con apenas seis años completábamos travesías por los Picos de Europa o la Sierra de Gredos, por poner unos ejemplos. Con doce años subí por primera vez al Naranjo de Bulnes.
«Toda mi vida he sido alpinista, gracias a mi padre; con doce años subí al Naranjo de Bulnes»
Tienes una amplia trayectoria, también como formador.
Sí, una vez viviendo en Alicante decidí cambiar de profesión y me formé como guía de montaña en varias especialidades, trabajando primero con una empresa propia. Colaboraba asimismo para la Escuela Valenciana de Alta Montaña, y en 2012 empecé la docencia en Murcia para futuros guías de montaña.
¿Cuál es el premio que has conseguido?
Lo he logrado junto a Jesús Romero y Javier Palomares en la modalidad de Alpinismo Extraeuropeo, que es una actividad no competitiva. En 2022 realizamos un viaje a la India, en la provincia de Ladakh, próxima a la ciudad de Leh -precisamente donde se rodó la película ‘Valle de sombras’-, una región que limita con Pakistán y Nepal.
¿Cómo fue el viaje?
En parte, raro. No teníamos material ni objetivos de alpinismo, sino para actividades más de hielo, nieve y roca destinadas a montañas de 6.000 metros. Nuestra idea siempre es abrir camino en montañas que son semidesconocidas, no tan populares o mediáticas como los ochomiles clásicos de esa zona: Everest, K2… Sin embargo, técnicamente son igual de difíciles.
«Sobreexplotar al Everest genera un gran impacto económico en una zona muy pobre»
Explícanos cuál es la metodología.
Primero debemos contratar una empresa, que es la que te gestiona todo lo vinculado con el campo base y los permisos para acceder a las montañas, que suelen ser muy caros, aunque no tanto como de los ochomiles, que rondan los 30.000 euros. Para escalar en estos seismiles el coste está en unos mil euros.
¿Qué opinas sobre la sobreexplotación actual del Everest?
Resulta complicado. Por un lado, no me agradan ese tipo de montañas y expediciones, y no las hacemos, también porque es cuestión de ahorrar. Por otro, es una de las actividades que más ingresos genera en países que están en vías de desarrollo, brindando asimismo un impacto económico brutal en las zonas más deprimidas.
¿Nos podrías decir qué es exactamente EVAM?
Es la Escuela Valenciana de Alta Montaña, que depende de la federación territorial, obviamente. Se trata de la entidad que se dedica a programar y gestionar toda la actividad formativa que se lleva a cabo, desde cursos de deportistas a la iniciación y visualización de las distintas modalidades, entre ellas talleres de marcha nórdica, carrera por la montaña…
Además, en nuestro caso, la escuela valenciana tiene asociado un centro autorizado de enseñanzas deportivas, denominado Tossal -en Elche-, en el que impartimos formación regulada en barranquismo, montaña y escalada.
«He sentido muchas veces miedo en la montaña y casi me amputan hasta siete dedos»
¿Cuáles son las virtudes de un buen alpinista?
Inicialmente una base deportiva muy sólida en diversas disciplinas y después disponer de mucha experiencia. Sin duda, los mejores alpinistas no son chicos de veinte años, sino que suelen superar los cincuenta.
En la montaña, ¿qué no se debe hacer?
¡Son tantas cosas!, porque hablamos de un medio muy hostil, en el que el mínimo error puede ocasionar un problema muy serio, letal. En ese sentido, he sentido miedo muchas veces, sobre todo una vez en Nepal, donde abrimos una ruta nueva, bastante técnica, sobre hielo; y regresé con congelaciones que casi me provocan la amputación de siete dedos de los pies.
¿Cuál será tu próxima aventura?
La idea es irnos en febrero a la Patagonia (Argentina), sin un objetivo muy predeterminado, pues al no necesitar permisos podemos escalar las montañas que deseemos.