Nos encontramos en 1942, III Año Triunfal de la victoria del general Francisco Franco (1892-1975) en la Guerra Civil (17 de julio de 1936 al 1 de abril de 1939), cuando el 11 de septiembre aparece sí o sí en todos los periódicos un bando que dice cosas como la siguiente: “desde el día 17 de julio (…) existe una identificación absoluta entre el fervor popular y la figura y el nombre del Caudillo”.
En Alicante, una de las muchas harineras existentes, “la Fábrica de Harina de los señores Magro” (también existían la Bufort, la Cloquell, la Poveda; Magro se encontraba diseminada entre Benalúa y San Blas, el hoy desaparecido silo que saludaba a los trenes), ofreció una ‘simpática’ fiesta infantil el 14 de junio. Estábamos ante una de las pocas referencias, muy implícitas, a la participación infantil en las Fogueres de Sant Joan.
Dulces y licores
Cronistas hay que nos aseguran que efectivamente aquello estaba relacionado con la fiesta, aunque ninguna alusión a ello encontramos en el artículo. Ya veremos que lo de las Hogueras infantiles es algo que tardará mucho en asumirse públicamente. En la harinera, sabemos que hubo misa en la capilla y hasta desayuno: “los niños, empleados y obreros fueron obsequiados con dulces y licores”.
Las Hogueras infantiles, de hecho, durante muchas décadas corrieron de forma paralela a unos festejos que se movían, organizativamente, en el mundo adulto, el de los ‘cabezas de familia’. Algo se filtraba: el 24 de junio de 1939, con la conflagración aún caliente, se plantó una ‘hoguera única’, crítica con la República, y, como aseguran los recortes de prensa, ‘hogueras infantiles’.
Durante décadas corrieron paralelamente a unos festejos ‘adultos’
El sacamantecas
Era un mundo, el de la década de los cuarenta, poco amable para con la chavalería. Con unas cartillas de racionamiento (que delimitaban lo que se podía comprar, si el dinero llegaba), eternizándose entre 1939 y 1952, el hambre campaba a sus anchas. Como también lo harían las leyendas siniestras, alguna con ciertos visos de realidad, aunque sean escasos. Como lo del ‘sacamantecas’, ‘greixero’ o ‘greixer’.
Este peculiar personaje se repite a lo ancho y largo de la Comunitat Valenciana (el nombre de ‘greixer’, de ‘greixa’, grasa, se referencia por vez primera en las crónicas de l’Horta y de la Vall d’Albaida). Esta especie de Slenderman autóctono (que podía ser un vagabundo o un ser fantástico) en época de tisis galopantes, supuestamente robaba la sangre de los más menudos para vivificar las venas de los más pudientes.
Las hogueras consistían en montajes con casitas de papel
Casitas de papel
Según los cronistas de la fiesta y las voces que aún (cada vez menos) quedan de la época, las hogueras infantiles consistían muchas veces en montajes con casitas de papel y demás, adquiridas mediante rifas, o simples objetos de artesanía o costura infantil, vendidas puerta a puerta. No había ‘bombillitas’ aún. Los adornos para el barrio, que los ponían los adultos, eran banderitas sujetas mediante gachas de harina y agua.
Y reparemos en que la harina estaba racionada, por familia. Sí, hubo hogueras infantiles que contaron con alguien ‘de dineros’ detrás, permitiendo el montaje de algún monumento, muchas veces clon de la adulta. Transcurrirían los años y la situación iba a continuar con total desapego entre la rama infantil y la oficial, la adulta. Pero nada de referencias en la prensa.
El primer premio referenciado fue para Hernán Cortés en 1960
La modernización
Esto afectaría incluso a las dos primeras Belleas del Foc infantiles consignadas (no en los medios): Dalila Compañ Poveda, de la comisión infantil de la calle Belando, en 1945, con elección celebrada en los salones del antiguo Cine Rialto, en la calle Sevilla; o Teresita García González, del distrito de San Fernando, en 1946. Otro tanto pasaba con los monumentos. Incluso con el primer premio referenciado.
Fue el de Hernán Cortés de 1960, con hoguera montada por la propia comisión. Estamos en pleno desarrollismo, planes aperturistas que generarían una fuerte clase media al tiempo que preparaban al país para las oleadas masivas turísticas. Y todo empezaba a modernizarse. Tomás Valcárcel (1903-1999), como presidente de la Gestora, hoy Federació, desde 1961 hasta 1969, y antes como delegado artístico (con paréntesis temporales en ello), tuvo mucho que ver.
El gran festival
Así, Valcárcel dirigía el ‘gran festival’ para elegir a la primera Bellea infantil ‘oficial’ (el 11 de junio de 1961), Edna-Rosa Soler Díaz, sin distrito asignado e hija del alcalde (desde 1954 hasta 1963), el apreciado Agatángelo Soler (1918-1995). Aún quedaba, sin embargo, pelea: el siguiente primer premio a un monumento infantil consignado es en 1977, para plaza de Ruperto Chapí, por una hoguera de la que desconocemos título o autor.
En el caso de las Belleas infantiles, habrá que esperar a 1979 a la primera con distrito asignado, Raquel Vázquez Doménech, de Sèneca Autobusos (cuyo monumento infantil premiaron en 1974). El 27 de junio de 1966 habíamos escuchado por primera vez la feliz algarabía de la Cabalgata Infantil. No iba a faltar, pues, mucho más para que, de una vez, nos enteráramos de que la chavalería también forma parte de la fiesta.