El proceso, claro, es algo más complicado si metemos a la biología avanzada de por medio; pero el resumen, al menos el que a todos nos enseñaron en el colegio, es que para que una planta pueda existir, hace falta que una semilla caiga al suelo y que desde ese momento y durante todo el periodo de vida del ejemplar, este reciba agua y luz solar en cantidades adecuadas. Si una de las dos cosas falla, se acabó.
Por eso, porque cada especie necesita mayores o menores aportes de una u otra cosa, es por lo que (de nuevo dejando de lado la botánica avanzada) existen las especies de secano y de regadío o las de hoja caduca o perenne. Y así, con esas cuatro reglas básicas, la flora mundial ha sabido adaptarse a los terrenos en los que le ha tocado echar raíces… al menos, hasta ahora.
Este verano se han producido caídas de pinos en l’Hort de Colón y La Cala
Caída de ejemplares
Resulta a todas luces innegable, tal y como demuestra la evidencia científica, que el impacto de la actividad humana en la naturaleza ha trastocado, quién sabe si ya de manera irreversible, el delicado equilibrio que permite la vida en la Tierra; y desde hace ya varias décadas asistimos, junto a la destrucción de ecosistemas enteros, a la lucha vital de muchas especies por su mera existencia.
A esas grandes transformaciones les acompañan cambios mucho más pequeños o, al menos, consecuencias mucho más locales. Así lo hemos vivido en las últimas semanas en Benidorm, donde algunos árboles han sufrido caídas que, al menos por el momento, no han producido daños personales. Y todo, aseguran los expertos, por el déficit hídrico que también están padeciendo las plantas ornamentales de la vía pública.
Pinos enfermos
Esa pertinaz sequía se ha convertido en algo muy visible en los montes, incluido el Parc Natural de la Serra Gelada, de toda la comarca con la epidemia del nematodo de los pinos, y que algunos ya comparan, por sus efectos, con la todavía presente ‘xylella fastidiosa’ que ha diezmado al almendro.
Se trata de un gusano microscópico que ataca a las coníferas y que podría comportar la devastación de los bosques de pinos de toda Europa, y al que, oh desgracia, le encanta el clima seco para hacer estragos en la madera de esos árboles que sufren de sed extrema.
Existe una importante preocupación por el estado de los ejemplares que no presentan síntomas externos
L’Hort de Colón
Lo más grave de todo este asunto es que, si nos ceñimos únicamente a la seguridad de las personas, son los árboles afectados por el nematodo los que dan pistas evidentes, gracias al color marrón que adquieren mientras se secan, de que algo está pasando. Otros árboles (pinos y otras muchas especies) luchan por mantenerse lozanos y su aspecto externo no da pista alguna de la podredumbre que agarrota sus ramas, y las convierte, en el peor de los casos, en desastres a punto de suceder.
Eso ocurrió a finales del mes de julio en el emblemático Hort de Colón de Benidorm, cuando en plena madrugada el pino centenario que daba sombra a la casa museo y al jardín de ese vestigio, todavía en pie de un Benidorm que ya no existe, se derrumbó sobre el edificio sin que, gracias a la hora a la que se produjo el suceso (4:45 de la madrugada), hubiera que lamentar nada más que unos pequeños desperfectos materiales en el histórico edificio.
Un riego imposible
La situación hizo saltar todas las alarmas, porque era evidente que ni la avanzada edad de ese ejemplar concreto y, sobre todo, el estrés hídrico al que estaba viéndose sometido en los últimos meses, eran circunstancias distintas a las de otros muchos árboles de la ciudad, incluidos ejemplares por los que cada día circulan centenares de coches o pasean decenas de miles de personas.
El ayuntamiento de la capital turística activó entonces un plan de revisión de ejemplares por todo el municipio, pero resulta imposible ponerles riego a todas las plantas de la vía pública y, con la que (no) está cayendo, tampoco parece viable baldear alcorque por alcorque. El resultado, el esperado: a mediados de agosto la rama de un pino caía sobre la acera en la zona de La Cala, de nuevo (y por fortuna) sin víctimas.
Con la falta de agua se convierte en inviable cualquier opción de regar los árboles de manera individual
Aporte de vitaminas
Así pues, sólo cabe cruzar los dedos y esperar a que el otoño traiga la tan ansiada lluvia que llene los pantanos, riegue los campos y alivie la sed de la flora urbana. Que llueva, sí; pero que no lo haga junto a temporales de viento que podrían llevar mucho más allá del límite la ya muy mermada resistencia de tantos y tantos árboles.
Desde la concejalía de Medio Ambiente, así como desde Parques y Jardines, se ha optado por actuar de urgencia y emergencia con un plan de choque que, a falta de agua, pasa por inyectar en los ejemplares que más peligro puedan tener por su situación de salud o su ubicación, vitaminas de manera directa.
La vida en pausa
En este punto lo mejor es volver al principio de este artículo, es decir, a la biología explicada a niños de primero de Primaria. Cuando un árbol deja de recibir agua, activa un mecanismo de defensa (como hacen los humanos expuestos, por ejemplo, al frío extremo) que pasa por ralentizar al máximo su ritmo vital llegando, incluso, a detenerlo por completo, a la espera de que la lluvia llegue antes de que esa ‘pausa’ se convierta en definitiva.
Por lo tanto, y como se haría con una persona que permanece durante un largo periodo de tiempo ingresada en una UCI inconsciente, lo que se está haciendo estas semanas es inyectar los productos necesarios a los árboles para, al menos, permitirles seguir ‘funcionando’ hasta que, esperemos que en otoño, lleguen las lluvias.