ENTREVISTA> Irene García Ruiz / Bióloga en la Universidad de Columbia (Valencia, 1992)
La doctora Irene García Ruiz es investigadora en el Departamento de Ecología, Evolución y Biología Ambiental de la Universidad de Columbia, donde estudia la evolución de la cooperación y la especialización de tareas en animales.
Con una trayectoria internacional que la ha llevado desde la Universidad de Valencia hasta Suiza y EE.UU., su trabajo combina modelos teóricos, observación empírica y experimentos de campo y en laboratorio para entender cómo surgen y se mantienen las dinámicas sociales en diferentes especies.
«Se ha observado que, en ambientes hostiles, la cooperación tiende a ser una estrategia adaptativa para la supervivencia»
¿Qué te motivó a especializarte en ecología del comportamiento?
Desde pequeña siempre supe que quería dedicarme a algo relacionado con la ciencia, aunque no tenía claro el campo específico. Me gustaban los animales, la psicología, la biología y la conservación.
¿Por qué te decantaste por la biología?
Tras hablar con la entonces vicedecana de la Universidad de Valencia, fue ella quien me orientó en esta dirección. Me atrajo la relación entre la evolución y la lógica matemática, así como la posibilidad de trabajar con modelos y simulaciones para entender la evolución del comportamiento animal.
¿Cómo llegas a la Universidad de Columbia en Nueva York?
La oportunidad surgió a raíz de un artículo que publiqué durante mi tesis doctoral en una revista de alto impacto.
El editor de la revista, que ahora es mi supervisor, contactó conmigo para ofrecerme trabajar en su equipo. Aunque no buscaba desplazarme a una gran ciudad, pues me gusta la naturaleza y los espacios abiertos, reconocí que era una gran oportunidad en un campo altamente competitivo.
¿Ha influido esta experiencia internacional en tu perspectiva científica?
Ha sido clave. Trabajar en distintos países y con equipos diversos me ha permitido conocer diferentes metodologías y perspectivas.
La ciencia es colaborativa y enriquecerse de distintas formas de trabajo es fundamental. Además, en países donde el inglés es la lengua vehicular en la parte académica, se fomenta un ambiente internacional.
«Mis estudios pueden ayudar a predecir qué especies son más resilientes al cambio climático»
¿Cuáles son las principales especies animales que has estudiado y qué las hace interesantes?
He trabajado con diversas especies de mamíferos, peces y aves, centrándome especialmente en cooperativas como suricatas, ratas topo, peces cíclidos y estorninos.
También he trabajado con otras especies en otros aspectos del comportamiento como lobos, lagartijas y murciélagos. La cooperación animal es un fenómeno fascinante porque desafía las expectativas evolutivas, especialmente cuando ocurre entre individuos que no son familia.
¿Y cómo se estudia?
Nos preguntamos qué hace que estas especies e individuos cooperen y qué hace que no cooperen. Básicamente, lo que hago es ver qué es más adaptativo en diversas condiciones.
Para ello, uso una combinación de métodos como experimentos que modifican la conducta, por ejemplo, previniendo a un individuo ayudar y observar la respuesta de otros individuos del grupo. También uso simulaciones en las que observamos bajo qué condiciones el comportamiento altruista es más probable que evolucione, en una versión simplificada de la realidad.
¿Has encontrado patrones de comportamiento similares en especies evolutivamente distintas?
Sí, la cooperación es un comportamiento convergente en distintos grupos. Se ha observado que, en ambientes hostiles, la cooperación tiende a ser una estrategia adaptativa para la supervivencia.
¿De qué forma influye el entorno en el comportamiento social de los animales?
El ambiente selecciona ciertos comportamientos. En entornos duros, como las sabanas o lugares en los que encontramos preminentemente zonas de sequía, la cooperación es más común porque incrementa las probabilidades de supervivencia. No obstante, también hay especies en ambientes benignos que cooperan por otras razones.
«En un grupo de suricatas solo una pareja se reproduce, mientras que los demás actúan como ayudantes»
¿Por ejemplo?
Uno de mis estudios señala que, a veces, la colaboración puede ser voluntaria, pero en otros casos no tanto. En algunas especies de peces se da una situación que es: si no me ayudas, te ataco. Normalmente eso no es fácil de observar, porque la naturaleza está como en un equilibrio.
Al no querer que les ataquen, se someten y adoptan un comportamiento colaborativo para protegerse. Pero si experimentalmente les prevenimos que ayuden, entonces observamos agresiones.
¿Cómo se relacionan tus hallazgos con la conservación de especies?
Aunque no trabajo directamente en conservación, mis estudios pueden ayudar a predecir qué especies son más resilientes al cambio climático. Las especies cooperativas pueden tener mayores probabilidades de sobrevivir en condiciones extremas, lo que podría influir en estrategias de conservación.
¿Ayudó la colaboración a la evolución del ser humano?
Parece que el clima era bastante duro y los grupos humanos eran pequeños, por lo que cooperar entre ellos fue clave para la supervivencia. Hay hallazgos que indican que hace miles de años ya se protegía a los individuos más débiles.
Por ejemplo, se encontró un fémur fracturado que había sanado, lo que sugiere que ese individuo recibió ayuda de otros, quienes le llevaron comida o le asistieron para moverse, ya que solo no habría sobrevivido.
«Creo que es importante fomentar el pensamiento crítico y la curiosidad en los jóvenes»
¿Qué comportamientos similares de cooperación podemos ver en la naturaleza?
Un buen ejemplo son las suricatas. En un grupo solo una pareja se reproduce, mientras que los demás actúan como ayudantes. Cada uno cuida de una cría y le enseña a sobrevivir, por ejemplo, a alimentarse de escorpiones quitándoles el aguijón.
También protegen al grupo de depredadores: si detectan una amenaza, como una serpiente, dan la alarma y se agrupan para defenderse. Lo curioso es que muchas veces no son familia, lo que hace más fascinante y difícil de explicar por qué cooperan si no hay un beneficio genético directo.
El estudio del comportamiento animal ¿te hace sentir más optimista o pesimista respecto a la evolución de la humanidad?
Creo que, en términos generales, hay una tendencia positiva en la evolución moral de la humanidad. Antes se tenía la idea de que éramos el culmen de la evolución, creados perfectos y con dominio absoluto sobre el resto de los seres vivos.
Hoy en día, esta visión ha cambiado en gran medida porque comprendemos que formamos parte del reino animal, y que muchas de las leyes que rigen a otras especies también nos afectan a nosotros.
Entonces vamos dando pasos adelante.
Aunque en ocasiones parezca que damos pasos atrás, la tendencia general apunta hacia una mayor comprensión y respeto por nuestro entorno. En cuanto a la evolución biológica, sigue ocurriendo, aunque de forma distinta a como lo hacía en el pasado. Antes, la selección natural era más directa: si no veías bien, no sobrevivías porque no podías detectar a un depredador.
Hoy en día, contamos con gafas, refugios, ropa y tecnología que nos protegen del ambiente y reducen ciertos factores de selección. Sin embargo, la evolución no se ha detenido; simplemente ha cambiado su ritmo y sus condiciones.
¿Podemos ser optimistas de cara al futuro de la especie?
El conocimiento sobre el comportamiento animal nos ayuda a empatizar más con otras formas de vida y a reconocer nuestra conexión con ellas. A nivel moral y social, creo que seguimos en una fase de evolución positiva. Aún nos queda mucho por mejorar, pero en términos generales avanzamos hacia una mayor conciencia y comprensión de nuestro papel en el mundo.
«Lo maravilloso de la ciencia es que nunca es monótona y me ha brindado experiencias únicas que jamás habría vivido»
¿En qué consiste la investigación que desarrollas actualmente?
Básicamente, lo que hago es modelar una población compuesta por grupos, y dentro de ellos hay individuos. Cada individuo tiene genes que determinan su comportamiento. Por ejemplo, un gen puede indicar: si tienes este valor, ayudarás, o si tienes otro valor, no ayudarás.
Luego, coloco a estos individuos en un contexto y permito que sus genes varíen ligeramente a medida que tienen descendencia. Con cada nueva generación, esos valores cambian poco a poco. Los individuos que no están bien adaptados tienden a morir, y con ellos desaparecen sus genes. En cambio, los que se adaptan mejor sobreviven y dejan más descendencia, transmitiendo sus genes con mayor frecuencia.
¿Y cuál es el objetivo final?
Con el tiempo, llega un punto en el que la frecuencia de estos genes deja de cambiar: se alcanza un equilibrio. Y ese equilibrio representa la mejor estrategia en ese contexto específico. De esta manera, el modelo permite ver qué estrategia es más efectiva en determinadas condiciones.
¿Es una manera de predecir la evolución?
Mis modelos no buscan predecir el futuro como tal, sino entender qué estrategias funcionan mejor y en qué circunstancias. Hay otros modelos que sí intentan predecir tendencias y anticipar ciertas direcciones de cambio, pero la naturaleza es extremadamente compleja.
A corto plazo, algunos patrones pueden predecirse con cierta precisión, pero a largo plazo la incertidumbre aumenta exponencialmente. Esto se debe a la enorme cantidad de factores que interactúan entre sí, lo que hace que la predictibilidad disminuya cuanto más lejos intentamos mirar en el tiempo.
Recientemente participaste en ‘Ciencia y Tecnología en Femenino’. ¿Cómo fue la experiencia?
Fue muy gratificante, además con centros educativos de Paterna donde me formé. Creo que es importante fomentar el pensamiento crítico y la curiosidad en los jóvenes, independientemente del género.
En este mundo saturado de información, donde nos bombardean con datos, muchos de ellos falsos, es fundamental desarrollar el pensamiento crítico. La capacidad de cuestionar y analizar es la esencia misma de la ciencia, y si bien cada uno puede elegir caminos distintos, si al menos han cultivado ese pensamiento crítico, para mí ya es suficiente.
«Hay hallazgos que indican que hace miles de años, entre humanos, ya se protegía a los individuos más débiles»
¿Qué iniciativas crees esenciales para fomentar la participación de más mujeres en ciencia?
Se han logrado avances significativos gracias a iniciativas que fomentan la participación de mujeres en estos campos. Sin embargo, aún hay carreras, como Informática, donde la presencia masculina es predominante, aunque también existen disciplinas en las que ocurre lo contrario.
Pienso que muchas de estas diferencias tienen su origen en la infancia. Desde pequeños se nos inculcan diferencias: para las niñas, todo es rosa y unicornios; para los niños, construcción y acción. Esta división comienza desde la cuna y se refuerza a lo largo del crecimiento
Y con independencia del género, ¿crees que el sistema educativo se puede mejorar?
Creo que, al menos en España y basándome en mi experiencia cuando iba a clase, el sistema educativo ha estado demasiado enfocado en la memorización en lugar de fomentar el pensamiento crítico.
He observado que en otros países se le da más importancia al desarrollo del pensamiento analítico, por ejemplo, a través de la redacción de ensayos en lugar de limitarse a repetir información en un examen, solo para olvidarla al día siguiente. Es fundamental que se promueva más el pensamiento crítico en la educación.
¿Cuáles son las ventajas más gratificantes de la investigación científica?
Me apasiona encontrar soluciones a problemas y detesto el trabajo repetitivo. Disfruto pensar, analizar un desafío desde distintos ángulos hasta hallar una respuesta. La ciencia hace que este proceso sea aún más gratificante, porque te permite formular preguntas y buscar respuestas por ti mismo, explorando y descubriendo. Un trabajo rutinario me resultaría insoportable; me aburriría demasiado.
¿Nunca te aburre tu trabajo?
Lo maravilloso de la ciencia es que nunca es monótona y me ha brindado experiencias únicas que de otro modo jamás habría vivido. Por ejemplo, cuando estuve en el Kalahari trabajando con suricatas y ratas topo, o el poder trabajar con murciélagos. He visitado lugares a los que pocas personas pueden acceder, donde solo los investigadores tienen permiso para entrar.
Me siento una privilegiada por haber tenido la oportunidad de explorar estos entornos casi intactos, sin apenas huella humana, conservados en su estado natural.