El cómico y ‘youtuber’ Álvaro Casares, en su corto ‘Cómo ser un vecino de España bien’, nos da algunos consejos al respecto, como: “sube la persiana con la misma fuerza que en un preolímpico de jabalina: cuanta más gente despiertes, mejor”, y sigue con más ejemplos del mismo cariz, tal que: “y, por último, mover muebles a deshoras”.
Por otro vídeo, ‘10 cosas prohibidas en otros países que en España resulta rarito’, también nos enteramos de curiosidades como esta: “prohibido usar el taladro los domingos en Alemania”. O: “en Suiza, si tiras de la cadena más tarde de las diez, multita”. En fin, hablamos, a fin de cuentas, de algo que nos acompaña y bastante a cualquier persona habitante por estos pagos, los de la Comunitat Valenciana: el ruido doméstico.
Decibelios nocturnos
Antes que nada, ¿qué entendemos por ruido? Había un anuncio donde la cantante del grupo rockero ponferradino Deviot llevaba de la mano al actor Mark Margolis (sabremos que, aquí, son vecinos) por la calle, señalando diversos hechos (un avión, mocarse, etc.), diciéndole: “eso es ruido”. Y, ya en el edificio: “yo hago música”. Bueno, está claro que, en principio, puede ser algo subjetivo.
Pero la ley, por estos pagos españoles, marca que, para acotar lo que se entiende por ruidos domésticos (los sonidos producidos desde nuestros hogares), en general, no se pueden superar entre los veinticinco a los treinta decibelios por la noche, y entre treinta y cinco a cuarenta por el día. Por supuesto que cada comunidad, provincia y hasta municipio puede gozar de sus especificidades. Ahora, ¿es mucho eso de veinticinco a cuarenta decibelios?
Entre los veinticinco o los treinta decibelios nocturnos son los que no se pueden superar en España
Midiendo las ondas
Vale, los ruidos son sonidos, vibraciones que se propagan a través del aire (poniéndonos más técnicos, hablamos de variaciones rítmicas en la presión atmosférica normal). Esto se mide en decibelios o decibeles, esto es, la décima parte de un belio, que por tanto contiene diez decibelios. Se hace así por la magnitud de lo que se mide: la relación entre la presión de la onda acústica y otra de referencia.
Añadamos que el belio se llama así por el inventor e industrial estadounidense, de origen escocés, Alexander Grahan Bell (1847-1922), quien patentara el teléfono, aparte de estudiar el sonido, trabajando incluso con artilugios previos como el sonómetro (1830), que se usa hoy para medir la contaminación acústica en un momento y lugar determinados. Por si hay curiosidad, valen de unos doce a trescientos euros.
Desde los sesenta se tiene claro que el ruido es barato, el silencio es caro
Esto sale caro
El control del ruido supone un coste: así, aislantes acústicos (como el corcho natural, aunque en algunas obras se proponga la volcánica lana de roca, ante todo un aislante térmico) a veces tan elaborados como un trasdosado, revestimiento de las paredes que, de hecho, recubre las originales con unas nuevas, específicas. También puede conllevar, esa lucha contra el ruido, un cambio de costumbres.
Desde las décadas de los sesenta a setenta, cuando se comienza a tomar conciencia del problema del ruido doméstico generado en las ciudades, se tiene claro este razonamiento: “el ruido es barato, el silencio es caro”. De todas formas, por lo de adquirir un sonómetro, la medición que vale en la Comunitat Valenciana (y en toda España) es la de la Policía Local. Y sumemos un detalle muy conocido por los estudiosos de la psicología social.
En la Comunitat Valenciana se permite hasta los límites del ruido molesto
Sonidos ajenos
Como reseñan J. Francisco Morales y Miguel Moya en ‘Psicología social’ (1995), “un ruido intenso (…) si es predecible y/o controlable generará menos estrés que otro que no se pueda predecir o controlar, aunque este último sea de una intensidad menor”. O sea, te pones a toda pastilla la agresiva ‘Gummo’ de Tekashi 6ix9ine y sientes placer, pero el ‘Claro de luna’ de Debussy del vecino te descontrola.
No obstante, añaden Morales y Moya, “las personas son capaces de adaptarse al ruido y de actuar con eficacia pese a sus efectos estresantes. Sin embargo, el ruido continuado tiene un efecto acumulativo que se traduce en una reducción de la tolerancia a la frustración”. ¿Y cuánto puede durar? La Comunitat Valenciana, en principio, marca desde las ocho de la mañana hasta las veintidós horas (diez de la noche) como el periodo en que los ruidos sonorizan las casas.
Límites locales
Con respecto a lo anterior nos encontramos parejos al principado de Asturias, Cantabria, Castilla y León, Extremadura, Galicia o Murcia. En cuanto a límite de decibelios, en general por toda la Comunitat Valenciana hay un límite máximo de cincuenta y cinco por la noche y sesenta y cinco por el día, aunque con variantes. En València ciudad, por ejemplo, el límite nocturno es de treinta, y de treinta y cinco el diurno.
En Alicante, por la noche, treinta, y por el día, cincuenta en zonas comunes, treinta en dormitorios, cuarenta y cinco en aseos, cocina y pasillos, y cuarenta en ‘piezas habitables’. Quedamos en los límites de esos sesenta y cinco (un restaurante lleno) donde comienza el ruido molesto, los ochenta y cinco (un aspirador) ya peligrosos si se prolongan, o los ciento veinte a ciento cuarenta (un despegue a treinta metros de distancia) que pueden ser hasta letales. Así que haya paz.