El fascismo es una actitud autoritaria y antidemocrática que se vincula con la derecha radical, al referirse habitualmente al carácter totalitario de la Italia de la primera mitad del siglo XX. En España se utiliza la palabra facha para dirigirse de forma despectiva a alguien que se le considera fascista.
¿Y en qué se diferencia la actitud descrita con lo que llevamos viendo durante días en muchas ciudades de España? Los llamados antifascistas están justo al otro lado, pero con el mismo peligro. Buscan imponer sus ideas a través de la violencia, arruinando negocios, machacando el mobiliario urbano e incluso incendiando un coche de policía con su agente dentro.
‘Habló’ Echenique
Ahora entiendo cuando Pablo Iglesias dice que España no es una plena democracia, y en efecto así es mientras unos energúmenos puedan atemorizar al resto sin que se tomen medidas contundentes y mirando algunos políticos para otro lado.
Luego hay quien sin vergüenza alguna dan públicamente todo su apoyo, siendo además portavoz de uno de los partidos del Gobierno. “Todo mi apoyo a los jóvenes antifascistas que están pidiendo justicia y libertad de expresión en las calles”, decía Pablo Echenique, palabras de las que no se ha desdicho a pesar de la violencia existente.
Doble vara de medir
Lo más obsceno de todo es la doble vara de medir de aquellos que, en nombre de la libertad, quieren imponer a la fuerza sus ideas que varían depende de lo que se toque. Nada más y nada menos que desde la tribuna del Congreso, y como vicepresidente del Gobierno, el 17 de febrero Pablo Iglesias reclamaba “elementos de control sobre los medios de comunicación”.
No es algo nuevo, lo lleva reclamando al menos desde 2014, cuando en una entrevista concedida al diario el País decía: “Los medios de comunicación tienen que tener control público”.
Es decir, para los medios de comunicación, realizado por profesionales, y curiosamente en nombre de la democracia abogaba “una regulación que garantice la libertad de prensa”. ¿Puede ser todo más incongruente? Aquí parece que poner el foco en el victimismo funciona. De hecho, ya le funciono con las famosas “cloacas del Estado”, aunque luego él tuviera una famosa tarjeta telefónica tantas veces denunciada en público.
Incongruencia
Pero volvamos a si se puede ser más incongruente y sí, se puede. Basta con ver que mientras se quiere controlar lo que dice todo el mundo tachando de fake news lo que no interesa y cargando sobre los medios que no le ‘susurran al oído’, se defiende frases de un tipo que se dedica a ‘incendiar’ la guerra callejera.
O criticamos todo aquello que supone una desmesura, y lo son tanto las frases de Pablo Hasel como muchas de las noticias falsas que circulan por las redes sociales, o permitimos todo. Lo que no se puede es defender la libertad de expresión hasta donde a mí me convenga.
Si permitimos en la libertad de expresión que ridiculicen la creencia de los musulmanes, como la revista francesa Charlie Hebdo con sus caricaturas, no podremos luego escandalizarnos si le ponen al Papa en una caricatura siendo objeto de una felación por una monja.
Libertad y censura
En la democracia en la que vivimos (mejorable o no, como todo en la vida) se le permite a un vicepresidente del Gobierno, que ha jurado o prometido defender la Constitución, que se enfrente a ella atacando a uno de sus principales artículos, el 1.3 que define a España como una monarquía parlamentaria.
En cambio Irene Montero no admite ciertas expresiones, chistes, etc. cuando los considera machistas. Ahí no ve la libertad de expresión. De hecho presentó una denuncia por un poema sobre ella por considerarle machista.
También la formación morada censuró a C. Tangana por seis canciones que consideraba machistas, sin defenderle en aras de la libre expresión que tanto predicada. Cierto es que en aquellos momentos, 2019, Pablo Iglesias salió al paso para decir que el cantante no le gustaba, “pero me parece vergonzoso que le prohíban actuar”.
Definir que es libertad de expresión
En definitiva, si tenemos que definir que es libertad de expresión hagámoslo, pero válido para todos. Es cierto que las palabras no matan, pero pueden ayudar, como está quedando claro en los disturbios que estamos viendo y los actos de salvajismo.
Pero la línea es muy fina y muy difícil. ¿Por qué se le va a prohibir a alguien que diga la palabra puta o a otro que diga viva la república? Son opiniones, y cada uno sabrá si le gustan o no. Otra cosa es cuando esas opiniones fomentan la violencia de manera clara en la forma que sea, aunque es solo mi opinión.
Ni perfiles falsos ni aforados
Para los medios, que ya recibimos denuncias de vez en cuando si no gusta lo que se pone, existe el control judicial. No nos escondemos en perfiles falsos ni somos aforados.
Por cierto, que desde el Gobierno se quiere ir contra todo aquel que públicamente no esté de acuerdo con las vacunas, para eso no hay libertad de expresión, solo conformarse. Se olvidan de la pedagogía, y nos dicen lo mismo y lo contrario en la misma frase, pero todos a callar.
Contra la vacuna, ni hablar
Aparentemente la vacuna crea inmunidad ante el virus, no se cansan de repetirlo así las televisiones nacionales, pero cuando se habla entonces de poder quitarse la mascarilla… la inmunidad ya no es tal.
Si las vacunas tienen toda la garantía de inmunizar, y los que se la ponen no se puede contagiar, ¿qué problema hay para que los que no quieran no se la pongan? Pero bueno, ese es otro tipo de libertad que habrá que dejar para otra editorial.