Entiendo a las personas con principios, los comparta o no, y es justo que los defienda. Lo que no comparto son aquellas personas que depende del día defienden unas cosas u otras.
Alardeando de Constitución
Estoy seguro que la mayor parte de los lectores recordarán los últimos debates electorales, esos en los que Albert Rivera a cada argumento nos deleitaba con una imagen, como si fueran estampitas, y en los que Pablo Iglesias levantaba constantemente la Constitución, amparando en ella de forma tajante sus argumentos.
Y parece correcto, la Constitución es la ley de leyes que aprobó el pueblo español en su momento y por la que se rige la gestión de nuestro Estado. Y los parlamentarios, y que decir tiene que en mayor medida si cabe el Gobierno, deben velar porque se cumpla.
A eso se agarró el PP cuando se tuvo que intervenir Cataluña con el famoso artículo 155 de la Constitución, y con el apoyo de un PSOE que ahora también hace uso de las armas que las leyes le permiten para obligar a determinadas zonas a hacer lo que ellos consideran mejor, saltando por encima de lo que opine el Gobierno de la zona legítimamente elegido.
Monarquía Parlamentaria
En cambio, si hablamos del primer artículo de nuestra Constitución, que dice que “la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria”, parece que empezamos a no levantar tanto ese libro ‘sagrado’.
Quizá el problema nazca de hace mucho tiempo. Si se representa a algo tan importante como al Estado en nombre de los ciudadanos de un país, se debe hacer aceptando las normas, y no por imperativos legales y no sé cuantas mandangas que se han ido inventando para hacer un circo de la aceptación del acta de Diputado y su juramento de acatamiento a la Constitución.
Sí, juro o sí, prometo
Aunque a todos nos obligan a cumplir hasta la mínima norma bajo pena de importantes sanciones, para ellos de nada sirve que la forma obligatoria, y además lógica y evidente, sea “Sí, juro”. Y no lo digo yo, lo dice el Boletín Oficial de las Cortes Generales, con aplicación desde el 30 de noviembre de 1989.
“La promesa o juramento de acatamiento a la Constitución prevista en los artículos 4 y 20 del Reglamento del Congreso de los Diputados se efectuará de la siguiente manera: El Presidente preguntará al Diputado que haya de prestarlo: «¿Juráis o prometéis acatar la Constitución?». Dicha pregunta será contestada mediante la expresión «Sí, juro» o «Sí, prometo».
Coletillas polémicas
Si bien es cierto que en 1990 el Tribunal Constitucional decía que prohibir a los parlamentarios añadir coletillas a su juramento era “anteponer un formalismo rígido”, también añadía que estos “no pueden condicionar ni limitar el acatamiento de la Constitución”. Con lo que si la coletilla se refiere a algo contrario a lo que figura en la misma es absurdo que sea válido.
Alberto Garzón, de IU, juraba así su cargo en mayo del año pasado: “por la democracia y la república”. Oriol Junqueras de Esquerra Republicana decía “por compromiso republicano”. Si tenemos una Constitución que aclara el sistema de Gobierno o se acata o no, ¿qué sentido tiene todo esto?
Dinamitar desde dentro
Pero los políticos han ido poco a poco acostumbrándose a eso y ahora quieren emprender una guerra desde dentro, dinamitando ese artículo 1 y empezando, peligrosamente, a hablar de República, no permitiendo asistir al Jefe del Estado a actos y hasta criticando que pueda entablar conversación telefónica.
Resulta sarcástico oír la falta de neutralidad de nuestra monarquía. Yo, como muchos ciudadanos, no soy monárquico, pero prefiero ampliamente a una persona formada, discreta, con contactos a nivel mundial, que sabe idiomas, que no tiene connotaciones políticas con lo que puede tratar con todo el mundo, a un presidente de la República de alguien partidista y radical, sea del lado que sea.
La monarquía tiene, según la Constitución, dos funciones principales que la corresponden, al margen de firmas protocolarias avalando leyes y demás: representarnos ante el exterior y el mando supremo de las fuerzas armadas, y de momento ha ido bien, solo hay que ver cómo acabaron las dos repúblicas que hemos tenido.
La República no es de izquierdas
En España se defiende la República como algo de izquierdas, cuando tan solo es un tipo de Gobierno en el que entre los dos, tres o cuatro que nos ponen para votar podemos elegir a uno. Trump, Berlusconi y un amplio etcétera presiden o han presidido repúblicas, y no parecen muy de izquierdas.
Estamos en una situación de máxima alerta a todos los niveles, desde el sanitario donde hasta la OMS no sabe que se hace tan mal en nuestro país para estar como estamos, y afirma que evidentemente no puede ser culpa de los jóvenes porque esas concentraciones han ocurrido igual en otros países sin por eso tener estos problemas, hasta en la caída de la economía.
Por lo tanto, solo se entienden estas actitudes como cortinas de humo para desviar la atención, no se pueden explicar de otra forma. Cuando se llenan la boca de que hay que apostar todos unidos lanzan la ‘bomba’ para dividirnos, y así juegan con los ciudadanos impunemente.
Reforma de la Ley Electoral
Eso sí, algo mucho más sencillo como reformar la Ley Electoral, que daría unos derechos a los españoles que no tenemos, no se menciona. Mucha defensa de que los gobernantes deben ser elegidos, pero al final te ponen una lista cerrada y no eliges a quien quieres, sino a quien quiere un partido. Listas abiertas y un ciudadano un voto, sería un buen primer paso para hablar de cambios.