Desde inicios de marzo vamos camino de un caos cada vez mayor y eso se nota en el ánimo de los ciudadanos.
Desde el inicio, caos
Ya por aquellos primeros días del tercer mes del año empezábamos a entender poco o nada. Mientras Italia estaba por encima de la saturación y todos los indicativos decían la que se nos venía encima por la covid-19 (entonces aún no tenía este nombre), aquí algunos creíamos en las buenas intenciones del Gobierno cuando decía que “solo nos tocará de refilón”.
Esas palabras de Fernando Simón, previas a las manifestaciones del 8 de marzo, luego han quedado demostradas que no eran ciertas y que desde el ejecutivo se sabía mucho más de lo que se quería decir.
Medidas dispares
Pero llega el famoso 15 de marzo y los ciudadanos quedamos confinados. El caos vuelve a surgir y se empieza a no entender las medidas. Las mascarillas entonces nos dicen que no son necesarias en ningún caso y luego, cuando nos las obligan a llevar aunque vayas solo por el campo, resulta que nos lo decían por ‘nuestro bien’, porque no había suficientes, que también puede ser que ahora lo digan por el bien de quien necesita amortizar las compradas.
Deteniéndome un momento en esto, hay que intentar entender como pueden estar las mascarillas grabadas como si fuera un bien de lujo con un 21 por ciento de IVA, ese impuesto injusto que pagan ricos y pobres por igual, cuando en varios países de la Unión Europea (UE) como Francia (5,5%), Portugal (6%) o Italia (0%) han modificado dicho impuesto, avalados por la UE que en abril ya dijo que no sancionaría por estas reducciones.
Pero la Ministra Montero nos dice de nuevo que todo es por ‘nuestro bien’, que aquí no se reduce ese IVA ya que luego llegarán sanciones de la Unión Europea a los países que lo hayan aplicado.
Decisiones incomprensibles
Volviendo al famoso primer mes de confinamiento y al caos, encontrábamos curiosidades de todo tipo. Por no extenderme, y porque todo el mundo las conoce, como ejemplo pondré que mientras los transportes públicos podían ir atestados de personas, en un vehículo privado no podías ni ir acompañado por aquellas personas con las que convives.
Tras meses de medidas contradictorias constantes, de volver locos a los ciudadanos con lo que se puede o no se pude hacer, justificando lo mismo y lo contrario casi de un día para otro como abogados defensores y acusadores en una misma persona, llegamos a un periodo de semi tranquilidad en las primeras semanas del verano.
PCR aleatorias
Los ciudadanos en general admitieron las normas sin rechistar y sin pararse a cuestionar la gestión. Se asumió que a pesar de que aquí hacen pruebas PCR aleatorias, en lugar de hacerlas buscando aislar por completo los focos de contagio, y que toda la culpa se echa a unas pocas fiestas o botellones (como no, la culpa siempre del ciudadano, no de la gestión), que era una situación extraordinaria muy difícil de gestionar.
Me detengo un momento en lo de las pruebas PCR que también es algo difícil de comprender. Conozco muchos casos que demuestran el poco criterio que se sigue: personas que se han operado y a ellos les han hecho la prueba, pero a los acompañantes que se iban a quedar toda la noche e iban a andar por el hospital no; residencias de ancianos con positivos que se han hecho las PCR a los ancianos, pero no a los trabajadores, etc.
Pasando página
Siguiendo con la cronología, al final todo ese caos parece que se va dejando atrás llegado el verano. Se va olvidando cientos de cosas importantes, como que el confinamiento lo decidían unos expertos que luego el Presidente tuvo que confesar que no existían, o que se tuvieron que dejar de contar los muertos porque no les ‘cuadraban las cuentas’.
Si no cuadran con algo tan importante como con las personas fallecidas y enterradas, es difícil creer cualquier otra cifra de positivos que den, que además es imposible de contrastar al no facilitar los datos por zona administrativa de salud.
Tiempo actual
Pero como se me acaba el espacio, cada lector que siga rellenando con sus propias apreciaciones y llegamos a las últimas semanas en las esto ya parece el ‘cachondeo padre’, cuando estamos jugando con vidas no solo por la covid-19, sino también por el hambre, la pérdida de empleos y negocios, la salud de las personas por cualquier otra patología que no sea la covid, etc.
Y en este último caos nos encontramos con que se decreta un toque de queda en el País que nos impide a las personas salir de casa no sabemos bien porqué (si es para controlar botellones o similares para eso está la policía), pero que en unos sitios empieza a las 22 horas y en otros a las 23 o las 24; y acaba a las 5, las 6 o las 7 de la mañana, a gusto del presidente de la comunidad de turno.
Y sigue el caos
Las personas ya no sabemos cuándo podemos salir y dónde, porque si dos comunidades separadas entre sí no están confinadas puedes ir de una a otra, incluso pasando por una confinada, y aunque te hagas 800 kilómetros detente a echar gasolina pero no a tomar un café si ese bar está en una zona confinada, aunque sí pueden ir los lugareños. Parece un trabalenguas, pero es la realidad.
Y para colmo, en el debate en el que se crea un estado de alarma de nada más y nada menos que seis meses, algo inédito, el Presidente del Gobierno se ausenta como si no fuera con él, y la derecha se pone a debatir quien es más oposición. Los ciudadanos tienen aguante hasta que se les acaba, y el caos no es el mejor camino.