Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) del 2020, casi un 35 por ciento de los españoles no sabe cómo comunicarse con las Administraciones Públicas por medios electrónicos.
Trinchera digital
El día de la trinchera digital nacía el día que nos encerraron a todos en casa y nos trajo una serie de realidades de las que tardaremos muchos años en recuperarnos. Ese día nacían dos trincheras: la de los ciudadanos agobiados y que no sabían que sería de sus vidas y la de la Administración que veía que por fin podía ser solo digital.
Recuerdo que, en esos meses, publicábamos todos los días digitalmente en este mismo periódico y ya dábamos algunos anticipos de lo que iba a ocurrir; desgraciadamente acertamos en todos los pronósticos y ahora algunas de esas publicaciones son empleadas en cursos o en artículos doctrinales donde nos referencian.
La brecha digital se ha cebado con los desempleados y la España vaciada
Brecha social
La crisis provocada por la covid-19 ha evidenciado no solo las carencias económicas y laborales, sino también los déficits digitales de España con respecto a otros países, así como las desigualdades que provoca entre los ciudadanos con los que el que sabe lo consiguen todo y el que no, se queda excluido.
Pero algo en lo que no reparó la Administración, en su afán de ser una administración digital, es que ese cierre físico de las oficinas, junto con el teletrabajo administrativo, iba a generar una de las brechas sociales más grandes del presente siglo.
Los pobres más pobres
Esta brecha supone que algunos ciudadanos no hayan percibido su desempleo, que les falte renovar su prestación social o que tengan pendiente recibir el Ingreso Mínimo Vital. Todo esto supone que exista una distancia mas grande entre pobres y ricos en España; es decir: que los pobres sean más pobres.
Más de 2 millones de personas no tienen internet y 750.000 viviendas siguen sin conexión. Pero, además, la brecha digital se ha cebado con los desempleados y la España vaciada.
Una Administración no preparada
Esto ocurre, en primer lugar, por una Administración no preparada que optó por cerrar sus oficinas; actualmente algunas de ellas, como el SEPE, continúan cerradas a cal y canto. Nunca hay citas disponibles. Lo hicieron físicamente para obligar al ciudadano a dirigirse electrónicamente a nuestras instituciones.
También lo hicieron los bancos, dejando a los más mayores sin poder sacar su dinero y sin poder ser atendidos telefónicamente. Según datos obtenidos de Eurostat, casi la mitad de las personas de entre 65 y 74 años que utilizan internet cuentan con habilidades digitales bajas.
De 74 hacia arriba, es como hablarles en otro idioma. “La gente de mi edad estamos más aislados y limitados porque no sabemos usar los teléfonos estos tan modernos”, afirma Antonia Vargas, de 76 años.
Las oficinas administrativas siguen cerradas, provocando desesperación
Modo de exclusión
La Administración debería de haber mirado los datos del INE antes de tirarse cómo un elefante en una cacharrería a ser administración digital, y esos datos son claros: un 38 por ciento no ha usado la banca electrónica y un 60 por ciento no sabe utilizarla.
En estos mismos datos se expone que casi un 35 por ciento de los españoles no entiende cómo comunicarse con las Administraciones Públicas por medios electrónicos, y la mitad de la población no se comunica al no tener los conocimientos necesarios y no disponer de certificación digital, elemento imprescindible para acceder.
12,6 millones de personas trabajadoras no se han formado nunca en competencias digitales y 8 millones de ciudadanos no usan ni saben que es una herramienta tan básica como el correo electrónico. Francisco Polo, actual secretario de Agenda Digital, afirma: «La brecha digital impacta de forma directa sobre todos los modos de exclusión. Las limitaciones al acceso y uso de la digitalización para ciertos colectivos acentúan las injusticias de un país».
«El tamaño de la Brecha es muy grande, elevadísimo, inexplicable y muy distante de las cifras de nuestros países vecinos», según José Varela, autor del estudio de la Brecha digital en España.
Equilibrar la balanza
Es decir, una parte importante de la población es analfabeta digitalmente, pero la obligas a comunicarse por este sistema con la Administración. La solución más fácil que podrían haber hecho es como en Estados Unidos, donde el cierre de la Administración es una situación en la que el gobierno suspende la prestación de todos los servicios públicos, menos los considerados como ‘esenciales’.
De forma general, los servicios del gobierno federal de los Estados Unidos que continúan en activo, a pesar de la parada, son: el Servicio Meteorológico Nacional y sus agencias filiales; los servicios médicos de las instalaciones federales; el servicio postal; las fuerzas armadas; el control del tráfico aéreo; y las prisiones.
En cierta medida, un cierre del gobierno es similar a un cierre patronal del sector privado. Para dejarnos incomunicados digitalmente y con una administración que sigue teletrabajando era mejor un cierre administrativo, al menos habríamos equilibrado la balanza.
Al analfabetismo digital hay que sumar los ataques cibernéticos a las webs de la Administración y su mal funcionamiento
Ataques cibernéticos
Es necesario desarrollar un marco legislativo garantista y predecible que envíe un mensaje de seguridad jurídica a todos los españoles, pero que sobre todo tenga en cuenta al que puede dirigirse digitalmente a la Administración y al que no.
Lo mas alarmante de este proceso han sido los ataques cibernéticos a las administraciones, que casualmente a afectado al SEPE, TGSS, INE, INSS y diversos ministerios como son el de Educación y Cultura, Justicia o el de Asuntos Económicos y Transformación Digital.
Insistiendo en esa casualidad, los servicios objetivo fueron el SEPE, vinculado con las ayudas y prestaciones sociales; y la Seguridad Social, vinculado a las empresas, trabajadores y las prestaciones por desempleo y a la red de Sistemas de Aplicaciones y Redes para las Administraciones (SARA), la cual está ligada con la plataforma Cl@ve, mecanismo a través del que gran parte de los ciudadanos se autentican para llevar a cabo, entre otras cosas, el ejercicio de la declaración de la renta.
Mal funcionamiento de las webs
Es decir, si sumamos el analfabetismo digital de muchos ciudadanos, los ataques y los cierres de las webs digitales de la administración, y añadimos el mal funcionamiento de estas, nos encontramos con el día que fuimos excluidos digitalmente de la sociedad.
Eso sí, ya antes nos habían excluido de ir presencialmente a las oficinas, donde te salía el conserje o un guardia de seguridad y no te decía como José María Larra “vuelva usted mañana”, sino que, con la voluntad del no, te contestaban con “entre la web que eso se hace digitalmente”.