Las obras del Frente Litoral de Altea se han convertido en un verdadero quebradero de cabeza para vecinos y empresarios de la zona afectada, que ven como el Ayuntamiento ha hecho caso omiso a sus quejas y peticiones y ha iniciado, en plena temporada alta pospandémica, unas actuaciones que, por su proximidad a las terrazas, han auyentado a muchos turistas.
En este extenso reportaje, damos voz al sentir de los afectados, que aseguran que los responsables municipales nunca han querido escucharles.
Los mayores, los más afectados
Una problemática que sufre, como explica la propia afectada, “de manera especial la gente mayor. Se quejan mucho. Tienen que dejar el coche muy lejos y no es que no quieran, sino que no pueden caminar tanta distancia. Además, han vallado todo y han quitado el muro. Es una vergüenza porque las personas mayores tienen que pararse a descansar sentándose en las macetas”.
El negocio de María José Escobar se encamina ya hacia su tercera década de historia y su propietaria asegura que “nunca hemos vivido una situación tan mala como la actual”; un presente que parece que solo va a empeorar ante la negativa municipal, una vez completada la obra, a que puedan seguir contando con su acristalamiento exterior.
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«Nos dejan sin trabajo»
Escobar explica que “llevamos con nuestra terraza acristalada desde el año 1998. Pienso que no es algo que perjudique en un paseo como el de Altea. Si está cuidado y limpio, hace incluso bonito el propio entorno. Ahora nos lo quieren quitar. No piensan en los trabajadores ni en las personas que damos empleo”.
Para la empresaria, la situación es dramática porque “yo no tengo aforo dentro. Llevo toda mi vida trabajando aquí para que este invierno vengan a decirme que lo tenemos que quitar todo. ¿Qué hago entonces? Me tendré que ir con una mano delante y otra detrás. Me dejan sin empleo a mi y a mi plantilla, pero a ellos les da igual”.
Futuro económico
Una decisión, la de retirar los acristalamientos, que responde a que “les ha entrado el capricho de que todas las terrazas sean con sombrillas. Aquí, el turismo viene a ver la playa. En invierno les gusta estar en el exterior, no dentro de los locales. Quieren ver el mar y aquí, en esos meses, hay días con mucho viento en los que no puedes abrir una sombrilla. A eso, se une la humedad de la tarde y la noche”.
Escobar lanza un grito desesperado apelando a la comprensión del gobierno local, asegurando que “hay muchos negocios en esta zona que no tienen aforo dentro. Aquí se trabaja con las terrazas. Si no nos dejan acondicionarlas, muchos vamos a tener que cerrar. Son algo más de cuatrocientos negocios, que es de donde más dinero saca el propio ayuntamiento. Si provocan que nos vayamos a la ruina, ¿qué van a hacer? ¿Aumentarán los impuestos a los ciudadanos? ¿Subirán el agua, el IBI… para mantener esos ingresos?”.
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La clientela toma nota
Los negocios de Altea, especialmente los hosteleros, como ocurre en todas las ciudades turísticas, viven en buena medida de su clientela fiel; aquella que -sumada a los residentes locales- vuelve año tras año a su cita con profesionales que, con su esfuerzo y dedicación, son para ellos sinónimo de calidad y buena acogida.
Personas, al fin y al cabo, que resultan, gracias a sus confesiones y comentarios, un buen termómetro para comprobar cómo perciben los visitantes esos cambios que se han ido produciendo con el tiempo. El juicio de valor, como explica Escobar, es demoledor para los gobernantes locales: “nos dicen que están locos. No entienden cómo están haciendo todo esto”.
A favor del cambio
Y no se trata, como podría tener la tentación de argumentar alguno, de que los empresarios alteanos estén radicalmente en contra de la evolución y los cambios; que, bien planteados, siempre son sinónimo de nuevas oportunidades y mejores condiciones para aquellos que visitan la Villa Blanca y posibilitan su actividad económica.
“Podrían decir que todo el que quiera cerrar ponga un tipo determinado de cerramiento, para seguir todos una misma línea y, de esta manera, tener un paseo bonito”, explica la empresaria. “Algunos han instalado rejas y es verdad que puede quedar feo estéticamente, pero un acristalamiento bien colocado y agradable no sé en qué puede molestar”.
Lo mismo ocurre cuando abordamos la cuestión de la necesidad de renovar el Frente Litoral alteano. “Nosotros no estamos en contra de que se haga esta obra. Todo tiene que evolucionar, pero sin perjudicar a nadie. No tengo ningún problema en que se renueve y se haga lo que sea necesario. Yo quito lo que tengo puesto, pero solo pido que luego me dejen volver a ponerlo”.
Dejadez institucional
Como ya han demostrado sobradamente en el pasado, los empresarios de la zona marítima de la Villa Blanca tienen paciencia y resiliencia para dar y repartir. “Si tengo que quitar mi infraestructura un mes o dos meses, lo hago. Ya lo he hecho antes”.
Se lamenta Escobar, además, de la dejadez que ha mostrado la Administración no solo en el presente y que ha derivado en esta situación. “Nosotros llevamos años así. Ningún alcalde ha querido nunca dar el permiso” que hubiese posibilitado la legalización plena de esos acristalamientos. “Sin embargo, sí los ha habido que nos han dicho: ‘vosotros ponedlo’. Llevamos así toda la vida y, si quisieran, podríamos continuar igual en el futuro”.
Escuchar al turista
Y todo ello, sin haber abordado todavía la cuestión de las preferencias de aquellos que, con sus visitas a Altea y sus negocios, posibilitan la actividad económica y, por lo tanto, la siempre tan necesaria -y más en las circunstancias actuales- creación de empleo.
Como explica Escobar “la gente que viene a Altea quiere estar en las terrazas y ver el mar. No quieren quedarse en el interior de los locales porque a través de las paredes no se ve nada. ¿Para qué vas a venir aquí a meterte dentro? Para eso te vas a la montaña o a pueblos del interior. Nosotros vivimos en buena medida del paisaje y de las vistas”.
«Vemos negro el futuro si nos quitan donde nos ganamos el pan de cada día» M. J. Escobar
Incierto futuro
Tras todo lo expuesto, la pregunta es obvia. Con problemas pasados nunca resueltos, unas obras en pleno apogeo y la amenaza de la prohibición de los acristalamientos, ¿cómo afrontan los empresarios el ya de por sí incierto invierno que está a la vuelta de la esquina?
Escobar quiere seguir siendo optimista, pero no puede evitar que su voz contradiga parte de su discurso. “No lo sé. Vamos a ver cuándo nos dicen que hay que retirar todo esto. Las cosas no están muy claras. ¿Cómo verías tú el futuro si te quitan todo lo que es tu vida y donde tienes el pan de cada día? Muy negro, ¿no? Así es como lo vemos la mayoría”.