Hace calor y la brisa que llega del mar no llega a refrescar. La sensación de bochorno es casi insoportable y solo los más valientes -o insensatos, depende de cómo se mire- se atreven a enfrentarse a los rayos del sol sin protección.
El resto se refugia bajo la sombrilla, se refresca en el agua o, sencillamente, se rinde a la llamada del chiringuito más cercano. Tierra adentro, los pocos viandantes buscan la sombra de los árboles y el mobiliario urbano y, a lo lejos, una chicharra tortura los oídos de todos con su incansable estridular.
Salta la alarma
De repente, sin previo aviso, algo extraño sucede. Centenares de teléfonos móviles comienzan a sonar al unísono. Las emisoras de radio cortan su programación con un boletín urgente, y agentes de Policía y voluntarios de Protección Civil saltan a sus vehículos y se lanzan a por sus sistemas de megafonía.
El mensaje es aterrador y apenas hay tiempo de reacción. El Instituto Geográfico Nacional (IGN) ha detectado un terremoto cerca de la costa y ha activado la alerta de tsunami. La ola se dirige hacia la orilla y toca desalojar. El caos.
Por fortuna, todo lo anterior no es más que producto de la imaginación… por ahora. Nunca en la historia reciente hemos sufrido en la Costa Blanca uno de los fenómenos más destructivos de la naturaleza, pero un reciente estudio del IGN ha puesto negro sobre blanco el nivel de riesgo que cada zona costera de España corre ante una ola gigante.
Protección Civil ha mandado al Gobierno su plan por maremotos
Nuevo plan
Como resultado de este estudio, la dirección general de Protección Civil y Emergencias ha elevado ya al Consejo de Ministros su nuevo Plan Estatal ante Riesgo de Maremotos, la herramienta que debe poner en marcha la cadena de decisiones y acciones que, llegado el caso, podrían ayudar a salvar miles de vidas.
Un protocolo que, al menos en lo que a la costa alicantina se refiere, se convertiría, en caso de activación, en una auténtica carrera contra el reloj.
En términos provinciales, la Costa Blanca se ha dividido en dos tramos de avisos. El primero, de sur a norte, va de San Javier (Murcia) a Jávea. Allí comienza el segundo, que se extiende hasta Sagunto (Castellón). La buena noticia, es que ninguna de esas zonas aparece como área de altísimo riesgo en caso de tsunami.
Sin tiempo de reacción
Según los modelos con los que trabaja el IGN, que explica que en el Mediterráneo se produce un terremoto “cada varias decenas de miles de años”, la posibilidad de que se genere un tsunami devastador es muy escasa. No solo por la gran dispersión temporal entre ellos, sino también por la virulencia con la que podrían impactar en la costa.
Pero todo, y más estas situaciones, tiene un reverso tenebroso. Un lado negativo. En el muy improbable caso de que se produjera un maremoto en nuestras costas, aquellos que residen a pocos metros de la orilla -o que tuvieran la mala fortuna de encontrarse en ese momento ahí-, apenas tendrían tiempo de reacción.
Las fallas que pueden producir terremotos están muy cerca del litoral, o ya en tierra, por lo que la llegada de la ola sería prácticamente instantánea.
Al haber fallas muy cerca de la costa, la onda sería casi instantánea
Una cercanía salvadora
Esa enorme proximidad sería, en última instancia, la gran salvadora de vidas. Sin tiempo de reacción, no habría más remedio que hacer frente a una ola que, por suerte, no tendría el recorrido suficiente para crecer y, por lo tanto, no rebasaría el metro de altura en el momento de su impacto con la costa.
Experiencia reciente
Todos tenemos fresco en la memoria el gran tsunami que azotó el sudeste asiático el 26 de diciembre de 2004, con más de 230.000 muertos, o el de Japón en 2011, que acabó con más de 16.000 personas y provocó el que -junto a Chernóbil- aún es el mayor accidente nuclear de la historia (ambos con magnitud 7 en la escala INES).
Mucho menos devastador y, seguramente, desconocido para la gran mayoría fue el maremoto sufrido en 2003 en la isla de Mallorca, donde solo produjo algunos daños materiales en las embarcaciones que se encontraban amarradas en los puertos más expuestos.
La ola no tendría recorrido para rebasar el metro de altura al impactar con la costa
Consejos básicos
Con esa experiencia en la mente y, sobre todo, atendiendo a la tipología de tsunami más probable en la provincia, los consejos básicos en caso de encontrarnos en esa situación son simples: tener siempre presente que, si se siente un seísmo, la posibilidad de que se produzca un maremoto en los siguientes veinte minutos es real.
Por ello, la primera medida a tomar es situarse lo más rápido posible en una zona elevada y esperar allí instrucciones de Protección Civil. Si la ola gigante se desencadena mientras navegamos, lo recomendable sería no hacer caso a nuestros instintos más primarios y, en lugar de buscar refugio en puerto, poner la proa rumbo mar adentro.