Pepe ‘El Bessó’ (el gemelo) quizá no imaginó, a mediados del siglo XX, cómo iba a crecer el municipio en el que se crio. Por entonces, daba forma a los setos y regaba, en la pedánea Fabraquer, los jardines de Villa Marco, fantasía modernista de mediados del XIX a la que humedades y el tiempo dejaron poso en su alma de forjado, madera y cañizo, y que hasta salió en una película de 1963, ‘Noches de Casablanca’, con una entonces hollywoodense Sara Montiel. Sanjuanero de pila bautismal, Pepe se forjó junto a los campellers o campelleros, los de arriba, los del pueblo, los del campo, y no con los carramalers, los del Carrer (calle) la Mar, los de la costa, esos 23 km litorales.
A punto estuvo de ser pescador, de hacerse a la bahía a capturar bonitos, corvas, doradas, pescadillas, pulpos, salmonetes, sardinas, sepias… que hoy se venden en la lonja a todo el mundo (desde 1991, tras la construcción del nuevo puerto pesquero, de lunes a viernes a partir de las seis de la tarde, con puja a la baja). No embarcó salvo en el servicio militar. Se quedó a ver desde tierra cómo crecía El Campello, o simplemente Campello, segregada de Alicante en 1901.
No es propiamente una sola ciudad. Más parece agrupación de municipios. Según los números oficiales, El Campello (de Campellum, campillo, diminutivo de ‘campus’, campo) posee sus 55,27 km² de superficie, con monte, bancales, playas, acantilados, radas (puertos que son y otros que quisieron serlo) y hasta cuevas en esta agrupación ecléctica donde ‘el poble’ (el pueblo) supone tan sólo, y no es poco, uno de los epicentros desde los que se ha ido generando, y aún continúa haciéndolo, la entidad vivencial que conocemos como El Campello.
Cruzar el río Seco
Fabraquer, bordeado por la playa Muchavista, físicamente unida a Playa de San Juan (de Alicante capital), nos descubre de qué va el concepto ‘campello’: desde el interior hasta el litoral, el municipio desemboca en el Mare Nostrum como el río Sec o Seco (el Montnegre nacido como río Verd en Onil), cuyo nombre alude a su pertinaz estiaje, aunque de cuando en cuando, como la madrugada del 3 al 4 de noviembre de 1987, saca pecho.
Quizá los 28.930 habitantes censados en 2020 sean muchísimos más, amparados bajo el epígrafe no censal de ‘población estacional y/o de fin de semana’. Y han convertido a El Campello en una metrópoli a cachos. El cacho de este lado del Sec es muy estacional, sobre todo cuanto más se acerca al mar. La Font, Las Lanzas, Mezquitas, Olas Blancas… nombres de urbanizaciones que se sobreponen a las denominaciones de calles que tuvieron más solera: camino de Marco, avenida del (conde de) Fabraquer, camino real de la Vila Joiosa, etc.
Al otro lado del río, cruzando un puente que en 1987 acabó en el mar, tenemos el primer núcleo plenamente urbano, el que orilla la playa del Carrer de la Mar. Hoteles, casas de juegos, centros comerciales, gastronomía (arroz a banda o meloso, caldero campellero, ‘fideuà’, ‘bollitori’), un muy visitado establecimiento donde tomar chocolates de la vilera Valor y un paseo que, desde su construcción, en 1964, ha vivido muchos renacimientos debido a la poderosa fuerza océana.
Arcadi Blasco (1928-2013) construyó sobre el mar (hoy sobre una regenerada arena) una parte de su ‘Monumento al pescador’ (1989), el faro; la otra, la barca, está en la fuente de la plaza al Pescador. Y los marineros aportaron los dineros para que en 1960 se erigiera la ermita de la Virgen del Carmen (fiestas en torno al 16 de julio).
El pasado a dos bandas
Al norte tras el paseo, la torre de l’Illeta (isleta), atalaya construida entre 1554 y 1557 para prevenir ataques berberiscos, y la propia Illeta (hoy península) dels Banyets (de los baños), popularmente los baños de la Reina (mora). En realidad, restos íberos y romanos, con tumbas, termas, viveros, en el visitable complejo arqueológico. Vida que nació en el mar, y subió a tierra.
El primer tramo del tren de vía estrecha (1914), el ‘trenet’, Alicante-Altea, dejó una estación que, al norte, permitió que el ‘poble’ y la zona costera comenzaran la fusión. La avenida Carrer de la Mar se transforma, ya en pura tierra ‘campellera’, en la avenida de la Generalitat, donde disfrutar de los Moros y Cristianos (desde 1976, con desembarco), en torno al 15 de octubre, día de Santa Teresa, cuyo templo se construía en 1849 sobre el ánima de otro del XVIII. Aquí, Casa de Cultura, Casino, Polideportivo, Ayuntamiento o el Centro Social El Barranquet, para “mejorar la convivencia, la participación y la integración comunitaria”.
Más allá de la urbe
Arriba, cruzada la carretera N-332 (calle San Ramón), se abre otro Campello, pueblo moderno con pisos y pareados, más una calle y un parque con el mismo nombre: Llauradors (labradores). Sin olvidarnos del sendero costero ‘voramar de las esculturas’ o el interior SL-CV 93 (Puntes de Gosàlvez), El Campello urbanita no termina aquí. Pepe conoció el arranque poblacional de la litoral Coveta Fumá (‘cuevecita ahumada’), donde playas y acantilados conviven junto a una población donde se alternan apartamentos, comercios y chalés, grandes y pequeños, modestos y multimillonarios, asomados a calas recoletas. Y plaza con restaurantes y hasta conciertos de jazz.
La urbanización-pueblo llega hasta, en lo alto de un senderista acantilado, la magullada torre de Reixes (‘rejas’, 1554). Y aquí le plantan los documentales el punto y final a El Campello, aquí se lo pondría Pepe. Pero hay más. Pasado un túnel por carretera, a la izquierda el Far West El Campello, hoy Fun West, donde David Carradine rodó ‘Bala perdida’ (2007) o las Sweet California el videoclip ‘This is the life’ (2014). A la derecha, Pueblo Acantilado, hotel con cafetería, sala de exposiciones, teatro, auditorio, seminarios, casas habitación, reproduciendo un pueblo marinero, abonó una estela de urbanizaciones que desembocan en las calas la Nuza y les Palmeretes. El camino a la playa del Carritxal, con su correspondiente núcleo poblacional, finalmente, nos conecta con la Vila. Ni siquiera lo hubiera sospechado Pepe ‘El Bessó’.