Cuando los tiempos son normales, o todo lo normales que puedan serlo en este siglo XXI, en Altea la Vella, en enero o en febrero, toca fiesta, de las grandes. En concreto, las del Santíssim Crist de la Salut o Santísimo Cristo de la Salud, del once al catorce de este mes, según calendario municipal. La pedanía alteana que fue origen del municipio intentará de nuevo ofrecer, en lo que se pueda según circunstancias, sus parabienes al servicio de la veterana conmemoración.
El programa de 2019, con las fiestas justo antes de que la primera ola pandémica arribase a nuestras costas vivenciales, nos puede servir de guía. Abarcaban desde el miércoles seis de febrero hasta el lunes dieciocho, con una coda el sábado veintitrés para celebrar la décimo tercera edición del Certamen de Música Festera: novenarios, pregón, concentración de vehículos clásicos, teatro, chocolatada, l’Entrà de la Murta (en especial para la chavalería), xirimiters i tabalets, verbenas, torneos de cau i truc, mascletaes… la procesión. ¿Cuál fue el origen?
La fiesta nos retrotrae hasta el año 1830
Contra el cólera
Historia y algo de leyenda nos llevan hasta 1830, cuando el mundo vivía otra pandemia, aunque algunos historiadores la consideren más bien una sucesión de epidemias viajeras. En aquellos tiempos, sin los actuales avances en las comunicaciones, cualquier bichejo microscópico se tomaba su tiempo. Como la bacteria vibrio cholerae, la del cólera, que atacó en 1817 desde los humedales alrededor de Calcuta (los que no habían sido drenados). Para 1920, la plaga ya desembarcaba en las costas mediterráneas.
Conquista definitivamente tierras europeas desde 1826. En 1830 llega hasta Moscú y las islas británicas. Y embarca con destino a América, donde se da otro mortífero festín que no acabará hasta 1839. La vacuna aparece en 1885, gracias al médico catalán Jaime Ferrán y Clúa (1851-1929), quien, desde tierras valencianas, tuvo que bregar con una fuerte campaña negacionista incluso desde la clase política: hasta el Gobierno prohíbe inicialmente la vacunación en pleno rebrote.
Los rezos a la imagen eran para combatir el cólera
Revisionismos poco creíbles
Pero todo ello fue mucho después de 1830. Entonces, ante la escalada de casos (en España se llegaron a contabilizar más de 300.000 muertes), no queda más que encomendarse a quien cada cual se encomiende. En Altea la Vella, al Santísimo Cristo, que según la tradición liberó a la población de más contagios a las mismas puertas de la infestación masiva, ganándose entonces el apelativo ‘de la Salud’.
Crónicas revisionistas quieren relacionarlo hoy con otra conmemoración a un Santísimo Cristo muy cercana, en la misma Altea ciudad. Se basan en que aquellas fiestas se celebraron sobre febrero desde su origen, en el XVIII (pero era por San Blas, el tres de febrero), hasta que en 1987, debido al frío, se ubican en torno a septiembre. Pero las Fiestas Mayores de Altea en honor al Santísimo Cristo del Sagrario y San Blas parecen poseer diferente origen. Incluso histórico.
Festejos casi contiguos
Las del Santísimo Cristo de la Salud se celebran en torno al llamado Domingo de Quincuagésima, o sea, el anterior al Miércoles de Ceniza, mientras que las del Santísimo Cristo del Sagrario orbitaron consecutivamente enero-frebrero y septiembre-octubre (aunque estas últimas se intentaron en los setenta en mayo, pero tropezaron con la recogida del níspero). Ambas, eso sí, se rigen por un calendario de origen claramente agrícola. La del Sagrario, aparte, aparece cuando la Iglesia se reafirma en pleno Siglo de las Luces, de la Ilustración.
En las del Cristo del Sagrario, a un marinero de la familia Ronda, prisionero en Argel (lo que podría ser verdad, según documentos) o libertador de cautivos (ya nos vamos al mito), se le ofreció adquirir la venerada figura a cambio de su peso en oro y plata. Quiere la tradición que la balanza se niveló milagrosamente con muy pocas monedas. El caso es que el Santísimo Cristo llegó a Altea y se le ubicó tras el Sagrario de la iglesia parroquial, dándole nombre a la conmemoración.
Combina, como muchas otras, tradición y modernidad
Raíces históricas
Tampoco convence la asociación antropológica de las fiestas del Cristo de la Salud a, en enero, las de la Primera Sangre de Cristo (circuncisión y consiguiente proceso de Redención). A veces un puro es solo un puro, aseguran que decía Sigmund Freud. Y posiblemente las fiestas del Santísimo Cristo de la Salud no representen más que lo que afirman: que Altea la Vella se libró, mucho o todo, de aquella pandemia. Y es algo a festejar, bastante, hasta donde la actual plaga lo permita.
Para ello, como siempre ocurre, tradición y modernidad se darán de nuevo la mano. Se resentirán actos tan queridos por peques, y grandes, como l’Entrà de la Murta, que viene de esparcir por la calle, para actos religioso-festivos, plantas aromáticas como la murta, o sea el arrayán o mirto. Es un acto típico de la Comunitat Valenciana, aunque muy transformado, reinventado, allá donde se ofrece, como de hecho sucede aquí. Pero la conmemoración, de una u otra forma, seguirá enraizando en Altea la Vella.