Hubo un tiempo, ya muy lejano, en el que embarcarse para enfrentarse a la siempre traicionera mar era cualquier cosa menos una opción de ocio. Aquello era cosa de aventureros, exploradores, comerciantes y, por supuesto, pescadores. Meterse en un cascarón de nuez para, simplemente, disfrutar del suave mecer del agua en un día tranquilo y soleado estaba fuera de cualquier ecuación.
Las cosas comenzaron a cambiar, si hablamos en términos históricos, hace muy poco tiempo. Primero, con los transatlánticos, que convirtieron el viaje -al menos, para aquellos que podían permitirse los caros pasajes de primera clase- en una lujosa experiencia. Luego, esos mismos personajes acaudalados, mutaron su mirada al mar y vieron en él y en sus yates una vía de escape. Un inmenso lugar de ocio.
Un mar de todos
Hoy en día tener un barco con el que poner agua de por medio no es algo que esté al alcance de todos los bolsillos, pero sí se ha convertido en un lujo asequible para muchos. Lo que sí puede hacer cualquiera es disfrutar de los deportes náuticos. De la vela, el windsurf, el surf… El mar, ese que primero fue un enemigo hostil y luego un lujo, es ahora un espacio de todos.
Buena parte de ese proceso de cambio, sobre todo de la ‘democratización’ vivida en las últimas décadas, es responsabilidad de los clubes náuticos. Unos espacios que también han cambiado mucho con el paso de los años y que hoy en día, con sus distintos servicios, abren la puerta del mar a toda la ciudadanía.
El Club Náutico de Santa Pola comenzó a fraguarse en el tórrido y caluroso mes de agosto de 1972
Medio siglo de historia
Un claro ejemplo es el Club Náutico de Santa Pola, que en este 2022 que todo el mundo espera ya pospandémico, cumple su 50º aniversario. Un momento perfecto para echar la vista atrás y repasar una etapa en la que la institución ha evolucionado hasta posicionarse como un club de referencia nacional por su actividad y desarrollo de los deportes náuticos, la notable gestión realizada en la estructura y planificación del club y la estrecha vinculación con el pueblo de Santa Pola.
El Club Náutico de Santa Pola comenzó a fraguarse en el tórrido y caluroso mes de agosto de 1972. España se había convertido ya en punto de llegada de millones de turistas europeos y la Costa Blanca, de la que Benidorm, como hoy en día, ejercía de locomotora, era un destino predilecto.
Fue entonces cuando José Quiles Parreño comenzó a dar forma a un proyecto que debía posicionar a la ciudad en el mapa turístico.
En estas cinco décadas se ha convertido en uno de los más importantes de la provincia de Alicante
Inicios sin pretensiones
En aquella época en la que Santa Pola, como el resto de España, encaraba la parte final de un proceso de modernización, de apertura y de rotura con un régimen que todavía resistiría unos años más, Quiles y el resto de personas que se embarcaron en el proyecto de creación del Club Náutico de Santa Pola no tenían mayor pretensión que el cuidado y disposición de las escasas embarcaciones de recreo que quedaban adosadas en el dique de poniente del puerto.
En estas cinco décadas de historia y mejoras constantes, se ha convertido en uno de los más importantes de la provincia y, por lo tanto, del litoral español. Cuenta con casi quinientos amarres y setecientos socios, algo que demuestra que el mar ya no es ni un peligroso ambiente hostil ni un lujo al alcance de unos pocos. Además, para aquellos a los que no les gusta en exceso el agua, también cuenta con unos excelsos servicios e instalaciones.
José Quiles fue quien comenzó a dar forma a un proyecto que debía posicionar a la ciudad en el mapa turístico
Dos etapas
Desde aquel primer bosquejo de 1972 hasta la obtención de la primera concesión administrativa tuvieron que pasar ocho años. El actual Club Náutico obtuvo ese documento en 1980 por un periodo de veinte años. Un periodo de tiempo suficiente como para animar a sus gestores a acometer una fuerte inversión en infraestructuras para construir unas modernas instalaciones, entre las que destacaron el sistema de pantalanes y el edificio social.
Un proceso que volvió a comenzar en 2003, cuando se firmó, por un periodo de treinta años, una nueva concesión. A partir de este momento, el Club Náutico de Santa Pola inició una nueva etapa haciendo frente a las más importantes obras de remodelación de todas sus instalaciones.
Centro de la vida social
Aquellas mejoras, iniciadas en el año 2004, se culminaron sólo dos años más tarde y supusieron la creación de seis pantalanes firmes de hormigón y una gasolinera en la parte marítima, así como un varadero, edificios deportivos, talleres, marinería y vestuarios en la zona terrestre.
Una evolución que vio su siguiente episodio en 2012, cuando se urbaniza el frente marítimo de la avenida de Granada dando como resultado el actual paseo Adolfo Suárez de Santa Pola, epicentro del ocio y la restauración en la villa para ciudadanos y visitantes, y que destaca por su moderno y galardonado diseño y la ferviente actividad de sus locales comerciales.