Quería que visitases su casa de fin de semana y fiestas de guardar, allá por los intríngulis de los montes que rodean al río Monnegre o Montnegre. Y lo soltaba tan feliz: “Che, allà darrere de l’ermiteta, cap amunt, cap amunt, aquí mateix”. Vale, detrás de la ermita quedaba, para arriba, para arriba, un aquí mismo de unos ocho kilómetros en un camino estrecho, muy peligroso, asomados a ratos a acantilados que subrayan el curso del río Monnegre. El pantano de Tibi no pillaba muy lejos.
En la actualidad, está asfaltado, pero antes de entrar conviene reparar en el cartel que, a la derecha, avisa de que se trata de un vial “estrecho y peligro de hundimientos”. Está empinado, impone, cuando viene un coche de frente te apuras, pero ofrece a cambio un viaje casi iniciático a un paisaje muy pero que muy singular, casi como escapado de un libro de Tolkien: viajes por montañas con hobbits, elfos y trolls. Aquí, los parches en el asfalto nos hablan de corrimientos de tierras.
Cuencas y ermitas
La realidad es que los chalés afloran donde antes hubo entradas a ‘costeretas’ que te llevaban a casas de campo que vivieron, alguna quizá aún lo hace, de una cuenca de 367,9 km² nacida como río Verd en la sierra de Onil, transformada por el pantano en Montnegre, y desde Mutxamel al mar conocido como el río Sec. Pinadas, almendros, lentisco, tomillo y mayormente mucho matorral acompañan el tan singular viaje.
La ermitita del Chapitel o de Nuestra Señora de los Desamparados ya no está, hay una cruz en su lugar (y allá abajo se desterrona la imponente ermita, con edificio adosado, de la Casa del Capellán), pero el desafío sigue en pie para automovilistas o, más deportivo, ciclistas.
Con paciencia y, en coche, buen depósito o recarga, acabaremos en la CV-810 un poco más allá del puerto de montaña de Tibi. Xixona está a dos pasos.
El camino avisa a sus puertas de su peligrosidad
Territorio en multipropiedad
Monnegre o Montnegre, y hablamos ahora del territorio y no solo del río, es oficialmente una pedanía, eso sí, en multipropiedad (San Vicente, Tibi, Xixona…), aunque sus propietarios principales son los municipios de Alicante capital y Mutxamel.
Se reparten las tierras combinando un peculiar rompecabezas de esos para solucionar, pieza a pieza, consumiendo tardes. Hay quien saluda desde una localidad y se duerme en la otra, lo que provoca no pocos quebraderos de cabeza para unos residentes que reclaman, con justicia, servicios y nunca saben a qué ayuntamiento.
Básicamente, la partida está compuesta por los núcleos poblacionales del Valle del Sol, El Boter, El Llofriu y El Portell de la Moleta, más los caseríos de Montnegre de Dalt y el d’Baix. Añadamos el propio río y sus alrededores, que van desde la huerta feraz a la agricultura de secano, más una pintoresca combinación geológica de montes pelados, cárcavas y grietas de desecación compuesta de arcillas, arenas, gravas, margas, margocalizas y yesos. Acaba por ser lo más parecido a pasearse por otro planeta.
Pinos, almendros o matorrales afloran por la zona
Festejos didácticos
Cuando tocaban fiestas ─te cuentan las voces más veteranas─, los ‘maseres’ (los maseros cuando hablamos de comparsas en los Moros y Cristianos), es decir, quienes poseían por la zona un ‘mas’, una casa de labranza, venían con toda la familia (hijos y más hijos: hacían falta brazos para aquello de “llevar adelante una casa”).
Hoy de aquellos jolgorios quedan pocas muestras. Por ejemplo, el belén viviente de profundo sabor agrario organizado desde el vecindario de Montnegre de Baix.
También, en el mismo núcleo, las patronales en honor a la Virgen de los Desamparados, el primer fin de semana de septiembre. Antaño, y seguimos dándole la palabra a los mayores, participaban en los festejos monnegrenses unos curiosos personajes que creaban poemas en valenciano dedicados a esos hijos (bodas, bautismos, comuniones). Cuando en las escuelas se abofeteaba por hablar en lengua autóctona, te aseguran, aquí se aprendía a conservar las raíces lingüísticas guardándose las cuartillas líricas.
El lugar sirvió de plató para dos películas provinciales
Apuntes cinematográficos
Por una de las ‘costeretas’ se accede hasta un ‘mas’ que tenía de todo: orilla al Monnegre, casona casi caserío, cañaveral, almendros… Allí se rodaron, en la época dorada de la desaparecida Acada, la Asociación de Cine de Alicante, escenas de dos importantes mediometrajes alicantinos. ‘Azahara’ (1985), de Adolfo Celdrán, melodrama histórico coproducido por la Diputación, contaba, a partir de una leyenda autóctona, la expulsión de los moriscos de la provincia.
El otro era ‘Después de mi libertad’ (1987), de Ramón Tejeda, cuya sinopsis ya lo dice todo: “La libertad personal llevada hasta las últimas consecuencias, incluso en el fin de la propia vida”. Como curiosidad, Fernando González era el protagonista de esta cinta y el padre de Azahara en la anterior. González, que vivía en un ‘mas’ propio entre San Vicente del Raspeig y Agost, fallecía durante el montaje del film de Tejeda, pero añadía para siempre su pizca de magia, fílmica, a una mágica zona.