Las guerras carlitas asolaron España durante buena parte del siglo XIX. Todo por un rey que no supo dejar las cosas arregladas antes de su muerte. Así se provocó la división de nuestro país en dos bandos que trajo un carrusel de hasta tres contiendas civiles en un margen de apenas cuatro décadas.
En esta ocasión queremos reparar en la primera de estas guerras, pues es la que más atañe a Orihuela. Nuestra ciudad jugó un papel importante e incluso cambió de bando hasta en dos ocasiones. Unos hechos de los que ahora se cumplen 185 años.
Origen de la guerra
Para entender toda esta sucesión de acontecimientos que afectaron a la localidad oriolana, es necesario explicar antes el complicado contexto político que vivía España en aquella época. El rey Fernando VII falleció en 1833 sin dejar demasiado claro quién debía ser su sucesor.
Durante la mayor parte de su reinado el heredero oficial fue su hermano Carlos de Borbón, hasta que en 1830 nació la primera y única hija del monarca, Isabel. En principio ella no podía heredar ya que la ley estipulaba que el trono español debía pasar a un varón. Sin embargo Fernando VII impulsó a toda prisa una Pragmática Sanción habilitando a las infantas en caso de no existir hijos varones.
Aparentemente la cuestión quedaba resuelta… pero no fue así. Durante los siguientes años el monarca español dio varios bandazos primero derogando su propia Pragmática Sanción para luego volver a establecerla generando una gran confusión general.
El caso es que cuando falleció el rey su hija solo tenía tres años. Por un lado María Cristina (la madre de la criatura) reivindicó ser proclamada reina regente hasta que Isabel fuera mayor de edad, y por otro su tío Carlos reclamó el trono para él. En una ágil maniobra política la primera prometió que derogaría la monarquía absoluta y gobernaría bajo una constitución. Por tanto los constitucionalistas se hicieron ‘isabelinos’ y los absolutistas se convirtieron en ‘carlistas’. Dicho de otra manera… habemus guerra.
Varios ciudadanos oriolanos evitaron que fuera fusilado un juez isabelino
Orihuela, tierra de carlistas
Aunque María Cristina logró ser proclamada regente, Carlos reunió suficientes apoyos militares por el norte de España como para crear un ejército rebelde. Durante una primera fase los carlistas lograron diversas victorias militares que les permitieron acercarse hacia Madrid. Sin embargo los isabelinos reaccionaron venciendo a sus enemigos en varias batallas, por lo que la guerra llegó a un estancamiento.
En nuestra zona las autoridades político-militares se habían mantenido leales a María Cristina, si bien en Orihuela el carlismo tenía una poderosa influencia. No en vano algunos de los principales cabecillas carlistas, como José Aledo o Nicolás Pastor, eran oriolanos.
Además el propio obispo de Orihuela, el madrileño Félix Herrero, era amigo personal de Carlos de Borbón. Se trataba de una persona especialmente influyente en la Vega Baja, dado que años atrás desempeñó un papel muy importante en la reconstrucción de los numerosos daños materiales que provocó el terrible terremoto sufrido en 1829.
Las tropas carlistas llegaron a Orihuela después de haber ganado una batalla en Abanilla
Ofensiva de Forcadell
A principios de 1837 el comandante carlista catalán Domingo Forcadell impulsó una ofensiva desde el Maestrazgo, para conquistar el sureste español con 2.000 soldados de a pie más 200 jinetes.
Tras ocupar algunas localidades manchegas como Albacete, Toborra y Hellín las tropas de Forcadell prosiguieron hasta Yecla. Desde aquí decidieron tomar dirección a Orihuela en vez de Murcia, ya que consideraron que la primera ciudad sería más factible de conquistar.
Sin embargo no contaban con que un ejército isabelino procedente de Monóvar les sorprendería a mitad camino cerca de Abanilla. Aún así el regimiento carlista logró salir victorioso de este combate y los supervivientes continuaron su camino.
Algunos cabecillas carlistas en la guerra eran oriolanos
Toma carlista
El 29 de marzo llegaron a Orihuela. Los militares isabelinos destinados en la plaza comprendieron que tenían enfrente un ejército muy superior como para plantarles batalla, así que huyeron en dirección Alicante.
Forcadell y sus soldados entraron pues sin resistencia alguna y fueron recibidos como héroes. Muchos vecinos oriolanos salieron a la calle para saludarles, sonaron las campanas de las numerosas iglesias existentes en la ciudad, se colocaron adornos en las ventanas y varias bandas de música amenizaron el momento.
Es difícil saber hasta qué punto esta reacción popular de adhesión hacia los militares carlistas fue honesta o fingida para evitar las posibles represalias que pudiera acometer Forcadell. Lo cierto es que el comandante sumó a 800 voluntarios más para su ejército entre los vecinos oriolanos, una cifra nada desdeñable, y recaudó 3.000 duros para la causa.
Aún así fueron apresados algunos oriolanos simpatizantes de la causa isabelina. Uno de ellos fue un juez al que Forcadell mandó fusilar, pero luego revocó la orden ante las súplicas de algunos vecinos que dieron la cara por defenderle.
Fin de la guerra
Tras permanecer tres días en Orihuela, el ejército carlista de Forcadell prosiguió su camino hacia Elche, Monforte, Villena y Almansa. Finalmente fueron detenidos por un regimiento isabelino en el norte de València.
Forcadell no dejó la situación bien atada en la zona. Al no tomar ni Alicante ni Murcia, no fue demasiado difícil para los isabelinos reconquistar rápidamente todas sus conquistas. Así pues la Orihuela carlista fue bastante fugaz.
En 1837 la regente María Cristina dio un golpe de timón definitivo a la guerra con la Expedición Real hacia el este de España, que alejó definitivamente al bando carlista de nuestra zona. El absolutismo quedaba así enterrado y comenzaba una nueva era constitucionalista para nuestra nación.