Ante lo impresionante de las 21.120 hectáreas actuales (incluidas las 2.837 de su laguna, la más grande del España) del Parc Natural de l’Albufera de València, cabe imaginarse lo sobrecogedor que debió de ser ver, por ejemplo desde la sierra de la Rabosa (si es que estaba por entonces ya oteaba), al sur, las más de 31.000 hectáreas del golfo de València, posiblemente formado hace la friolera de más de 200.000 años.
Aún hoy constituye un gigantesco humedal que abarca trece términos municipales y enlaza, así, cuatro comarcas: València, l’Horta Sud (o l’Horta-Albufera), la Ribera Alta (del río Xúquer) y la Baixa. O sea, prácticamente la mayor parte del llano o Pla de València, cuya tilde la plantan los últimos flecos del montañoso sistema Ibérico, nacido allá por la burgalesa comarca de La Bureba.
Un montón de ensenadas
Para comprender aún más cómo pudo formarse la Albufera conviene recordar que buena parte del litoral de la Comunitat Valenciana alberga los restos de ensenadas de mayor o menor tamaño, hoy convertidas en humedales, algunos a su vez calificados como parques naturales. Así, la lista comienza en Castellón, con el Prat de Cabanes-Torreblanca (parque natural desde el veintisiete de diciembre de 1994).
La lista seguiría con la Albufera de València y, compartida entre esta provincia y Alicante, la Marjal de Pego-Oliva (en la misma fecha). Ya en territorio alicantino, el Penyal d’Ifac (diecinueve de enero de 1987), que escolta a la población y una salina cuya formación creó el tómbolo (lengua de tierra) que une el peñón a la localidad; o el ilicitano-crevillentí, e interior, El Fondo (doce de diciembre de 1988), más las santapoleras salinas (misma fecha que el Prat).
El golfo llegó a cubrir más de 31.000 hectáreas
Estructuras parecidas
Los dos últimos, El Fondo y las salinas, son restos del Sinus Ilicitanus o golfo de Elx, que comenzó a formarse entre el 4000 y el 3000 antes de Cristo. Terminaría este recorrido con otras salinas, las lagunas de la Mata y Torrevieja (diez de diciembre de 1996), que antaño dejaron a las posteriores ciudad y pedanía como isla y posteriormente península.
Como se ve, una estructura geológica muy semejante (abundan más ejemplos, pero menos evidentes, aparte de los que fueron desecados o quedaron colmatados). En general, en estos humedales suele darse una laguna o salina, a veces rodeada de zonas más pantanosas, más un cordón de arena, la restinga, que separa la marisma del mar. Aquí es donde puede haber o no la correspondiente comunicación entre el Mediterráneo y marjal.
Embebe en la actualidad a trece municipios
Las cuatro zonas
La Albufera valenciana, declarada parque natural el ocho de julio de 1986, y a la que el veintitrés de octubre de 1990 se le aplicó un Plan Especial de Protección por desgracia anulado por el Tribunal Supremo en 1992 por defecto de forma, es la más grande de todas, una inmensa lámina húmeda que, en el núcleo lagunar, posee una profundidad media de ochenta centímetros, con unos dos metros máximo en algunas zonas.
Sigue el guión la Albufera, pese a las presiones agrícolas y hoy urbanísticas que ha sufrido y sufre, al pie de la letra, casi palabra por palabra. Y, de acuerdo al libreto, se divide en cuatro zonas: una laguna central, un marjal (la zona palustre, o sea, ecosistema que contiene agua casi permanentemente: marismas, como en este caso, pantanos y ciénagas) y una restinga (con playa, dos cordones de dunas y las malladas o depresiones salinas).
En el XX comenzó la siembra del arroz en los Poblets
El cultivo del arroz
El cuarto sector no suele incluirse en las descripciones de la Albufera, pero es claramente un producto de ella: la laguna o balsa de San Lorenzo (no confundir con las charcas grancanarias del mismo nombre), al norte de Cullera. La Bassa de Sant Llorenç, casi orillada por los caminos del primer y segundo Collado, y la acequia y hasta la ermita de Sant Llorenç, forma parte del mítico pero real golfo de València.
Es en el marjal (lo que según el diccionario es un “terreno bajo y pantanoso”) donde habrá de desarrollarse uno de los más peculiares paisajes agrícolas, el de balsas o bancales acuosos para cultivar el tan exportado arroz. El área conocida como de los Poblets del Sud (Castellar-l’Oliveral, el Forn d’Alcedo, El Perellonet, El Palmar, El Saler, Faitanar, La Torre y Pinedo), la descrita por Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) en muchas de sus novelas.
Tierras de promisión
Sitio de promisión, donde se llegaba primero a pescar, hasta finales del diecinueve, y luego, además, a sembrar el preciado cereal, después de los previos ‘aterraments’ a capazo limpio. Desde barrios del ‘cap i casal’ como Russafa o poblaciones como Catarroja y Silla alimentaron desde principios del siglo veinte esta recolonización.
En la actualidad, trece municipios empapan sus vidas en el generoso pero baqueteado humedal: València con los Poblets; de l’Horta Sud: Albal, Alfafar, Beniparrell, Catarroja, Massanassa, Sedaví y Silla; de la Ribera Alta, Algemesí; y de la Baixa: Albalat de la Ribera, Cullera, Sollana y Sueca. Pese al número, buena gente, buena gastronomía y ‘bon oratge i bona pesquera’.