Por rincones de la Comunitat Valenciana, se recuperan. En realidad nunca dejaron de existir. Los llamados ‘Oficios de tinieblas’, ceremonias litúrgicas cristianas a celebrar las tardes del Miércoles, Jueves y Viernes Santo, sobrecogieron a nuestros mayores, al enterarse de cómo sus pecados conseguían, un año más, que Jesús reviviera su pasión y muerte. Y de cómo los enemigos de la Iglesia estaban siempre al acecho.
Podía abrir la espita, el miércoles, la bíblica ‘Lamentación de Jeremías’ (Lm 3, 1-12), del ‘Antiguo Testamento’, con el profeta de Judea (650 a.C.-585 a.C.) doliéndose al visualizar la destrucción de Jerusalén a manos del monarca babilonio Nabucodonosor II (630 a.C.-562 a.C.) en el 586 a.C., solo un año antes de fallecer Jeremías. Se recitaba o se cantaba, a solista o en coro, dentro de una labor evangelizadora dirigida a quienes no sabían leer ni escribir.
Lamentos proféticos
La letra, eso sí, comenzaba no muy alegre: “Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo de su enojo / Me guio y me llevó en tinieblas, y no en luz”. Y seguía: “Hizo envejecer mi carne y mi piel; quebrantó mis huesos / Y mi alma se alejó de la paz, me olvidé del bien”. Y continuaba: “Mis dientes quebró con cascajo, me cubrió de ceniza”.
Y añadía: “Acuérdate de mi aflicción y de mi abatimiento, del ajenjo y de la hiel”. Pues el clima ya estaba sembrado. Acompañaba la liturgia un candelabro triangular de once brazos, como los once apóstoles que quedaron tras la traición de Judas, llamado ‘tenebrario’ (‘tenebrae’, como los ‘Oficios’). En el fondo, una misa funeral donde se culpaba, incluso vehementemente, a los deudos.
Se fundamentan en las bíblicas ‘Lamentaciones’ y ‘Miserere’
Orígenes medievales
No deja de ser un elemento más, como el también semanasantero ‘Sermón de las siete palabras’ o las ‘Auroras’, inscrito en esa ya aludida labor de difusión del credo católico. Una dedicación que estuvo apuntalada, fuera de los templos, por las llamadas “liturgias de las horas”, inspiradas en los ‘gozos’ romanos. Los ‘Oficios’, de hecho, se convirtieron en un poderoso instrumento.
Se establecían a partir del siglo XIII, el ‘de los castillos’, Plena Edad Media, iniciada en el XI, a partir de una liturgia surgida hacia el siglo V, el ‘de los bárbaros’ (los pueblos no romanos). Contenían el ‘Miserere’ (el bíblico ‘Salmo’ 50), el que pide redención (“Misericordia, Dios mío, por tu bondad, / por tu inmensa compasión borra mi culpa; / lava del todo mi delito, / limpia mi pecado”).
A partir del siglo XIII comenzaron a cobrar el esquema actual
Recursos escénicos
A continuación, se prendía una luz tras el altar, mientras los fieles hacían sonar las matracas (carracas, carracos o ‘carrancs’ en la hoy Comunitat, desde donde pudo ser introducido el instrumento por los árabes). Heredero en madera del metálico sistro del Antiguo Egipto, su ‘raca-raca’ tenía por misión hacer callar a la feligresía, imponer silencio. En la iglesia de San Bartolomé de Petrer (Medio Vinalopó) se conserva aún un ejemplo de matraca de campanario.
Con los ‘Oficios de tinieblas’ se aposentó la música, mientras que el recurso escénico para representar la muerte de Jesús se potenció con las luces apagándose en señal de duelo. Los ‘Oficios’ iban a grabarse a fuego, con esa falsa imagen del sacerdote predicando, iracundo: “¡¡Vosotros lo crucificasteis, vosotros lo matasteis!!”. Pero también iba a generar sus corcheas, fusas y semifusas.
El maestro valenciano Juan Bautista Comes compuso varios
Los maestros barrocos
Se conservaron las matracas (los terribles prodigios, incluidos terremotos, que siguieron a la expiación de Jesús), el ‘Miserere’ se transformó en la composición ‘Miserere Mei Deus’ (Dios, ten piedad de mí) gracias al sacerdote, compositor y cantante romano Gregorio Allegri (1582-1652), y los ‘Oficios’ comenzaron a incluir, generalmente interpretados ‘a capella’ (solo voces), composiciones como los salmos (salmodias), antífonas (como estribillos, apostillaban a los salmos, lo que podía necesitar de dos coros) o lamentaciones (cantos de dolor).
Hubo en anteriores centurias grandes virtuosos de la música litúrgica que trataron los ‘Oficios’, como el compositor barroco francés Michel-Richard Delalande (1657-1726), cuyas obras se anunciaban para esta Semana Santa en los conciertos dedicados por la iglesia Jesuitas València (junto a El Botànic) a ‘Lux Bella’ (1492), el primer tratado musical en castellano, escrito por Domingo Marcos Durán (1465-1529). ¿Y en la hoy Comunitat Valenciana? ¿Existieron también maestros dedicados a ello?
La pervivencia artística
De entre todos ellos, y sin movernos de la época, cabe referirse a Juan Bautista Comes (1582-1643), nacido y fallecido en el cap i casal, compositor de referencia de la iglesia del Patriarca y considerado uno de los más grandes creadores del barroco español e incluso europeo. A él se le deben las reverenciadas melodías que aún suenan en Jueves y Viernes Santo como ‘Lamentaciones de tinieblas’.
Con el tiempo, los ‘Oficios’ han trascendido incluso el ámbito temporal para el que fueron creados. A nadie le extraña hoy, pues, que el Cor de Cambra d´Elx (Bajo Vinalopó), fundado en 1996, los interprete en Sábado Santo. Lo que pervive es la fuerza de unas composiciones que antaño, eso sí, encogieron los corazones de nuestros mayores.