Entrevista > Javier Pérez Ramírez / Catedrático de Ingeniería Química y miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales
A la mayoría de las personas, oír hablar de ingeniería química y de procesos como la catálisis le sonará, con suerte, a algo de ciencia ficción. Y eso sucede por dos motivos. El primero, claro está, porque la mayoría de nosotros no dominamos los conceptos básicos con los que se expresan los científicos profesionales de ese campo. El segundo, porque esos mismos científicos tampoco parecen esforzarse demasiado en conseguir ser entendidos por los demás.
Esa segunda barrera de la comunicación se desmorona como un castillo de naipes cuando hablamos con el benidormense Javier Pérez Ramírez, catedrático de Ingeniería Química en la Universidad de Zúrich (desde donde atiende la llamada de AQUÍ Medios de Comunicación) y, desde hace poco más de un mes, miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España.
¿Qué supone para usted haber entrado a formar parte de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España?
En primer lugar, es un honor y también una responsabilidad. Así mismo, puesto que yo he desarrollado y desarrollo mi carrera fuera de España, también es una manera de ser reconocido en tu país y, a ser posible, dar más de vuelta al país que me vio nacer y donde estudié. Diría que es una especie de responsabilidad en ese sentido.
¿Cuánto tiempo lleva ya afincado en Suiza?
Llevo en este país casi trece años, pero anteriormente, aunque estuve cinco años en Tarragona antes de estar aquí, mi doctorado lo hice en Países Bajos y trabajé muchos años en la industria química en Noruega. Es decir, llevo muchos años fuera de España.
«Entrar a la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España es un honor y también una responsabilidad»
¿Cuál es la temperatura ahora mismo en Zúrich?
(Ríe) Siete u ocho grados. No está mal para ser Suiza, pero nada que ver con lo que tenéis ahora en Benidorm.
Se lo digo porque algo muy grave debe de estar pasando en España para que, aunque todos los que emigran echan tanto en falta su país, haya una fuga de cerebros tan grande y tan prolongada en el tiempo. ¿Por qué hay que irse de España para avanzar en campos como el de la investigación?
(Suspira) En mi caso, ha sido por un interés personal. Cuando acabé la carrera quería hacer investigación en un entorno más internacional. No fue por falta de medios o por falta de posibilidades en universidades españolas, que las tuve.
Simplemente por salir fuera de España. Lo que sí es más complicado es que, cuando te formas en el extranjero, tienes muchas más opciones en otros países, simplemente por estadística, y cada vez cuesta más retornar a tu país. Es verdad que no existen las mismas opciones.
«Tomé la decisión de irme de España no por falta de medios o de posibilidades en universidades españolas, que sí las tuve »
Antes de meterme en el siguiente charco, le voy a pedir que se apiade de mí y tenga en cuenta que soy de letras. Es usted coinventor de 24 patentes. Querría que me diera una pincelada de qué tipo de patentes hablamos y, a la vez, si cree que esas patentes son parte de la solución a la fuga de cerebros: aprovechar mejor el retorno económico de todos esos inventos para la universidad española.
Efectivamente. Vamos por partes. De las 24 patentes de las que me hablas, es muy difícil tenerlas en aplicación. Uno puede tener muchas patentes, pero tenerlas en aplicaciones es casi como el gran trofeo. De estas, hay cuatro que están en aplicación industrial y esas son por las cuales, las universidades donde se apoye la investigación, pueden recibir retorno de la industria a través de ‘royalties’ y evidentemente fomentar más investigación que se aplique y te dé más retorno.
En mi caso, todas ellas están relacionadas con hacer productos químicos, combustibles, fertilizantes, productos cosméticos, así como energía limpia de manera más sostenible.
Explíqueme eso, por favor.
Por ejemplo, tengo patentes aplicadas que reciclan compuestos de cloro, que son muy nocivos, para hacer productos de valor, como, por ejemplo, poliuretanos o policarbonatos plásticos.
O hay otras que utilizan dióxido de carbono, lo que produce el calentamiento global, y en lugar de emitirlo a la atmósfera lo reciclan en un proceso para hacer metanol u otros combustibles que puedas utilizar para que al quemar produzcan CO2 y, en lugar de emitirse, se vuelva a reciclar para producir más de ese producto.
«Mis 24 patentes están relacionadas con hacer productos químicos, combustibles, fertilizantes, productos cosméticos, así como energía limpia de manera más sostenible»
Eso se llama catálisis, pero… ¿me la puede explicar? Se lo pido porque parece un paso decisivo en la lucha contra el cambio climático.
¡Así es! La catálisis es una herramienta fundamental en la química sostenible, porque es la parte de la química que nos permite romper y crear enlaces en moléculas a nuestro antojo y dirigir a qué productos somos capaces de convertir moléculas, en este caso, renovables.
De esa manera, podemos hacer productos muy valiosos para la sociedad, partiendo de moléculas que son renovables, es decir, quitándonos de la mente el petróleo, el gas natural o el carbón y utilizar moléculas renovables como el agua, el dióxido de carbono o, incluso, el nitrógeno para construir todas estas moléculas como plásticos, principios activos en medicinas o combustibles que necesitamos a diario.
Le voy a ser sincero. Antes de preparar esta entrevista no tenía ni idea de lo que era la catálisis, pero es que en el acto de entrada a la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España, dio usted una conferencia bajo el título ‘La catálisis como motor de la química sostenible’ y en todo lo que me está comentando creo que hay una pincelada siempre de sostenibilidad. ¿Es esa una de las marcas de su labor investigadora?
Exactamente. Ese es el motor de mi estudio. Aunque hacemos investigación muy fundamental, y a veces a muy largo plazo, siempre tenemos un cálculo o una determinación que nos indica qué porcentaje de mejora en cuanto a cualquier parámetro medioambiental (puede ser el cambio climático, la biodiversidad, flujos de nitrógeno, los parámetros planetarios que llamamos) podría tener nuestra investigación si consiguiésemos llegar a un valor de eficiencia.
Eso es como si fuese nuestra fuerza impulsora para entender que si conseguimos desarrollar esos dispositivos o esos catalizadores, vamos a tener un efecto cuantitativo en la mejora de la sostenibilidad del planeta.
«La catálisis es una herramienta fundamental en la química sostenible, porque es la parte de la química que nos permite romper y crear enlaces en moléculas a nuestro antojo»
Otra derivada de todo esto tiene que ver con la situación geopolítica que vivimos ahora mismo. Todos estos avances, ¿nos harían menos dependientes de según qué países y según que productores de materias primas?
Es una pregunta estupenda porque hace dos o tres años, antes de toda la crisis energética que estamos viviendo ahora, hacer productos sostenibles a partir de renovables era carísimo. Al menos, con respecto a las rutas fósiles, que parten en gran medida de los casos del gas natural y eran, por lo tanto, impensables.
Hoy en día, con el aumento del precio del gas natural en Europa, las rutas renovables, como por ejemplo para hacer metanol o amoníaco, que son productos esenciales en la vida de la humanidad, se está haciendo económicamente factible, de forma que, en muchos casos, a día de hoy tenemos artículos publicados donde puedes ver que un químico verde es ya más barato que un químico gris, y eso es debido a la situación geopolítica.
Precisamente, ese compromiso suyo con el medio ambiente y la sostenibilidad fue el eje central de la carta de felicitación que le hizo llegar el alcalde de Benidorm en nombre de toda su ciudad. ¿Qué sintió?
Primero, es fantástico, porque es un reconocimiento. Lo más importante es que se entienda perfectamente para qué sirve lo que estamos haciendo. Es decir, que el mensaje está transmitido al 100% y eso es lo que a veces nos falta en los ambientes científicos: transmitir a la sociedad claramente lo que lo que estamos intentando hacer y que somos útiles. En este caso, me alegra muchísimo que sea así.
«A día de hoy tenemos artículos publicados donde puedes ver que un químico verde es ya más barato que un químico gris, y eso es debido a la situación geopolítica»
Acaba de decir algo importante. ¿Deben los científicos aprender a comunicar sus avances de tal manera que la gente los entienda?
Claro, eso es fundamental, porque la sostenibilidad es como un triángulo de tres vértices. En un vértice está la tecnología y la ciencia. Y luego hay dos vértices que son muy importantes: la economía y la sociedad. Las cosas tienen que ser factibles y socialmente aceptadas. La sociedad necesita entender por qué necesitamos movernos en un plano más sostenible.
Sin comunicación a la sociedad, y eso significa adaptar el lenguaje que utilizamos, es imposible. Muchos de nosotros carecemos de la formación para comunicar con la sociedad. En realidad, todos los científicos deberíamos de hacer una parte de nuestro trabajo que fuese de diseminación hacia la misma.
¿Su carrera fue vocacional?
Mi carrera fue vocacional en el sentido de que yo siempre quise estudiar algo que tuviera que ver con la ciencia y más con la ingeniería. Con los años, me volví menos ingeniero y más científico, y ahora soy una mezcla de las dos.
«Mi carrera fue vocacional en el sentido de que yo siempre quise estudiar algo que tuviera que ver con la ciencia y más con la ingeniería»
¿Dónde estudió?
En la Universidad de Alicante. Hice Ingeniería Química y cuando acabé la carrera me fui al extranjero, a la Universidad de Delft, en Países Bajos, donde hice la tesis doctoral y me especialicé en catálisis.
Antes me hablaba de la proyección internacional que buscó en sus estudios y en sus investigaciones al tomar la decisión de irse. Pero, a nivel personal, ¿echa de menos Benidorm o antepone esa posibilidad que ha tenido de enriquecerse intelectualmente conociendo tantos destinos?
Un poco de todo. Voy muy a menudo a Benidorm, quizás tres o cuatro veces por año. Tenemos vivienda allí, por lo tanto, siempre estamos bien acogidos. Nuestras familias viven en Benidorm. Mi mujer es española, de Sevilla, pero se ha criado también en Benidorm. Es decir, tenemos mucho contacto con esta localidad.
En cuanto a ese enriquecimiento del que me hablas, creo que sí que existe al vivir fuera, porque al fin y al cabo aprecias más lo bueno de cada lugar y te conviertes en una persona un poco más equilibrada.