Aseguran las crónicas que el empresario murciano José García Martínez, ‘Garcisolo’ (1858-1934), el mismo que cuando acudía al teatro Romea tomaba dos butacas, una para él y otra para sombrero y bastón, quiso contemplar el panorama a divisar, tan pronto se cubrió de aguas, desde lo más alto de la Casa de los Nueve Pisos, por él promovida. El primer ‘rascacielos’ de Murcia y posiblemente el primer ascensor mecánico en la ciudad.
Pero aquel aún no se había instalado, así que se hizo con un sillón reforzado, mandó atarlo a una cuerda de garrucha y pilló a los cuatro albañiles más fornidos, quienes lo elevaron a las alturas. Garcisolo era así: miembro de una burguesía filántropa, liberal y con ínfulas de fondo nobiliario. Fue uno de los muchos financieros que iban a generar una peculiar expansión de Alicante ciudad: la Condomina.
El campo alicantino
La partida rural, del mismo nombre que la zona situada en las afuera de Murcia (por la entrada a la urbe desde la autovía del Mediterráneo), se ubica en lo que fue la huerta o campo de Alicante (incluye además las pedanías alicantinas de Orgegia y Santa Faz, y tuvo adscrita como tal a Sant Joan d’Alacant, desde 1779 población independiente pero integrada en la zona metropolitana alicantina).
Pertenece al cuarto distrito, de los cinco en que se divide el municipio, el mismo en el que se integran, además de las partidas citadas, también la Albufereta, el Cabo de la Huerta, Playa de San Juan y Vistahermosa sin La Goteta. Y abrió la ciudad por el norte, en un entramado de caminos que en los sesenta del pasado siglo se iban a convertir en la actual N-332, que une Cartagena con València.
Construían al interior porque la playa era para clases bajas
Incrementos demográficos
En este marco geográfico, el área atrajo a una serie de capitales al municipio, al tiempo que aumenta demográficamente, para pasar de los 21.447 habitantes de 1803, los 27.550 de 1857, los 50.142 de 1900, los 101.791 de 1950 o los 245.963 de 1981 a, dando un salto en el tiempo, los 338.577 registros del censo en 2022. La inmigración (es decir, la migración que viene) será la principal causa.
Así pues, ya tenemos mano de obra, junto a la cualificada. Ahora toca el capital. El más veterano llega desde la nobleza agraria, con nombres a retener como Alfonso de Pardo y Manuel de Villena (1876-1955), XIV marqués de Rafal; o José María de Pascual Pobil y Martos (1847-1929), VI barón de Finestrat. A esta casta se le unirá una burguesía agraria (“gentes con dineros”, se decía hasta hace poco), más otra directamente comercial y financiera.
Los empresarios comerciaban principalmente con vino y salazones
Vinos y salazones
Paradójicamente, será esta última la que acabe bautizando a todos los ‘adinerados’. Sus principales fuentes capitalistas e inversionistas procedían de la exportación de productos alimenticios, espirituosos, licores varios o el vino fondillón, autóctono y considerado en medio mundo como ‘medicinal’, más el mercadeo con productos del mar, en especial salazones. Popularmente, se les conocerá en general como la ‘aristocracia del bacallà’ (bacalao).
Fortunas que elegían marchar de vacaciones a Alicante, no junto a la playa, algo que se consideraba propio de las clases medias y bajas: las altas bajaban a la playa como se iba a un balneario, a ‘tomar las aguas’, con toda la parafernalia que ello conllevara, pero no a vivir orillando el líquido elemento. La huerta alicantina (también al sur, por el quinto distrito) se convirtió en la tierra de promisión.
Las fincas pretendían embellecer a la propia naturaleza
De todas partes
Desde la propia provincia, Madrid (la línea de tren se había inaugurado el 25 de mayo de 1858) y Murcia (conectada ferroviariamente la economía murciana y el puerto alicantino desde el 18 de julio de 1884) se posará en la Condomina (viene posiblemente de ‘condómina’ o ‘condueño’, grupo de compañeros en el dominio de algo) y alrededores esta peculiar ‘aristocracia’, para crear un ramillete de mansiones con un peculiar estilo.
Añadamos que estos nobles y financieros (a veces unidos ambos aspectos, como con el madrileño José Carlos de Aguilera, 1848-1900, cuarto marqués de Benalúa) veían con malos ojos a esa ciudad donde comenzaba a consolidarse el proletariado. Salvo en el caso de quienes se aposentaron en el hoy barrio de Altozano (pequeña y mediana burguesías), quedaba poner bancales por medio.
Herencia palladiana
Los respectivos arquitectos se basaron en las teorías del italiano renacentista Andrea Palladio (1508-1580), con sus viviendas en diálogo con una naturaleza ‘reconstruida’, embellecida, y en el movimiento romántico de la primera mitad del XIX, creando unas villas frondosas, con recovecos, fuentes, grutas.
Como Villa Clavería, derribada finalmente en los ochenta; la Buena Vista o ‘chalet de Pritz’ (por el sueco Hugo Pritz,1840-1904, quien la adquirió del murciano Juan Nepomuceno Roca de Togores y Carrasco, 1801-1883, tercer conde de Pinohermoso); o Villa García o La Torre, que fue propiedad del industrial noveldense Vicente Sala Bello (1939-2011), del Marqués de Aguilera y de, por supuesto, Garcisolo, quien, entre árboles exóticos adquiridos del Jardín Botánico de Barcelona, practicó otra forma de espectacularizar su vida.