Rafel Julià se jubiló hace unos años como mecánico de telares. La última compañía en la que trabajó fue la del empresario alcoyano Francisco Jover. Tras más de 50 años trabajando entre máquinas, este vecino de Benilloba atesora en su garaje un verdadero museo de la industria textil.
Toda esa ingente experiencia (sumada a una memoria privilegiada) ha llevado a este benillobense a reproducir a pequeña escala la historia del sector textil. Junto a su vehículo, Julià acumula un buen número de reproducciones: desde un telar manual de hace cerca de 500 años, a un modelo de pinza ideado hace apenas 70 años.
“Cuando me preguntan a qué escala están hechos, yo siempre digo que a escala funcional”, reconoce él mismo. Sin ayuda de nadie, y sin necesidad de ningún tipo de referencia documental más allá de su memoria, ha realizado este benillobense de 87 años semejante hazaña.
A excepción de alguna pequeña modificación, todos los telares son fieles reproducciones de modelos existentes. Por si ello fuera poco, funcionan a la perfección y confeccionan todo tipo de tramas.
«Mis hijos no tienen ni afición ni espacio para guardar las máquinas. Temo que acabe todo en la chatarra»
Todo empezó por una depresión
El origen de esta curiosa afición debe buscarse en el momento de su jubilación, el 15 de diciembre de 1995, tal y como su afilada memoria le permite recordar. “Caí en una depresión, y mi hermana me animó a que me distrajera fabricando telares. Anteriormente ya le había hecho uno a mi hijo con motivo de su comunión”.
Todo apunta a que Rafel necesitaba algo más que paseos por el parque y las partidas en el bar con los amigos; después de medio siglo trabajando entre telares, era el momento de empezar a fabricar los suyos propios.
Materiales reciclados
En todos ellos utiliza materiales reciclados que ha ido recogiendo de diferentes desguaces de la zona. El tiempo que dedica a fabricar cada uno es variable, puede tardar desde unas pocas semanas hasta dos años, dependiendo del modelo.
A las reproducciones que tiene en su cochera se suman las que ha ido regalando a lo largo de los años. Entre las instituciones receptoras de su trabajo está la Universidad de Alicante, que incluyó uno de sus telares en una exposición sobre la industria tradicional valenciana.
«Cuando me preguntan a qué escala están hechos, yo siempre digo que a escala funcional»
Sin necesidad de estudios
“No tengo estudios. Todo lo he aprendido a base de hacer y deshacer”, afirma el benillobense. La única formación que figura en su currículum es un curso de cuatro días al que tuvo que asistir en Mataró; lo hizo cuando pasó de trabajar con telares de lanzadera a hacerlo con los de pinza. Esa falta de estudios la ha suplido con su vasta experiencia y con una intuición asombrosa, hasta el punto de reproducir máquinas que nunca ha visto en persona.
Su carrera empieza a los diez años, en plena posguerra, trabajando con las ‘canillas’ de los telares. Posteriormente, pasó a trabajar delante de un urdidor y cuando tenía doce años empezó a tejer a mano.
Fruto de una enfermedad tuvo que dejar esa actividad, y al poco tiempo empezó a trabajar con los telares mecánicos. Posteriormente empezaría su larga trayectoria como mecánico en diferentes fábricas de su Benilloba natal, un municipio que otrora fue un referente en la industria textil. Entre otras empresas pasó por Hilario Pérez, Mambor o Antonio Silvestre.
Con el paso del tiempo se fue a trabajar a Muro, donde un accidente laboral casi le hizo perder una pierna. “Estábamos desmontando un telar de Jacquard para enviarlo a México, y debido al descuido de un compañero salí despedido como un cohete. Me fracturé tibia y peroné; acabé con el pie prácticamente colgando”.
«Antes siempre se trabajaba más de 12 horas diarias, incluso en fines de semana»
Trabajo en Alcoy
Después de un tiempo de baja consiguió trabajo en la fábrica del empresario alcoyano Francisco Jover; allí fue donde pasó los últimos ocho años de carrera antes de retirarse. “No querían que me jubilara; me ofrecieron un ascenso y un aumento salarial, pero mi hijo me convenció para que lo dejara”.
Julià recuerda las interminables jornadas de trabajo que tuvo que afrontar a lo largo de su carrera. “Siempre trabajaba más de doce horas diarias, incluso en fines de semana. Ganaba mucho dinero, pero el cansancio era extremo”. A pesar de la riqueza que supone su obra, todo este patrimonio vital está en riesgo de desaparecer.
Futuro incierto
Hace más de un año que Rafel no crea nuevas reproducciones; actualmente se limita a mejorar las que ya tiene. “Me sabe muy mal, porque no sé qué hacer con todo esto. Mis hijos no tienen ni afición ni espacio para guardarlo; temo que acabe todo en la chatarra”.
La esperanza de este veterano artesano es que alguien adquiriera todo su trabajo con el fin de exponerlo. De hecho, sus telares ya han sido objeto de exposición en diferentes lugares, como por ejemplo en el Círculo Industrial y en la sede del Club de Amics de la Unesco de Alcoy. Muro o Castell de Castells han sido otros municipios donde se ha expuesto su trabajo.