Entrevista > Ignacio Sanchís / Sepulturero (Carcaixent, 24-abril-1981)
Existen oficios que están con nosotros desde casi los orígenes de la humanidad, como es el caso de la persona con la que vamos a dialogar las siguientes líneas. Ignacio Sanchís es el sepulturero o enterrador del cementerio de Carcaixent, próximo a Alzira.
Trabaja en este singular lugar desde 2005 y se considera un privilegiado, “porque me encanta estar tranquilo y al aire libre”. Son decenas las anécdotas que puede contar, algunas de ellas morbosas o macabras, porque la muerte es un concepto que intriga a la mayoría.
Recuerda con tristeza el periodo más duro de la pandemia, donde los entierros se multiplicaron. “Realizo unos quince al mes y en enero de 2021 hice cuarenta y siete”, indica. En ocasiones incluso debe hacer la labor de psicólogo, ante los momentos duros que sufren los familiares.
¿Cómo es trabajar entre muertos?
Un lujo, principalmente muy tranquilo. En este trabajo observas muchas cosas, la parte final de la vida de lo que rodea a una persona: lágrimas, dolor, sufrimiento…
¿Desde cuándo eres sepulturero?
La plaza de enterrador en Carcaixent la llevaba un chico y me la ofreció en 1999, cuando yo tenía 18 años. Tuve que rechazar la propuesta porque mi padre posee tierras (naranjos) y necesitaba mi ayuda, pero seis años más tarde la acepté.
¿Quién fue la persona que te enseñó este oficio?
Hice una prueba con el anterior jefe, que consistía en reducción de los restos, es decir, sacar el difunto y la caja, quemarla y tirar los restos a un sudario. Seguidamente, vuelves a poner el nicho para otro difunto.
«La Ley Mortuoria dictamina que las exhumaciones se deben realizar cada cinco años»
Explícanos un día de entierro.
La funeraria me avisa el día anterior de la hora del entierro, me facilita el nombre del muerto y busco en el archivo, para localizar su nicho. Interviene también el marmolista.
Abro el nicho y, si es doble y ya hay una persona enterrada, lo limpio y tiro el líquido. En el caso de que haya dos, debo hacer reducción de restos y exhumarlas.
Te habrán sucedido diferentes anécdotas.
De todo, sobre todo asuntos de herencias. Algunas veces uno de los hijos no se hace cargo del padre o madre y luego en el entierro se escuchan discusiones bastante desagradables.
O ir a buscar un nicho y haber dos con el mismo nombre. Entonces no sabía cuál le correspondía a ese difunto.
Además, he enterrado a personas con la bandera comunista, la senyera o la enciclopedia del Real Madrid.
También cada cultura tiene una forma diferente de despedirse de sus seres queridos.
En los entierros de ortodoxos, por ejemplo, acude un sacerdote propio, con su botafumeiro para hacer un ritual junto al nicho.
Los gitanos entran el difunto a hombros y suelen ser multitudinarios, siempre de más de cien personas.
¿Cada cuánto se realizan las exhumaciones?
La Ley Mortuoria dictamina que cada cinco años.
«He enterrado a personas con la bandera comunista, la senyera o la enciclopedia del Real Madrid»
¿Cómo es el proceso de conservación de los cuerpos?
Cambia principalmente en los cuerpos en los que se realizan una autopsia. Se paga una conservación transitoria a base de formol, para que la materia orgánica dure una serie de años. Pasado ese tiempo, el cuerpo se degrada.
Durante la pandemia los entierros eran también diferentes.
El cementerio permanecía cerrado y a los entierros únicamente podían acudir tres personas. El procedimiento también variaba, mucho más controlado con geles y líquidos desinfectantes.
¿Tus amigos y familia consideran que tu trabajo es tenebroso?
Sí, lo más desagradable en esta labor es cuando entierras a gente que conoces o personas jóvenes.
Sacar el nicho, la caja y los huesos es un trabajo más. Eso sí, para ser enterrador debes separar lo que es trabajo y lo que es tu vida personal.
¿Es cierto que roban las flores dejadas por los familiares?
Por supuesto, y también los búcaros, que es el recipiente donde se depositan las flores. Hace unos años robaron al menos treinta búcaros de latón.
«Me gusta mi trabajo: es tranquilo y al aire libre, pero también debo tener mucha empatía con la gente»
¿Existe el mito de las embarazadas que recorren los cementerios en busca de nombres originales?
En mi cementerio no, pero sí disponemos de un registro de nombres y muchos acudían -ahora menos- para investigar su árbol genealógico.
¿Te gusta tu trabajo?
Me gusta, porque estoy al aire libre y tranquilo. Hay que tener en cuenta que en ocasiones debo ejercer casi de psicólogo, tener mucha empatía con las personas que están llorando y sufriendo.
¿La vida es una preparación para la muerte?
Puede ser, por eso mi filosofía siempre es la de vivir el momento, no pensar en exceso en el futuro.
¿Hay vida después de la muerte?
Quizás, pero nadie ha vuelto para comprobarlo (ríe).