El pasado 25 de julio falleció Antonio Porpetta, sin duda uno de los mayores literatos que ha dado Elda en el siglo XX. Durante la mayor parte de su vida residió fuera de nuestra ciudad, pero siempre llevó a su localidad natal en el corazón y nunca dejó de encontrar excusas para regresar.
Quien escribe estas líneas tuvo el gusto de hacerle una entrevista para este periódico a principios de 2020, justo antes de que la palabra ‘coronavirus’ cambiara nuestras vidas. El ayuntamiento declaró un día de luto oficial en su memoria, y aquí va también este artículo biográfico como nuestro particular homenaje a esta entrañable persona.
En su juventud tuvo una época de cantante haciéndose llamar ‘Jorge Miranda’
Infancia en Elda
Antonio vino al mundo el 14 de febrero de 1936. Fue en un año de nefasto recuerdo para España ya que apenas unos meses más tarde estallaría la Guerra Civil. Afortunadamente nuestro protagonista vivió la contienda siendo tan pequeño que no guardaba recuerdos en su memoria de esos turbios tiempos de violencia.
“De niño el mundo me parecía un lugar bello y hermoso” nos comentó cuando le preguntamos sobre su infancia en aquella citada entrevista. El joven Antoñito estudió sus primeras letras en el colegio del Santo Cristo del Buen Suceso.
Su padre era un respetado médico de la localidad que venía de una familia granadina. Precisamente fue su progenitor quien más le inculcó ese amor por la literatura y la música, que ya le acompañaría durante todo el resto de su vida.
Años dando el cante
Se destacó como un buen estudiante y se marchó a Madrid para realizar la carrera de Derecho. Poco después sacó por oposición una plaza de funcionario en la Tabacalera de Barcelona.
Antonio siempre tuvo una gran afición por cantar en todos lados, y por aquel entonces le dio por probar suerte en el mundo de la música. Aprovechando que tenía un primo trabajando para una discográfica británica grabó varias maquetas, así como actuó en diversos locales y salas de fiesta de la ciudad condal. Su nombre artístico era ‘Jorge Miranda’.
“Sobre todo cantaba temas de rock y twist. En aquella época se hacían conciertos para que la gente bailara, y no para que el público se quedara mirando” nos recordó cuando le preguntamos por esta etapa.
Se lanzó a publicar poesía animado por su esposa, quien también era poetisa
El matrimonio de poetas
En esos años de juventud conoció a quien sería su futura esposa, la madrileña Luzmaría Jiménez Faro. Ella causó toda una revolución en la vida de Antonio. Por ella pidió un traslado a la Tabacalera de Madrid. Y también por ella se lanzó a publicar poesía.
Luzmaría fue ese empujón clave en el momento justo. Ambos habían escrito algunos poemas, y ella le propuso editar un libro conjunto al que titularon ‘Por un cálido sendero’.
Desde entonces sus plumas no pararon de crear poemarios. Antonio nos comentó que le influyeron mucho algunos otros literatos de la época que tuvo la oportunidad de conocer como Leopoldo de Luis, Pepe Hierro, Dámaso Alonso, Gerardo Diego o Gloria Fuertes.
Estudios universitarios
El matrimonio tuvo dos hijas llamadas Marta y Paloma. No obstante ni la escritura, el trabajo y la paternidad impidieron a Antonio encontrar tiempo para ampliar sus estudios universitarios.
Se doctoró en Filología Española dedicando su tesis al escritor alicantino Gabriel Miró, a quien siempre defendía con apasionada bravura. “Su obra está fuera de su tiempo, ya que tenía un estilo literario que no está acorde con lo que se lee hoy en día. Por eso mucha gente no lo entiende, pero te aseguro que es un escritor como una catedral. Especialmente la novela ‘El obispo leproso’… para mí es un monumento literario” nos manifestaba.
Más adelante el eldense obtuvo incluso una Diplomatura por Genealogía, Heráldica y Nobiliaria. “Yo soy especialista en diplomarme en cosas que no sirven para nada, pero me gustan y ya está” nos explicó entre risas.
«Lo más importante en esta vida es tener a gente que te quiera» A. Porpetta
Reconocimiento en el extranjero
En los años 90 y 2000 se dedicó a viajar recurrentemente por el mundo dando conferencias sobre literatura. Visitó hasta treinta países y dejó un recuerdo especialmente grato en la antigua Yugoslavia, donde incluso le otorgaron la Llave de Oro de la ciudad de Smederevo por la solidaridad que mostró públicamente hacia los escritores yugoslavos durante la Guerra de los Balcanes.
Y es que sus poesías siempre han traspasado las fronteras de España, hasta el punto de que se han traducido a una decena de idiomas. También ganó multitud de premios literarios nacionales e internacionales.
Corazón eldense
Todos estos viajes no le hicieron olvidarse de su patria chica. Antonio Portetta regresó continuamente a Elda para impartir conferencias, recibir homenajes o simplemente para disfrutar de los Moros y Cristianos.
Su localidad natal honró en numerosas ocasiones a este literato local dedicándole una plaza y un centro educativo, nombrándole Hijo Predilecto e incluso otorgándole la oportunidad de ejercer de pregonero de las Fiestas. “Ya solo me falta que me nombren emperador de Elda” nos bromeaba.
Hace ya unos años que su esposa falleció y ahora es él quien se nos ha ido. A título personal, recordaré siempre la frase que me dedicó para cerrar aquella entrevista. “Hazme caso David, lo más importante en esta vida es tener gente que te quiera… no lo olvides nunca”. Prometo no olvidarlo.