Entrevista > Aitana Constans / Periodista y voluntaria de la ONU en Malí (Alcoy, 29-agosto-1986)
Desde el golpe de estado sufrido en 2012, Malí está declarado como uno de los países más peligrosos del mundo, a la altura de Afganistán, Congo o Somalia. La realidad del país está condicionada por los conflictos entre diferentes grupos étnicos, que se disputan el control territorial.
Esta situación ha provocado que durante la última década tanto Francia (a través de la operación Barkhane) como la ONU (mediante la misión MINUSMA) intenten restablecer la paz.
Vida complicada
Con ese contexto debe lidiar la alcoyana Aitana Constans, que desde agosto de 2021 trabaja en Malí como responsable de Comunicación para la misión de paz de las Naciones Unidas. Su condición de mujer blanca (sumado al hecho de trabajar para un organismo objetivo de los grupos radicales) hace que la vida de Aitana en Malí sea, cuanto menos, complicada.
Sin ir más lejos, no puede recibir visitas y está obligada a salir del país cada ocho semanas ante la presión a la que está sometida. A pesar de todo, se muestra orgullosa de su trabajo y dispuesta a prologar su estancia más allá de los quince meses previstos inicialmente.
«Debido a las restricciones de seguridad, mi familia no puede venir a visitarme»
¿Cómo es la vida en Malí?
Es todo muy difícil; Malí en sí es un país muy complicado. Aquí todo es extremo y diferente a lo que estamos acostumbrados en Occidente. Desde el clima hasta el contexto de seguridad, por supuesto.
La comunicación también es difícil. Aunque el idioma oficial del país es el francés, ya que es una excolonia gala, la mayoría de la población habla otras lenguas como, por ejemplo, el bambara. A ello súmale que el carácter de la gente también es muy diferente. Por eso necesitas mucha contención personal y mano izquierda para estar aquí. Trabajar en situaciones extremas genera mucha ansiedad y estrés.
Entiendo que afrontarás muchas dificultades en tu día a día.
Para que te hagas una idea, no puedo salir sola de casa. Voy a todos lados con un chófer, incluso para hacer algo tan sencillo como ir al supermercado. Me espera en la puerta, por lo que apenas puedo caminar dos metros por la calle, lo justo para volver a meterme en el vehículo.
Para sacar dinero exactamente lo mismo, el chófer se tiene que meter conmigo en el cajero como si fuera mi guardaespaldas. Todo eso por lo que se refiere a Bamako, porque cuando tienes que ir en misión a otra parte del país viajamos en coche blindado.
«Cuando salimos de Bamako en misión tenemos que viajar en coche blindado»
¿Se te permite recibir visitas?
Debido a las restricciones de seguridad, Malí es lo que se llama non-family duty destination, lo cual significa que has de venir sola y que tu familia no pueda venir a visitarte.
También te recomiendan que vivas acompañada, principalmente por el apoyo que eso supone, pero también por la proliferación de enfermedades que hay en el país. Si no, correrías el riesgo de tener un problema de salud y que nadie se enterara.
¿Para qué organismo de la ONU trabajas y qué labores realizas específicamente?
Soy la responsable de Comunicación del Fondo para la Consolidación de la Paz de la ONU. Eso es para lo que yo vine. Pero desde el pasado septiembre también me encargo de dirigir la comunicación de la Oficina del Coordinador Residente del Sistema de Naciones Unidas en Malí.
Me he encargado de crear una estrategia y un plan de comunicación desde cero. Eso conlleva desde la coordinación con los responsables de comunicación del resto de agencias a visibilizar la tarea del propio fondo para la consolidación de la paz.
¿Cuál es la función de este último organismo?
Para este año hemos contado con un presupuesto de 23,7 millones de dólares con el que implementar doce proyectos que contribuyan al establecimiento de la paz en Malí. Parte de este dinero procede de donaciones de otros países, mientras que los proyectos se ponen en marcha sobre el terreno a través de diferentes agencias.
Mi trabajo conlleva ir en misiones a diferentes puntos de Malí para comprobar el impacto real de estos proyectos. Una de mis primeras misiones fue en Mopti, una región sometida a muchos enfrentamientos a cargo de grupos extremistas. Allí la pobreza es extrema y la tensión está elevada a la enésima potencia.
«La pobreza en el país es extrema y las tensiones entre grupos rivales están elevadas a la enésima potencia»
¿Qué tipo de proyectos se llevan a cabo sobre el terreno?
Muchos de ellos consisten en talleres de formación, enfocados al fomento del empleo entre la población joven. Este colectivo es especialmente vulnerable, ya que la pobreza les hace caer en las redes de los grupos extremistas. La situación en esas áreas es muy similar a la España de hace doscientos años. Les debes enseñar de todo, desde cómo cultivar la tierra a cómo aprovisionarse para cuando venga la sequía.
A pesar de la inestabilidad del país, ¿te ves con fuerzas para acabar tu voluntariado?
Sí, y no solo eso, me gustaría continuar aquí a partir de octubre de 2022, que es cuando acaba mi contrato. Ahora mismo me cuesta concebir la vida en Europa. Me siento muy orgullosa de mi labor, ya que estoy contribuyendo al establecimiento de la paz.